jueves, 3 de diciembre de 2015

Nuevo restaurante

Nuevo  restaurante.

  Llegamos al nuevo restaurante.   El local me da mosca, porque todo lo que montaban allí acababa cerrado.
Penetramos en el  local y un solícito camarero, algo oriental, nos acompañó a una mesa. A poco vino el que parecía ser el encargado, boli en mano nos entregó una carta de vinos, que parecía la lista de la lotería...
.- No, tráiganos el de la casa y una Casera.
.- Como manjares tenemos conejo estofado, ternera en salsa Orly, lenguado calabrés…
.- Mire tráiganos el conejo, que parece más hispano… ¿no…?
.- Para los dos, -agregó mi amigo-.
Rematamos el almuerzo con un helado de turrón y tras abonar la minuta, salimos a dar un paseo para bajar la comida, en el que se produjeron sendos eructus Magnus, que según Hipócrates son suspiros de satisfacción.
.- ¿Qué te ha parecido…, aceptable verdad?
.- Bueno, lo que no sabemos seguro es si era conejo o gato…
.- Pues ahora que lo dices, últimamente no se ve un gato por el barrio.

Mi amigo no sabía que yo era algo supersticioso, bueno un poco bastante, y aquella salvedad se me quedó dentro y de tal manera, que con disimulo y desde ese momento no hacía más que buscar con la mirada algún gato, que rectificase la opinión de mi amigo.
Al regresar a casa, ya con la tarde avanzada saludé a la portera:
.- Buenas noches doña Mercedes, ¿y su gatito, anda por ahí…?
.- ¡Calle, calle, que Manolo y yo tenemos un disgusto…!
.- ¡No me diga que ha desaparecido…!
.- No, que le atropelló un taxi y me lo trajeron reventadito…
Yo tenía que cerciorarme:
.- ¿Lo enterrarían, no…? Pobrecito.
.- Pues si, lo metimos en una caja de cartón y lo llevamos a la Casa de Campo. Allí al lado de un olmo a la derecha entierran a muchos…
.- Animalito, pues les doy mis condolencias.
No me quedé tranquilo y me dije: "Mañana voy a comprobar las sepulturas...”

A la mañana siguiente y tras el desayuno, en vez de decir “adios” a la familia, se me escapó un “Miauu…”, que los dejó con cara de haba.
En la Casa de Campo habían puesto un guarda al lado del olmo de marras. Pregunté el motivo y me aclararon:
.- Es que últimamente hay por aquí mucho meneo, sabe..
.
Fui al mercado y me eché al bolsillo tres sardinas que robé en la pescadería, me senté en un banco del Parque y me las comí crudas. Perseguí entre los arbustos a una gata en celo que me había enseñado el culo y salí de allí despavorido porque un bulldog la tomó conmigo. Me encontré a mi amigo en la cafetería, con la cara llena de arañazos sorbiendo un tazón de leche...
 Los dos nos mirábamos con tristeza, decidimos que aquel atardecer nos daríamos un paseíto por los tejados del barrio…




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miércoles, 11 de noviembre de 2015

OFICIOS ANTIGUOS



                           Oficios antiguos.

     A veces uno recuerda personajes de entonces…, que ya raramente se prodigan: el afilador, el pregonero de los trapos, muebles viejos y cacharros a vender y comprar, el lañador, el sereno, el cartero con su maletón, el que vendía por un real los resultados de los partidos a la salida del metro y otros tantos.
  Estos pseudo—oficios han ido desapareciendo. Algunos reaparecen en determinados momentos, como los barquilleros en las verbenas o algunas castañeras en fríos inviernos y cuando los veteranos los encontramos, parece que algo se nos sube a la garganta.
  Viene esto a colación por el recuerdo de una de mis últimas visitas verbeneras. No recuerdo la calle pero si el barrio, Latina, en una de sus calles estrechas. Entre dos bares, con olor a calamares y pescadito, distinguí a una anciana sentada en una banqueta plegable en actitud recogida, a su lado yacía sobre el suelo un botijo blanco de regular tamaño. Mi mente retrocedió más de cincuenta años, cuando en las calenturientas noches de Agosto,  recorríamos los puestos verbeneros con las manos en bolsillos, algo vacíos,  y la ilusión por tesoro. Solo podíamos acceder a las gentiles aguadoras.  Mi intención de penetrar en un  bar y beberme una cerveza se convirtió en un impulso repentino. Me dirigí a la mujer y tomando el botijo del suelo escancié un largo trago de agua, fresquita por cierto, y a continuación deposité una moneda de un euro en su mano. La mujer miró la moneda y levantó la mirada en la que vislumbré una sonrisa.       Creo que los dos nos sentimos felices…











jueves, 30 de julio de 2015

Cosas mías

Resulta que otra vez la antipática y pálida página desierta me desafía a rellenarla y no puedo permitir
que me presuma ausente de alguna comunicación, de tema alguno que compartir con mis posibles
 lectores, por ello voy a expresar un sentimiento que la mala fortuna me ha hecho albergar:
    Esta vez y por el accidente sufrido en mi viaje a la península, no me ha dado tiempo en dos
escasos días, contemplar, según costumbre, desde la Puerta de Alcalá esa visión, tan querida
 por mi, de la calle del mismo nombre hacía Cibeles y su hermanamiento en la lejanía
 con la Gran Vía, ( aquella que fue sede de criadas y de horteras,....como decía el chotis)
Una vista para mi entrañable, junto a otras que ahora imagino. Tampoco  he podido recorrer mi
Plaza de Santa Ana, donde viví muchos años junto al Teatro Español. Hoy mi antiguo hogar
 es un anexo del citado teatro, donde en mi juventud podía verse el mejor teatro de España:
Fuenteovejuna, La vida es sueño, Seis personajes en busca de autor, Don Juan Tenorio, Edipo,
Diálogos de Carmelitas, Un soñador para un pueblo, y tantas y tantas inolvidables.
 La plaza donde los niños jugaban y los poetas pensaban. Cafés y bares frecuentados por artistas,
toreros y  gitanos de tronío  Tampoco he podido recorrer la calle donde nací, Ibiza, entrar a su través
 por la puerta del Retiro. Recorrerlo y salir por la Cuesta de Moyano para recorrer sus casetas
de libreros de ocasión, todo un espectáculo. Finalizar en Atocha en el café del Brillante disfrutando
 unos calamares de lo mejorcito de Madrid, He tenido que prescindir de un rico pollo a la sidra
y chorizo  en la asturiana Casa Mingo, ¡otra vez será...!
  Y no me he podido asomar, con las manos en los bolsillos por si acaso, por la Ribera de Curtidores
para ojear ligeramente los ouyestos del Rastro.

     No importa,,,. están en mi corazón y por ahora me desquitaré con mi Playa de las Canteras,
que también es mía, donde su brisa y atardeceres también me hacen soñar.
¡Qué más quiero...!     Esto de ser Piscis se las trae....

miércoles, 15 de julio de 2015

MIS MULETAS



                                       MIS  MULETAS.

 Las muletas que por ahora utilizo me han dado a entender que soy conocido en el barrio.
Unos y otros cuando se cruzan conmigo me inquieren: ¿Pero qué le ha pasado…? ¿Cómo va eso…? ¿Mejorando,,,no…?  . Contesto: <<Pues sí, mejorando, poco a poco voy saliendo, y así…
Es inaudito la cantidad de gente que me conoce, personas que me he cruzado en mis paseos con las que nunca crucé palabra alguna, si acaso alguna inclinación de cabeza, conocidos de vista, se interesan por mi salud. Se apartan para cederme el paso, me facilitan el asiento en las terrazas, son curiosos y amables y yo agradecido correspondo a sus preguntas amablemente.
He tenido que caerme y verme obligado, quiera Dios que  temporalmente,  a precisar de unas muletas para darme cuenta de que no estoy solo y de la bondad de mis semejantes.
En adelante prometo prodigar mi saludo amigablemente, en correspondencia a esta amabilidad.

Se lo debo a mis muletas

sábado, 11 de julio de 2015

EL DERBY




   La sirena de interrupción del trabajo lanzó su bramido a los aires y Manolo salió disparado hacia los aseos y vestuario. De repente la cara se le iluminó de alegría. Recordaba que hoy era el día del derby, el partido de futbol entre su equipo favorito y su eterno rival y como quiera que era televisado, podría verlo cómodamente en su domicilio, aposentado en su sillón favorito, con un buen cubata a mano y unos pistachos de acompañantes.
   Miró su reloj de pulsera, todavía faltaba media hora y vivía a diez minutos de donde se encontraba, recordó que no tenía pistachos y se introdujo en el súper del barrio, adquiriendo una bolsa de tamaño respetable.
   Subió las escaleras de su casa de dos en dos y como un bólido penetró en el cuarto de estar, encendió la televisión, acomodó su sillón, preparó su cubata y esparció los pistachos en un plato. Todo estaba preparado.
  Por suerte no había nadie en casa y podría disfrutar del encuentro sin molestias.
  Ya acomodado presenció la salida de los equipos y el sorteo de campos. En ese momento sonó el timbre de la puerta y Manuel salió disparado a abrir, era su mujer regresando del supermercado, apareció cargada de bolsas.
    Manolo, échame una mano, he dejado cuatro bolsas en el portal porque no puedo con todo, haz el favor de subírmelas.
   Ya empezamos a xoder pensó para sí.
     Enseguida, cariño  —Y se tiró, más que bajó, escaleras abajo, con tan mala suerte que en el último tramo notó algo así como un tirón en la pierna izquierda, al que de momento no dio importancia.
   Depositadas las bolsas en la cocina, se encaminó a su trono, dio un sorbo al brebaje y se concentró en el derby.                                                                              
No llevaba diez minutos sentado cuando nuevamente surgió otro aviso.
Sonó el teléfono en el pasillo y pensó <<¿a qué es para mi,..leche..?
    Manolo te llaman por teléfono— se levantó con presteza y notó otra vez el tirón con algo más de intensidad. Se trataba al parecer, de un antiguo amigo.
 — Manolo, Manolete, ¿qué es de tu vida,  a qué no me conoces  chavalín?....
 — Pues así de golpe, la verdad no…
 — Soy Ricardo, el de los Donuts…
 — ¿Cómo de los Donuts?, no caigo..
     El que se sentaba a tu lado en el cole y siempre estaba comiendo Donuts. ¿No te acuerdas…?
   — ¡Claro hombre, claro! — ¡hay que joderse el de los Donuts, a la hora del partido! — ¿y cómo te va hombre— la pierna seguía jodiendo…-
  Pues tirando, ya sabes que me separé y…
— Pero si no sabía que te habías casado, ¿cómo coño voy a saber que estás separado?...
    Es verdad, pues como te decía…
    Perdona un momento, llaman a la puerta.
Corriendo y con el tirón jodiendo todavía más, fue al cuarto de estar a ver cómo iba el derby. A su equipo le habían expulsado dos jugadores y seguía empatado a cero. En ese momento llegó su hijo con un amigo.
Volvió al teléfono.
   ¿Cómo decías...?
   Pues eso que vivo sólo, bueno no tan sólo tengo un liguete por etapas para ir tirando, ¿oye, a ti te gustaba mucho el futbol, no…?
   Pues sí, precisamente…
 — Un día de estos es el derby, yo a veces lo veo por ahí, tengo la tele estropeada sabes.
 — Mira el derby es hoy y si no te importa voy a ver si puedo ver algo, ya nos veremos otro día…
— Natural hombre, ya nos veremos. -- Y colgó.
En el cuarto de estar estaban cómodamente repanchingados Manolín con su amiguete, del cubata y los pistachos no quedaba ni rastro y el partido estaba en el descanso.                                                         
 — ¡Ánimo papi, tu equipo sólo pierde por dos a cero y está con nueve...!  ¡Claro no le apoyas...! 
 ¡Será cabroncete el nene!, claro ha salido a mi suegra que no me puede ver.  Cojeaba ostensiblemente pero no se lo pensó dos veces, cogió la chaqueta y un paraguas para apoyarse y abrió la puerta de la calle, al salir su mujer le dijo desde el pasillo.
 — ¿Pero dónde vas a estas horas Lolo, y cojeando?.
 — ¡Qué no me llames Lolo, eso es cosa de tu madre! Me voy a ver el partido si puedo al bar, y no cojeo, es un baile nuevo. Me voy a tomar cuatro cubatas seguidos y medio kilo de pistachos y como esto no se arregle, no va a quedar un limpiaparabrisas sano en el barrio.
    Al entrar en el bar y tras echar una ojeada comprobó que estaba lleno, se apoyó en la barra desde donde, y entre cabezas, podía vislumbrar algo de la pantalla. Pero al cabo de un rato su vecino de barra se le quedó mirando y de repente exclamó:

   ¡Coño Manolo qué sorpresa, verte tan pronto, soy Ricardo, Ricardete...!



jueves, 18 de junio de 2015

LA EXPOSICION.

Hacxe ya algunas semanas acudí a presenciar una exposición de cuadros pictóricos en cierta capital, realizada por cierto autor, de cuyos nombres no acierto a acordarme.
Tratábase de una estancia de unos cien metros cuadrados de cuyas paredes pendían algo así como
 treinta y pico cuadros, así llamados, que recorrí casi por cortesía empleando más tiempo del que a
mi juicio era preciso. A su término y ya dispuesto a retirarme, observé que una señorita muy mona,
sonrisa en rostro repartía folletos recordatorios del evento.
Dispuesto a platicar un rato y observarla con más detalle, aguardé a quedarme el último y sin más
requiebros pregunté:
 -- Señorita, ¿me puede informar del horario del explicador...?
-- ¿El explicador, que es eso...? --contestó.
-- Pues tiene que haber alguien que explique esos cuadros, porque lo que es por mi parte y me imagino
que por la de la mayoría, me he quedado in albis. Es decir que no entiendo nada...
La gentil azafata esbozó una sonrisa resaltando sus encantos.
-- No me diga -- continué -- que una persona normalita puede discernir en esa híbrida combinación
de colores , en esas rayas atravesadas, rombos torcidos, ni en esa especie de silla sin asiento, algo identificable. Supongo que al igual que el Guernica, verdadero crucigrama, algo tiene que representar.
Pero  a mi el citado me lo explicaron pacientemente y algo se me quedó.  Aquí no veo por ninguna parte explicador alguno.
 Su dulce mirada no experimentó reacción alguna y pronta respondió:
  --Mire yo creo que todo es cosa de imaginación, cada uno imagina lo que quiere ver en realidad...
  --¡Y el que no aprecie nada que le zurzan no...!
  -- Bueno, yo estaba en el paro y me tienen aquí por horas...yo...
Un rictus mohino aprecié en sus bellos ojos. Reaccioné rapidamente.
  -- Claro, ¡Ya lo entiendo...! La verdadera exposición es la bella azafata en escena, es perfecta,
.los cuadros son para despistar...Muy ingenioso, recomendaré la visita a mis amistades.

Una amplia sonrisa iluminó sus facciones y la satisfación se reflejó en su rostro. 
La dejé con la felicidad dibujada en sus labios y yo también partí satisfecho al verificar lo poco
que cuesta a veces,  hacer felices a los demás...

viernes, 5 de junio de 2015

Orígenes



o   Sobre los orígenes.

  • Casi sin querer he percibido una conversación, en la mesa vecina de la cafetería que frecuento, que me ha hecho pensar sobre su grado de certeza. Intentaré describir lo mejor posible los comentarios escuchados.
  • Decía uno de ellos:
     A mí esto de las nacionalidades, de las regiones, de las provincias, etc., que hacen a muchos sacar pecho y provocan la consiguiente discusión comparativa, así como el afán desmedido de exaltar la propia idiosincrasia, con el evidente fin de ponerla un peldaño superior a las ajenas, me  parece ridículo. Es más creo que lo verdaderamente importante es el concepto de barrio.
     ¿Cómo de barrio…? —  interrumpía el otro —  explícate…
     Verás, a mí lo importante, lo que me interesa es mi hábitat, la zona en que vivo, el ambiente que me rodea. Y para definirlo, no hay nada más sencillo que la palabra barrio. No importa donde se haya nacido, o vivido largo tiempo sin llegar a echar raíces, lo que importa es lo que te rodea habitualmente, lo que respiras a diario y eso es mi barrio.
     Bien, pero el concepto barrio es un término poco…, digamos técnico.
  • Así de pronto, parece referirse a unas manzanas de viviendas, más o menos definidas, que forman un núcleo y cuyas agrupaciones dan lugar a las ciudades, entonces…
  • —Te equivocas, verás, mi barrio empieza en mi casa, en mi familia, en mis amigos presentes o ausentes, en los vecinos que saludo a diario al cruzármelos en la escalera o en la calle.
  • El barrio no está compuesto solo por casas. Mi barrio es la cafetería en la que tomó un cortadito todos los días, es el puesto de periódicos que visito, es la vendedora del cupón de ciegos a quien a veces me dirijo. Mi barrio es el corto camino que me conduce a la cercana playa, e incluso su Avenida, que por su amplitud también pertenece a otros barrios.
  • Mi barrio son las palmeras, algunas algo decrépitas, que pueblan las calles adyacentes, es el olor que desprende el pan caliente del horno cercano. También es mi barrio, ese extranjero que se sienta en un banco frente al supermercado, accionando un acordeón de aires tristones y solicitando una  ayuda, el perro perteneciente a cierto paseante, con el que a veces me cruzo y nunca me saluda y que por cierto me mira con aire de desconfianza (conocerá que platico contra las meadas caninas).
  • Mi barrio es el supermercado, que cada día cambia los anuncios de sus ofertas. Es la tienda de todo un poco, que a veces recorro sin fin alguno.
  • Mi barrio es la humedad ambiental en los días de calima y ese fresquito que circula en los atardeceres en primavera. También mi barrio son esos bancos que se me ofrecen, y utilizo a veces, para alivio de las articulaciones y el estanco de las quinielas donde la ilusión se estrella tantas y tantas veces.
·   En fin mi barrio son muchas cosas, supongo que como el de cada uno, y que constituyen mi vagar diario. El barrio no tiene dimensiones, puedes extenderlo hasta donde tu necesidad de campo vital precise, admite cambios de decoración y de personajes. No es un territorio cerrado. Amigo mío, el barrio es lo verdaderamente importante para cualquiera de nosotros.
·   No hace falta ponerle un nombre, da igual. Cuando alguien requiere mi origen, yo contesto simplemente:
·   “Yo soy de mi barrio, y en cuanto a mi patria, con toda certeza, mi patria empieza en mi barrio, es mi infancia…”

·   Bien, pues creo que me adhiero plenamente a este comentario.







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