viernes, 20 de marzo de 2020

El buscón.


                                  El buscón.



No alarmarse amigos lectores, no voy a referirme a la famosa obra picaresca del afamado escritor, esa es Buscón con mayúscula, tan solo es que como nos ha dejado el invierno, la época  de la tristeza, “Oh les feuilles mortes sur les parcs…”, de los poetas lánguidos y también de los recuerdos, pues me ha venido a la memoria una historieta acaecida allá por los 50, cuando en compañía de otro adolescente vagábamos por las instalaciones del Buen Retiro madrileño, sin otra obligación que contemplar el estanque, los inexpertos remeros y la acumulación de la hojarasca por doquier, como era de esperar dada la estación pasada.

Repetidas veces habíamos observado como un hombre, ya peinando prominentes canas, de unos sesenta años, revolvía con su bastón los cúmulos de hojas caídas, sin duda para dar lugar a otras renovadas en la próxima primavera, como efímeras inquilinas de paso que se sabían. Revolvía y revolvía por doquier y a veces se echaba mano al bolsillo del abrigo como guardando algo apreciado. Ya cansados de observar su conducta le preguntamos en una ocasión por el motivo de sus pesquisas.

El buen hombre nos miró fijamente esbozando una incipiente sonrisa:

—Veréis, sois todavía muy jóvenes…, es que a veces encuentro alguna que otra lágrima,  las que más suspiros de amores intensos que me impresionan vivamente. Las lágrimas si no son de felicidad, lo aprecio por su color, me las guardo en el  bolsillo para eliminarlas y los suspiros me producen  tan emocionantes sensaciones que luego las plasmo en mis escritos…

   Desde entonces aprendí lo que era ser poeta…


     ¡Gracias  amigo….!

   

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