sábado, 23 de marzo de 2013

Amistades

Mi amigo el chino. Bueno en realidad y para ser más exacto debía decir mi conocido el oriental, ya que como explico a continuación, no sé si es chino, coreano, japonés o de por ahí, pero como tiene los ojos rasgados y es bajito, lo primero que se me ha ocurrido es chino dado que, años ha, sólo conocíamos a los de aquel país. En cuanto a lo de amigo, lo dejaremos en conocido someramente, ya que ni siquiera se como se llama. Pero viste mucho eso de tener un amigo chino…. Bien, pues a mi amigo el chino, o de donde sea, le conocí de la siguiente manera. Acudo normalmente a un establecimiento que solo dispone de dos mesas, ya que su fuerte está en el despacho en barra, dada la premura de los concurrentes. Constituye una proeza ocupar una de dichas mesas, ya que varios semejantes pululan por la zona, para sentarse a leer el periódico mientras saborean un cafetito y digo semejantes porque, al igual que el que suscribe, carecen del odioso deber de fichar a la entrada del trabajo, en el que cesamos por Orden Ministerial, debido a la asiduidad y perseverancia mostradas en acudir al mismo durante excesivos años. Es decir que nos jubilaron. Bueno pues hallándome en la textura de solicitar permiso a un nativo o aborígen, que no mostraba rasgos cordiales, o al chino, digo oriental, que tan formalito contemplaba como paseaba la gente por la acera próxima, (he de aclarar que las dos mesas están situadas junto a una amplia puerta y puedes saludar a todos los conocidos que transiten), lo dicho, me decidí por el de los ojos entornados y con un gesto, señalando la silla del otro lado de su mesa, inquirí si podía ocuparla. El procedente del celeste imperio o aledaños, se puso ceremoniosamente en pié y saludándome con dos inclinaciones de cabeza me indicó el asiento vacío. No tuve más remedio que corresponder a los cabezazos. Bueno pues así empezó la juerga, ya fuera yo el sentado previamente o mi conocido, nos levantábamos y tras dos cabezazos hacia abajo, invitábamos al otro a tomar asiento. La conversación por supuesto es nula, él no habla español, ni catalán creo y por mi parte ignoro el mandarín y del segundo solo conozco “si us plau...” Mi conocido oriental, tiene el pelo blanco, como el que suscribe, usa gafas de lectura también como su compañero y se pasa las horas mirando a los transeúntes o sacando unos papeles rarísimos de su bolsillo, los examina cautelosamente y hace alguna anotación con su bolígrafo. Mientras, yo me zampo el periódico de pe a pa, incluyendo horóscopo y previsión meteorológica. Cuando plego gafas y periódico para partir, por lo general él continúa absorto en los transeúntes. A veces nuestras miradas se cruzan y los dos sonreímos con meneíto de cabeza incluido. Esta situación es un poco rara y consultando al camarero que se podría hacer, para romper el hielo, el listorro me dice que le pida me ayude a hacer el crucigrama… . Habida cuenta de los mil y pico millones, ¿por qué no nos enseñaron chino en vez de latín...? …