viernes, 6 de noviembre de 2020

El conocido

                                              El  conocido.     

Iba paseando, totalmente abstraído mirando al horizonte que se perfilaba mar adentro, observando las mortecinas olas que batían con pereza la orilla como si lo hicieran por obligación, sin noción alguna de la distancia recorrida desde mi punto de partida, cuando súbitamente fui abordado por un individuo de buena presencia y poseedor de un gesto afectuoso, de los que nos suelen caer bien.

 —¡ Qué sorpresa encontrarle ! , ¿ Cómo está Vd. ?, espero que su familia siga perfectamente. No ha cambiado Vd. nada, ¿ cuánto hacía  que no nos veíamos?, cuatro años, tal vez cinco. ¿Se acuerda de mi verdad ?....., me soltó de un latigazo.

Yo, francamente no le recordaba, pero ante tan afectuosa acometida me dio vergüenza manifestar mi ignorancia y asentí tímidamente con un ligero:

               —¡Claro hombre claro…!

                A continuación me detalló su vida y milagros, los viajes realizados tras nuestra hipotética separación años ha, así como el devenir de su descendencia, que por suerte no era copiosa, deteniéndose a ratos ante la necesidad de respirar de vez en cuando.  Aguanté el chaparrón como pude, pero ya estaba ansioso de escabullirme de tan locuaz personaje a las primeras de cambio. Aproveché una de sus pausas para decirle:

— ¡Pues qué bien!, hombre a ver si nos vemos otra vez por ahí, pero la verdad es que me están esperando y no puedo entretenerme más.

Nos despedimos efusivamente y partimos cada uno en un sentido direccional opuesto, mientras yo le daba vueltas al coco tratando de recordar  de qué conocía  al sujeto, pero ni por esas…

Atontado por el chaparrón recibido, me senté en el primer banco que localicé, sin percibir que en el otro extremo otro semejante hacía lo propio.

Permanecí en silencio un rato, cuando de repente mi vecino se dirigió hacia mí:

  —Vd. perdone amigo, (¡toma otro!, pensé para mis adentros),     pero he contemplado su conversación con un individuo quien

previamente me había saludado amablemente, como quiera que no le recuerdo en absoluto me preguntó si sería Vd. tan amable de decirme de quien se trata.                                    1

—No me diga, a mi me ha pasado lo mismo, ha estado casi media hora relatándome sus historias y por más que me he esforzado  no he conseguido identificarle. Tal vez se trate de una de esas personas que ansían comunicarse con los demás debido a la soledad que padecen.

   —El caso es que de mi persona poco ha dicho, por no decir   nada,  si me hubiese nombrado mi colegio, los Jesuitas ó la Universidad…

—¿Estudió Vd. en los Jesuitas, no sería del 50 al 54 ….?

Pues deje que piense, en efecto por esa época, yo jugaba en el equipo de fútbol , 3º A, de mi clase, de portero…

              —¡ Qué casualidad yo jugaba en 3º B de defensa central  .. !

              —¿ En 3ª B de defensa …?, Manolín , tu eres Manolín…

              —Y tú eres Toñito, el cazapenalties. Un abrazo colega….

 

Durante largo rato departieron sobre aquellos tiempos, y hasta resultó que tenían amigos comunes.

               —¿ Qué te parece si buscamos a nuestro misterioso conocido, le pedimos perdón por no haberle reconocido a primera vista, nos identificamos con su persona y le invitamos a unas cañas?. Seguro que anda por ahí saludando al que pilla.

—Estupendo, el tipo se lo merece, si no es por él ni nos saludamos, nos ha dado una gran alegría, justo es corresponder de alguna forma.

 

Muchas veces y quien menos pensamos, nos da una oportunidad de sonreír en la vida, pues forman parte de este maravilloso Gran Teatro del Mundo

 

                                                    

 


 

 

                                           

                                           

 

 

 

 

 

 

                                          

 

 

                                                                                                                                                                                                      

 

jueves, 17 de septiembre de 2020

Palmeras Centinelas

 

                                  Las Palmeras del Veril.

                                     (Final del Verano)

Estoy observando con admiración desde el balcón del apartamento del conjunto del Veril a ese Atlántico que nos rodea y bendice.

En la vista se interponen unas cuantas palmeras espigadas, altas y señoriales que se empinan hacia el cielo como apuestos centinelas con sus tocados verdes. Unos centinelas que siempre están de servicio y que parecen decir al cielo: “Aquí estamos de guardia permanente protegiendo una isla que, aunque llora por la pandemia general de la tierra, se siente protegida por los vientos amigos, esos alisios que baten nuestros miembros con frecuencia, alegrando nuestra existencia en estos páramos.”

Lástima que la pandemia actual sea un borrón en nuestro devenir y lo que es peor, que no veamos la forma de evitarla y dejar que todo quede en un mal sueño. Aboguemos por que los técnicos encuentren una vacuna y todo quede en eso:

En un mal sueño….  

 

 

 

 

miércoles, 26 de agosto de 2020

Puñetero verano

 

                    Puñetero verano…

 

Una jodida primavera ha sido reemplazada por un puñetero verano, para que no nos olvidemos del año 2020 en lo que nos queda de vida. Parece ser que unos juguetones de por ahí, han descubierto una mortal brisa coronada y han permitido que se extienda por todo el mundo, tal vez para hacernos olvidar las actuales carencias de todo tipo ante lo que se nos ha venido encima, que ha hecho bienvenido aquel certero dicho literario:

“Cuan presto se va el placer, como después de acabado  da dolor, como a nuestro parescer cualquiera tiempo pasado fue mejor…”. Jorge Manrique sería un acertado cronista de la actualidad.

Y nos quejábamos de que subiera el pescado, la luz, la contribución, la caña de cerveza y hasta el cortadito de cada día. Pecata minuta… Cada día nos lo pintan más negro y lo peor es que cuantas más medidas nos imponen menos caso hacemos.

Un antiguo camarada me ha llegado a decir: “Con lo bien que lo pasábamos en la mili….”

Y el IBEX muerto de risa….

VADE RETRO.

 

 

 

 

 

 

 

lunes, 3 de agosto de 2020

Amigo libro

            El libro que nos acompaña.

 

 Es un buen amigo que, a pesar de su condición

 de inanimado, es capaz de transportarte a otra

 época, a otra sociedad, sacarte de la monotonía

 diaria.

 Un libro es el resultado de que alguien con ima-

 ginación y esfuerzo y sobre todo dedicación,

 ha querido plasmar una historia, una biografía,

 bien reales o talmente imaginarias, al objeto

 de que pasemos un rato distraído con su

 lectura, sacándonos de la monotonía y en muchos

 casos proporcionarnos conocimientos que enri-

 quecen nuestra cultura. Es una pieza constructiva.

 Por ello, me puse de un humor de mil diablos,

 cuando al olvidar un ejemplar en una cafetería,

 regresé.                                                                                                                               El Un El áspero camarero sacándolo de debajo del

 mostrador, me lo devolvió diciendo:

“¡Aquí lo tiene caballero, quién demonios se

 iba a llevar un libro…!”

 

¡Qué grosería y tamaña ignorancia…!

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


jueves, 23 de julio de 2020

La bohemia.





O mejor La Bohème, da igual…Me confieso un probo admirador del contexto de esa época y de los personajes que engloba, incluyendo muchas de sus obras de diversos estilos que contribuyeron al esplendor de las artes en general.
No  obstante no me cabe duda de que se trata de un nombre algo alegre que pretende disimular la triste pobreza de sus componentes.
El pretendido artista de la época solía ser humilde pero muy orgulloso, que, por no encajar en una clase social al uso, se inventa otra paralela plagada de ensueños y decepciones, donde las pretendidas glorias se plasmaban al alborar el día en un deprimente castillo de arena. El artista bohemio, aunque no lo sabía, era un burgués en potencia e impotencia (esto ya lo dijo alguien) y se quedó en bohemio al no triunfar, porque si lo hacía es que se había aburguesado.
Visité su barrio favorito, la place du Tertre, en los altos de Montmartre que todavía no era Paris, donde compartían viviendas humildes y pintaban en la calle en inviernos peliagudos. ¿No les hubiera gustado hacerlo en estudios calentitos, en viviendas adecuadas…? Pues claro que sí pero las circunstancias mandaban. No, no debía ser nada apetecible….
Esto no es óbice para que  yo admire a Renoir, nada pobre por cierto, a Van Gogh, a Monet, Manet, Degas, Matisse,  Cèzanne y tantos otros que no tuvieron la suerte de destacar, pero que dotaron al país vecino de una época pictórica gloriosa, con su sacrificio, claro está…
Picasso es punto y aparte…
                                                                             


viernes, 19 de junio de 2020

¡Esto no se hace....!



                             ¡Esto no se hace…!
 Cuando ya parecía que se habían acabado las tareas importantes, madrugones diarios, cursos, clases, los cochinos plazos y demás acciones más bien incómodas. Cuando solo restaba levantarse a las 10, si plugiere, ver pelís, futbol, viajar, pasear a destajo, y hacer vida de la buena, resulta que nos ha venido a visitar un tal Coronanosequé, a quien nadie había invitado que nos coarta la libertad, nos pone horarios, enmascara y nos trata como apestados.
Las calles están plagadas por autómatas que nos saludan con el codo, y con rostros cubiertos como si tuviéramos lepra o algo así, la alegría en sus miradas deja mucho que desear  y el  trotar, con el calor reinante, es más bien cansino y  se realiza con gesto apático, haciendo colas por doquier y evitando contactos que pudieran ser nocivos.
 Como corderos, en silencio como la peli, soportamos tamaño destino en espera de que la situación mejore y llegue un final aceptablemente digno, que nos permita mirarnos al espejo y cantar con entusiasmo aquello de: ¡Olé…, olé… y olé.
Porque hombre, leches, ¡a estas alturas esto no se hace…!
                                                                                        J.L.G.R.


miércoles, 3 de junio de 2020

La Copla



                                          La  copla.


Hay recuerdos y recuerdos, pero algunos se han quedado impresos en esta mente que tenemos por ordenador personal y que en determinadas ocasiones saltan a la palestra y nos producen una agradable y tierna evocación.

Para aquel que ahora aludo, tengo que situarme en el patio de butacas del Teatro Calderón de Madrid, un atardecer. Cierro los ojos, las luces se van extinguiendo poco a poco y el silencio se apodera del local. Una guitarra muy lentamente va percutiendo sus cuerdas y el escenario se  ilumina con acusada  lentitud, acompañando unos sones andaluces que pueden  ser seguidillas, alegrías o peteneras, no sé…, a mi me suenan a España.

 De entre las extintas sombras va apareciendo una figura sobre el escenario, es un hombre bajito con un sombrero cordobés en la mano que al cesar la guitarra entona con su armónica voz una canción que suena algo así… “como una mare no hay ná…, un hijo la pone buena…, con un beso…, con un beso nada más…”

Al percatarse de su aparición el público se pone en pié, le reconocen, le aplauden a rabiar, es el Gran Juan Valderrama, el rey de la copla española, y la ovación atronadora inunda de alegría a los asistentes y pone al descubierto alguna que otra  lágrima sentimental. Es lo mejor de la copla española que en nada tiene que envidiar al folklore de cualquier país. Tiene raíz andaluza, pero es acusadamente nacional,  cien por cien, y sus letras llegan adentro.


Juanito se ha lucido, El emigrante, La mare mía, Cortijo de los mimbrales, Pena mora, todo un repertorio. Nunca un cantaor tan menudo levantó ovaciones tan grandes.  

Abro los ojos y vuelvo a la realidad, un recuerdo emocionante.

¡Qué me quiten lo bailao….!                                  J.L.G.R.

miércoles, 6 de mayo de 2020

Curiosidad



                                         Curiosidad

Ya estamos otra vez en guerra, frente al ordenador con la intención de contar algo. <<Escribe, escribe mucho, para aprender a escribir>> perece que decía un tal Flaubert, apoyando el arte singular de juntar letras, producir palabras y transmitir pensamientos. Yo, que me considero un ávido lector y un aficionado escritor, a veces no encuentro tema interesante que exponer,  hay días nublados, pero me arriesgo a tal práctica contando con la tolerancia y beneplácito de mis posibles lectores, a los que agradezco un mucho su sacrificio.

Trataré hoy de relatar una profesión desaparecida que al leer un libro muy detallado de la historia de Madrid, he recordado y presenciado de hecho dicho ocupación. Parece ser que allá por mil setecientos y pico se produjo en el barrio de Lavapiés un pavoroso incendio  que destruyó unas cocheras con cuanto albergaban, es decir transportes de todo tipo de la época, se supone eran carromatos de tracción animal, que precipitaron al paro a cientos de operarios. Entonces y antes que el hambre hiciera acto de presencia, las mujeres de los cocheros idearon trabajar en sus viviendas la hoja de tabaco. Surgieron de hecho las cigarreras o tabaqueras.  Aún por los años 50  personalmente presencié la fabricación manual de cigarrillos en una casa que visitaba con frecuencia por amistad. Algunas veces, junto al inquilino, y con un pañuelo estilo cow-boy sobre boca y nariz, picábamos con un utensilio la hoja de tabaco hasta porciones mínimas, labor por cierto poco agradable. La señora empaquetaba los cigarrillos y los servía por encargo a domicilio a precios asequibles. Es decir que esta profesión surgió ante la falta  de trabajo. No deja de ser una curiosidad ignorada por la mayoría.

 

miércoles, 8 de abril de 2020

La Póliza



                                  La Póliza.

 

Acabo de leer una novela, de las antiguas, de las buenas, en las que se hacía referencia a esta palabra, que fue maldita para muchos y durante mucho tiempo.

Siempre que se cursaba alguna solicitud, sea del tipo que fuere, el agrio, por lo general, ocupante de la ventanilla de atención al público, tras calarse a fondo las gafas y leer detalladamente el contenido del escrito, levantaba la vista y lanzaba la pregunta maldita . “¿Y la poliza…?”

Generalmente en los organismos oficiales y para mantener el orden se aposentaban una pareja de  Grises, Policía nacional, que paseo arriba y abajo intimidaban a la concurrencia sin duda con la mejor de las intenciones.

Al recibir la airada pregunta del ventanillero y observar de reojo el vaivén de los antes citados, automáticamente te ponías amarillo y con sensación de diarrea.

    ¡Ay madre que es eso…¡—exclamabas con la voz en un hilo.

    Pero hombre, ¡no sabe usted que las instancias tienen que ir acompañadas de una póliza…!

    ¿Y eso que es…?

    Pues mire es una especie de sello, como los de correos, que venden en los estancos. En la esquina hay uno.

Dirigido al estanco y tras la pertinente cola, ya era la segunda que hacía, el estanquero me inquirió: “¿Una póliza  de cuánto…?

— ¡Sopla…yo que sé…!, mire yo lo que quería es tirar un tabique…

— A mí no me cuente usted su vida. ¿De cuánto …!

—¡Qué precio tienen …?

— Pues de 5, 25, 50 pts…

—No sé …, como el tabique es pequeño, démela de 25, creo bastará.

Personado de nuevo en la oficina relacionada, pretendí saltarme la cola, pero ante el abucheo general uno de los grises me señaló el final de la cola. Tercera.

—Hombre usted otra vez…

—Sí, con la póliza de marras…

      —Aquí sobra dinero…

      Una vez sellada,  recepcionada  y con el resguardo en

     mano, añadí:

    Quédese la vuelta y sonría …¡coño..!.





                                                  



               


domingo, 5 de abril de 2020

ADAS



                   Suplicada  y  Subrayada.     

Aquí tenemos dos “adas” que tienen para mi sus recuerdos. Tiempo ha, pero  mucho ha, hice cola en la venta de sellos de Correos y Telégrafos de mi pueblo y al retirarme de la ventanilla para pegarlos en sus sobres correspondientes, una señora mayor me pidió que escribiera con mayúsculas  “SUPLICADA”  en un sobre que me tendió. Yo, que ignoraba este procedimiento, le ofrecí un sello al efecto pero lo rechazó diciéndome: “no hace falta, con esto llega…” Estoy hablando de los años cincuenta y tantos, claro está que no andábamos muy boyantes. El caso es que yo , recordando aquello y pasados algunos años, ensayé la maniobra. Y funcionó…, la carta llegó a su destino. No sé qué pasaría en la época actual pero me imagino la cara del sellador de aquellos tiempos  al ver que no había sello alguno, se diría: “pobre hombre o mujer…” y, con una sonrisa, sin más la pasaría por alto, estampando el sello correspondiente. Hoy en día, ¿haría lo mismo…? No sé…

   El otro “ada”, subrayada, tiene otra miga. Sobre las 15 ó 16 años yo solía ir los domingos al futbol, a ver a mi Madrid y lo hacía en compañía de algunos amigos, pero un día Iba a llegar un poco más tarde, como mis amigos eran los que sacaban las entradas me dijeron: “tu entrada se la dejamos al portero de la puerta 31, pregunta por Manolo…”

  Total que llegué con 15 minutos de retraso y el tal Manolo me entregó un sobre que anunciaba “para entregar a José Luis Guijarro “. Pero sin subrayar el nombre, aquello me mosqueó…Yo cuando envío algo a alguien subrayo con firmeza el nombre del destinatario. que no quepan dudas. Más que mosca, contemplé el espectáculo y a su término increpé al remitente del sobre…, por la ausencia de la rayita.

Claro…, aquella tarde perdió el Madrid….     J.L.G.R.  

sábado, 28 de marzo de 2020

Relojes



   Relojes. (tema  nada profundo, pero no doy para más..)



En esta más que triste tarde de Marzo, y eso que dicen ha empezado la primavera, de cielo grisáceo y feo se me ha ocurrido observar los cuentamomentos, es decir la variedad de relojes que en el salón de mi casa tengo a mi disposición. En primer lugar el que está colgado en una pared, imitación de los antiguos con sus contrapesos colgantes, que no hay forma de que deje de adelantar o retrasar según gire en un sentido u otro una tuerca ubicada en el péndulo. No hay forma de que el jodido aparato trabaje con exactitud y como me tiene harto…, he optado por ponerlo en hora con frecuencia y que me sirva solo de adorno. Luego está otro en el aparador, incrustado en una figura de porcelana, este más o menos cumple con su trabajo pero como me pilla un poco de lado, lo consulto raramente. El rey es el digital, con números bien visibles situado bajo la televisión, el más consultado que muestra asimismo fecha y temperatura, también es el inquilino más reciente. Por último mi reloj de muñeca, un modesto y rectangular Viceroy, ya algo veterano, pero que funciona como un clavo. En el cajón de mi mesilla de noche se albergan otros varios, adquiridos en tienda de saldos de la materia de la calle Bravo Murillo de Madrid,  que por su aspecto llamativo a veces me encaprichan, pero de dudosa calidad.

Esto me hace recordar la historia de mi primer reloj.

Tendría yo unos 16 años o por ahí. Me examiné por libre de la Reválida del Bachiller, estaba interno en la Escuela de Carabanchel, obteniendo el título ansiado. Mi madre se puso muy contenta y me llevó a una relojería de la calle del Carmen, recuerdo que era un primer piso, y eligió un Certina que me ilusionó notablemente. Lo conservé muchos años, era de cuerda obviamente, y no recuerdo que fue de él.   

Pero los que a mí me gustaban eran aquellos antiguos de cuco, en los que el sonido de la hora era acompañado, a veces, con la aparición del pajarillo. Algunos, prodigiosamente diseñados eran sumamente simpáticos, y uno, en su tierna mocedad, no podía evitar  una sonrisa de complicidad ante su inesperado cacareo.   

En el Palacio Real existe una sala dedicada a los relojes, los hay bellísimos y sofisticados y más de un rey prefirió entretenerse con ellos a los sórdidos asuntos de Estado.



                                                  J.L.G.R.








viernes, 20 de marzo de 2020

El buscón.


                                  El buscón.



No alarmarse amigos lectores, no voy a referirme a la famosa obra picaresca del afamado escritor, esa es Buscón con mayúscula, tan solo es que como nos ha dejado el invierno, la época  de la tristeza, “Oh les feuilles mortes sur les parcs…”, de los poetas lánguidos y también de los recuerdos, pues me ha venido a la memoria una historieta acaecida allá por los 50, cuando en compañía de otro adolescente vagábamos por las instalaciones del Buen Retiro madrileño, sin otra obligación que contemplar el estanque, los inexpertos remeros y la acumulación de la hojarasca por doquier, como era de esperar dada la estación pasada.

Repetidas veces habíamos observado como un hombre, ya peinando prominentes canas, de unos sesenta años, revolvía con su bastón los cúmulos de hojas caídas, sin duda para dar lugar a otras renovadas en la próxima primavera, como efímeras inquilinas de paso que se sabían. Revolvía y revolvía por doquier y a veces se echaba mano al bolsillo del abrigo como guardando algo apreciado. Ya cansados de observar su conducta le preguntamos en una ocasión por el motivo de sus pesquisas.

El buen hombre nos miró fijamente esbozando una incipiente sonrisa:

—Veréis, sois todavía muy jóvenes…, es que a veces encuentro alguna que otra lágrima,  las que más suspiros de amores intensos que me impresionan vivamente. Las lágrimas si no son de felicidad, lo aprecio por su color, me las guardo en el  bolsillo para eliminarlas y los suspiros me producen  tan emocionantes sensaciones que luego las plasmo en mis escritos…

   Desde entonces aprendí lo que era ser poeta…


     ¡Gracias  amigo….!

   

jueves, 16 de enero de 2020

SEVILLA

                                   Sevilla…

Me pides que te describa  las  impresiones de mi reciente viaje por Sevilla y la verdad es que no se como empezar.
Si tuviera que encabezar mi humilde descripción con un título diría que Sevilla de noche es un hermoso lucero en mitad del campo andaluz y de día es la fusión de la belleza, la tradición, la música y la alegría en un aroma embriagador de naranjos.
Sevilla es el Guadalquivir que se contonea entre sus avenidas, saluda a la Torre del Oro, bailando por Sevillanas bajo sus puentes galanes.
Sevilla es la Maestranza, la Catedral del toreo, desde cuyo museo nos saludan: Joselito, el Gallo, Belmonte, Machaquito, Paco Camino, Ordóñez y tantos y tantos, que levantaron aquellas clamorosas ovaciones que rebotando en el cielo andaluz, se derramaban sobre el barrio de Triana, de Santa Cruz, de La Macarena, de los Remedios, de Nervión, de Heliópolis, con una cascada de Olés… que hacen mecerse a la Giralda.
Media Sevilla es Curro Romero, el faraón de Camas, y la otra media no lo es,  pero las dos son devotas del arte de Cúchares.
Sevilla es su Giralda, veleta que alegra al cielo y su maravillosa Catedral de belleza indescriptible.
Sevilla es su Plaza de España, donde hay un recuerdo para cada capital, una evocación a sus vecinos, porque sobretodo Sevilla es solidaria.
En los márgenes del Guadalquivir hay juncos que bailan por peteneras y lloran por alegrías, pidiendo al cielo veranos más suaves y lluvias para sus embalses.
 Sevilla es la tierra del naranjo y del pescaíto frito, donde la gente te saluda sin conocerte, donde los días se te hacen cortos al pasear sus calles, al visitar sus museos.
Sevilla también es flor y poesía al recorrer su parque de Maria Luisa, del Alamillo, de la Cartuja, al recrearte en los jardines de Murillo, de San Telmo, de Cristina, del Prado ó del Real Alcázar.
Como toda Andalucía, Sevilla es sol y luz resplandecientes y cuando sale la luna es un espejo de plata.
  
Amigo, seguiría y no pararía, Sevilla es orgullo de Andalucía y de España entera, dice la canción que tiene un sabor especial, yo creo que tiene numerosos sabores fundidos en crisol, del que ha emanado una sustancia etérea, que invade el ambiente y que se llama Alegría.
    Por eso cuando la despedía alejándome en el autobús, no pude evitar levantarme, y con la vista puesta en sus calles, exclamé con todas mis fuerzas:    ¡OLEee…!