lunes, 18 de diciembre de 2023

La última vez que vi Madrid...por ahora..-

 Bien, he vuelto a visitar la tierra que me vio nacer.

Y es que pasados unos meses sin recorrerlo, parece que me falta algo-

Necesito ver la puerta de Alcalá, la guinda de Carlos III, `pedalear Serrano

y Velázquez, comprobar que el Retiro está en su sitio y verificar que la 

Puerta del Sol sigue tan agitanada y bullanguera.

Ahora, por estas fechas disfrutas, junto al pelete, de una aire prenavideño y

 multitudinario de visitantes que aprovechan los puentes habidos para

visitar y conocer la capital, disputar a los autóctonos las entradas de los

teatros, los churros de los cafés y los soldaditos de Pavía (exquisitas frituras

de bacalao del bar Labra), haciéndonos padecer sendas colas...

Pero no importan las aglomeraciones ni el frío, se soportan con gusto

los guantes, la bufanda y el pesado anorak. Los madrileños queremos

 un Madrid para todos, somos generosos hasta la médula, por algo se dice

" De Madrid al Cielo y con un agujerito para no perderlo de vista" 

domingo, 25 de septiembre de 2022

El Retiro antaño

                                A vueltas con El Retiro.

 

Resulta que consultando las viejas crónicas del lugar al parecer existían en el viejo Retiro entre otras cosas, como Casa de Vacas con su vaso de leche con canela, un recinto de madera denominado Casa del rico y del pobre.

Se trataba al parecer de una pequeña construcción cercana a la puerta de coches en cuyo interior figuraban dos partes, una dedicada  a un craso y orondo personaje rodeado de toda clase de comodidades, mientras que la otra mostraba un semejante con lo contrario, todo desaliento y pobreza. No se precisa si sus figuras eran de madera o cera, da lo mismo.

 Yo deduzco que representaba para muchos la primera visita social a la vida. Parece que ambos conceptos eran algo exagerados, ni el rico es tan rico, ni el pobre lo es, la vida está algo más nivelada,…pero no demasiado.

Aquella caseta fue derribada, en su lugar se instaló una plazuela, era un monumento que había que superar y evitar, podría ser un museo al rencor. Las cosas no son siempre blancas o negras…hay tonalidades.

Hicieron bien en derribarla, había que evitar posibles alusiones.

 

 

 

                                 A vueltas con El Retiro.

 

Resulta que consultando las viejas crónicas del lugar al parecer existían en el viejo Retiro entre otras cosas, como Casa de Vacas con su vaso de leche con canela, un recinto de madera denominado Casa del rico y del pobre.

Se trataba al parecer de una pequeña construcción cercana a la puerta de coches en cuyo interior figuraban dos partes, una dedicada  a un craso y orondo personaje rodeado de toda clase de comodidades, mientras que la otra mostraba un semejante con lo contrario, todo desaliento y pobreza. No se precisa si sus figuras eran de madera o cera, da lo mismo.

 Yo deduzco que representaba para muchos la primera visita social a la vida. Parece que ambos conceptos eran algo exagerados, ni el rico es tan rico, ni el pobre lo es, la vida está algo más nivelada,…pero no demasiado.

Aquella caseta fue derribada, en su lugar se instaló una plazuela, era un monumento que había que superar y evitar, podría ser un museo al rencor. Las cosas no son siempre blancas o negras…hay tonalidades.

Hicieron bien en derribarla, había que evitar posibles alusiones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                                 A vueltas con El Retiro.

 

Resulta que consultando las viejas crónicas del lugar al parecer existían en el viejo Retiro entre otras cosas, como Casa de Vacas con su vaso de leche con canela, un recinto de madera denominado Casa del rico y del pobre.

Se trataba al parecer de una pequeña construcción cercana a la puerta de coches en cuyo interior figuraban dos partes, una dedicada  a un craso y orondo personaje rodeado de toda clase de comodidades, mientras que la otra mostraba un semejante con lo contrario, todo desaliento y pobreza. No se precisa si sus figuras eran de madera o cera, da lo mismo.

 Yo deduzco que representaba para muchos la primera visita social a la vida. Parece que ambos conceptos eran algo exagerados, ni el rico es tan rico, ni el pobre lo es, la vida está algo más nivelada,…pero no demasiado.

Aquella caseta fue derribada, en su lugar se instaló una plazuela, era un monumento que había que superar y evitar, podría ser un museo al rencor. Las cosas no son siempre blancas o negras…hay tonalidades.

Hicieron bien en derribarla, había que evitar posibles alusiones.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  

domingo, 29 de agosto de 2021

Peatones raritos

 

                                Peatones algo raros….

 

         Es domingo, caluroso como casi todos los días, este verano del año, que no de gracia, 21 nos trae fritos. Entre el calor, la panza de burro y los disfraces nos tiene contentos. Salgo de mañana tardía a la calle, y ha de ser algo tardía para que no se me alargue el paseo demasiado, no por no desearlo sino por no tener facultades para sobrellevarlo, tres horas a lo sumo y va que chuta…Me he cruzado con un enmascarado de pico blanco que me ha deseado un buen día con toda cordialidad, la verdad no sé quien era, pero le he correspondido  con una especie de ruido emergente desde mi bozal, tapabocas, mascarilla o como quiera llamársele, que utilizamos  por prescripción gubernativa siempre que tengamos próximo algún semejante aunque sea de buena familia. Unos pasos más adelante me he topado casi con doña Dolores, digo yo que sería…, me extrañó el acentuado color rubio de su pelo para su edad, portaba una careta tornasolada con estrellitas la muy coqueta y cojeaba ligeramente, me pareció algo más alta…, bueno a lo mejor no se trataba de la citada ya que la semana pasada ni era rubia ni cojeaba, sea quien fuera recibió mi gesto tipo saludo pseudomilitar y mi sonrisa agradecida, si es que se me veía algo tras la mordaza…

Al camarero del bar sí que le identifiqué enseguida por su especie de coletilla torera con que se adorna, claro está que tuve que esperar a que se volviera de espaldas y así sucesivamente me sucedía con todo bípedo que me cruzaba. Al fin localicé mi mesa del café, saqué el crucigrama y cambié de tema dedicando la imaginación a otro menester.

Pensándolo bien esta ocupación de adivinanzas es bastante divertida, lo que me mosquea una poco es que la mirada de los caninos me parece un poco de cachondeo….                 

 

martes, 6 de julio de 2021

El escritor y el maniquí

 

El escritor y el maniquí.

 

El escritor emprendió su habitual paseo, comenzando por su también habitual acera. Al pasar junto a los Nuevos Almacenes no pudo evitar fijar su mirada en el maniquí expuesto, le atraía aquella mirada ingenua de ojos azules, tan azules como inexpresivos, que miraban a ningún sitio, pero que le transmitían una extraña tranquilidad. Se detuvo un momento en su camino a la vez que percibía que las luces de la tienda empezaban a desaparecer, a la par que la puerta automática iniciaba su cierre. Su mente empezó a elucubrar que sería de la efigie ahora en la oscuridad, en silencio, sin nadie que le contemplara, sin que nada, ni nadie, perturbara la horrorosa soledad a que se veía sometido. Su trabajo era servir de base para lucir ropas diversas, produciendo bien la aprobación o la crítica de sus admiradores, pero ahora  no era nada, tan solo una sombra más del solitario escaparate.

¿Qué hacen los maniquíes en tales situaciones, qué raro corazón habita en sus fingidos cuerpos, qué experimentan al ver cambiados una y otra vez sus ropajes así como sus precios por otros, al notar alteradas sus posturas…?. Debe ser triste ser maniquí y no debe ser fácil desempeñar sus tareas.

Un atardecer le echó en falta, no estaba en su lugar habitual y así sucedió en días sucesivos. Sin dudarlo se dirigió al encargado de los Almacenes interesándose por el destino del maniquí de ojos azules.

El citado le condujo a un sótano donde le mostró el cementerio de diversos ejemplares todos tullidos, esperando no se qué extraño juicio final. Con todo respeto solicitó los restos de su maniquí  amigo, al que entre otras cosas le faltaba un brazo, para rellenar su despacho. El encargado le miró extrañado pero le complació en su petición.   Y allí se posó, en un rincón del despacho escuchando día tras día los inacabados poemas del ilusionado escritor, siempre mudo, pero nunca a oscuras. Cubierto con una bata azul aterciopelada parecía un ser de otra galaxia.

Un día la efigie se fue al suelo de cabeza, se le rompió una pierna sin arreglo posible. Lo envolvió en una manta y se dirigió a un campo cercano, cavó una ligera fosa e introdujo dentro el maltrecho maniquí. Al no poder cerrarle los ojos por ser inmóviles, los cubrió con un pañuelo para evitar que aquel azul celeste fuera dañado por la la tierra.

Cuando ahora pasa frente al escaparate, no puede evitar emocionarse al recordar los inmóviles ojos azules del maniquí, al que redimió de la eterna oscuridad y que escuchaba atentamente, con total respeto, sus ilusionadas poesías….

 

 

 

 

 

 

 

 

 

   

miércoles, 14 de abril de 2021

La calle Pozas

                     La  Calle  Pozas.

 

La calle Pozas es una calle chiquita de Madrid, algo empinada, situada en pleno centro de la capital, se accedía y accede a ella entrando por la calle del Pez, desde San Bernardo y se encuentra la primera a mano izquierda. Es una calle de pocos números que termina en una transversal, la calle del Espíritu Santo.

   ¿A qué viene tan detallada descripción… ?, pues viene a que recientemente , en mi última estancia en Madrid, pasé por la calle del Pez y mi vista tropezó con la subida a la calle Pozas. Yo he vivido en esa calle de pequeño, en el número 3, en casa de Doña Amparo. Estoy hablando del año 1944 o por ahí. En su constante pulular por las calles de Madrid, y siendo fiel seguidora de la tesis de que no hay por qué sujetarse a un determinado barrio, habiendo facilidades para cambiar, mi madre y yo recalamos en la citada calle durante unos meses,  antes del viaje a Canarias. Mi padre estaba haciendo su tournée teatral en provincias.

   Esforzándome por recordar tiempos ya caducados, penetré en un café de la zona y sentado en una mesa junto a una ventana que a la calle en cuestión asomaba y mientras saboreaba un café, vino a mi mente mi amigo Alfonsito.

  Alfonsito vivía en mi portal un piso más arriba y una tarde en que yo estaba sentado en el rellano, me abordó presentándose a  si mismo.

  .—¡Hola, soy Alfonsito…! (por entonces todos nuestros nombres acababan en “ito”, qué bonito, ¿verdad….?) y me ha dicho mi madre que baje a jugar contigo, que eres nuevo y no conocerás a nadie. ¿ Quieres que seamos amigos… ?.

  Ante aquel desparpajo de mi  desconocido vecino yo, que no era nada corto, quedé sorprendido y me apresuré a decirle.

—-   Pues claro, la verdad es que me cambio tanto de casa que cuando empiezo a tener amigos se me esfuman.

—  Yo tampoco tengo muchos amigos, pero te presentaré uno que vive ahí enfrente. -Me replicó señalándome un portal.—Te voy a dar un poco de chocolate, — y sin darme opción alguna partió su tableta por la mitad y me la puso en la mano.

   Alfonsito llevaba unas gafas redondas de las de casi culo de vaso y al ver que yo las observaba, me dijo que eran para curarse la miopía, pero que en un par de años se las quitarían.

       — Naturalmente, te quedarás muy bien. – Alfonsito esbozó una                               sa de agradecimiento y entonces supe que me lo había ganado.

    Con mi nuevo amigo y algún otro empecé a competir en el famoso deporte de las chapas. Comprábamos las caras de los futbolistas, las pegábamos dentro de las chapas, marcábamos con tiza un campo de futbol en el portal elegido y comenzábamos nuestra liga particular, de la que terminábamos cada día con los codos negros como tizos, las rodillas ídem de lo mismo y a pesar de las broncas maternas y de las porteras que a veces nos echaban a escobazos. Fuimos la generación de futuros seguidores del Madrid, del Barcelona, del Atlético  y demás competidores.                                                                       

   No creo que en la actualidad ningún niño con juguete alguno, llegue a disfrutar como nosotros lo hacíamos con nuestras aguerridas chapas.

   También me inició en el juego de las bolas o boliches, me llevó a un taller donde nos regalaban bolas de acero de cojinetes viejos y a los portales se ha dicho. Nosotros no fuimos niños de calle, fuimos niños de portal y más de un portero nos contemplaba extasiado mientras  competíamos, en tanto la portera, que nos ponía a parir,  iba a por la escoba…..

   Alfonsito era un poco más bajo que yo, pero listo como una ardilla y cuando salíamos a dar un paseo me pasaba graciosamente la mano por el hombro, en plan protector y amigo, y yo desesperaba hasta que llegaban las cinco, tras la obligada digestión, para bajar al portal y reunirme con mi amigo. Después y con motivo de mi viaje no volví a verle.

    Ahora forzando los recuerdos, cuando regresé de Canarias, allá por el año 50.un día me acerqué al barrio y pregunté a la portera por Alfonsito.

    —  Pues fue una desgracia, Alfonsito se ahogó en una piscina que creo se llamaba el Nido o algo parecido, hace unos años.

 

    Al evocar este recuerdo el café me supo amargo, pensé que no me había despedido de mi primer amigo, de Alfonsito cuando partí, y no tuve ocasión de decirle que siempre le recordaría, ni de comprobar si las gafas aquellas tan horrorosas le habían corregido la miopía.

    Salí del café algo abatido, lancé mi última mirada a la calle Pozas y tuve que sacarme el pañuelo del bolsillo, parece ser que algo me molestaba en los ojos…..  

 

 

 

 

  

lunes, 12 de abril de 2021

Entre suspiros...

                                   

No alarmarse amigos lectores, no voy a referirme a la famosa obra picaresca del afamado escritor, esa es Buscón con mayúscula, tan solo es que como nos ha dejado el invierno, la época  de la tristeza, “Oh… les feuilles mortes sur les parcs…”, de los poetas lánguidos y también de los recuerdos, pues me ha venido a la memoria una historieta acaecida allá por los 50, cuando en compañía de otro adolescente vagábamos por las instalaciones del Buen Retiro madrileño, sin otra obligación que contemplar el estanque, los inexpertos remeros y la acumulación de la hojarasca por doquier, como era de esperar dada la estación pasada.

Repetidas veces habíamos observado como un hombre, un buscón, ya peinando prominentes canas, de unos sesenta años, revolvía con su bastón los cúmulos de hojas caídas, sin duda para dar lugar a otras renovadas en la próxima primavera, como efímeras inquilinas de paso que se sabían. Revolvía y revolvía por doquier y a veces se echaba mano al bolsillo del abrigo como guardando algo apreciado. Ya cansados de observar su conducta le preguntamos en una ocasión por el motivo de sus pesquisas.

El buen hombre nos miró fijamente esbozando una incipiente sonrisa:

—Veréis, sois todavía muy jóvenes…, es que a veces encuentro alguna que otra lágrima,  las que más suspiros de amores intensos que me impresionan vivamente. Las lágrimas si no son de felicidad, lo aprecio por su color, me las guardo en el  bolsillo para eliminarlas y los suspiros me producen  tan emocionantes sensaciones que luego los plasmo en mis escritos…

           Entonces comprendí lo que era ser poeta… 

miércoles, 24 de marzo de 2021

La invitación

 

La invitación.                  

 

Se había empeñado en llevarme a comer al nuevo restaurante.

— Verás, es un local nuevo que acaban de inaugurar en la esquina al lado de los multicines. Donde antes había una papelería..

— Ya sé que papelería dices, donde una vez me vendieron un periódico de hacía tres días.

 — ¿Y no le dijiste nada, yo habría…?

.— ¿Qué no le dije nada…? Bueno, es que verás me fui con el diario a mi cafetería habitual y agazapado en la mesa del rincón inicié la lectura mientras el camarero me traía el café. Cuando lo trajo, echó una ojeada al periódico y comentó.

   ¿Qué…, buenas noticias…?-no apartaba la vista del diario-

   Pschh… las de todos los días. Nada interesante. Es que parece el mismo siempre

   Claro, claro…

Comprobé la “primitiva de ayer” y me llevé el sorpresón de verificar que me habían tocado 150 euros. Pagué y me dirigí al lotero a toda velocidad. Metió el boleto en la maquinita y observé con emoción la pantalla. Tras unos instantes apareció el letrerito: “boleto no premiado”. Me quedé tieso e interpelé al lotero: ¡Oiga eso debe estar equivocado, en el periódico dice que he ganado 150 euros, mire…! Entonces don Antonio, el lotero, que es muy buena persona y tiene más paciencia que un santo, se caló unas gafas mínimas, tomó el periódico y señalándome la fecha agregó: ¡Hombre, no compre usted periódicos atrasados, aunque sean más baratos...!

 A todo esto, se había formado cola y el cachondeo era de órdago…

— ¿Volverías a la papelería…, no?

 — Hecho una furia, pero el jefe se había ido al médico y estaba un niño tras el mostrador.  Me ha dicho mi papá que usted volvería, porque se ha llevado un diario de ese montón que son para devolver y a lo mejor no le gusta…

Me quedé mirándole, sin saber si lanzar un berrido o no, y calmado contesté:

 —Pues dile a tu papá que sí, que me ha gustado y además no lo había leído. Pero como no he visto su esquela, se lo devuelvo. Y ahora dame el de hoy…

Llegamos al nuevo restaurante.

  El local me da mosca, porque todo negocio que montan aquí acaba cerrado.

Penetramos en el nuevo local y un solícito camarero, algo oriental, nos acompañó a una mesa. A poco vino el que parecía ser el encargado, boli en mano nos entregó una carta de vinos, que parecía la lista de la lotería.

   No, tráiganos el de la casa y una Casera.

— De manjares tenemos conejo estofado, ternera en salsa Orly, lenguado calabrés…

  Mire, tráiganos el conejo, que parece más hispano… ¿no…?

— Para los dos,—-agregó mi amigo.

Rematamos el almuerzo con un helado de turrón y tras abonar la minuta,  salimos a dar un paseo para bajar la comida, en el que se produjeron sendos eructus Magnus , que según Hipócrates son suspiros de satisfacción.

 — ¿Qué te ha parecido el menú…, aceptable verdad?.—  Bueno, lo que no sabemos seguro es si era conejo o gato…

  Pues ahora que lo dices, últimamente no se ve un gato por el barrio.

 

Mi amigo no sabía que yo era supersticioso, bueno un poco…, y aquella salvedad se me quedó dentro y de tal manera, que con disimulo y desde ese momento no hacía más que buscar con la mirada algún gato, que rectificase la opinión de mi amigo.

Al regresar a casa, ya con la tarde avanzada saludé a la portera:

 —Buenas noches doña Mercedes, ¿y su gatito, anda por ahí…?

 —¡Calle, calle, que Manolo y yo tenemos un disgusto…!

 —¡No me diga que ha desaparecido…!

 —No, que lo atropelló un taxi y me lo trajeron reventadito…

    Pero yo tenía que cerciorarme:

    ¿Lo enterrarían, no…? Pobrecito.

 —Pues sí, lo metimos en una caja de cartón y lo llevamos a la Casa de Campo. Allí en la entrada, al lado de un olmo a la derecha entierran a muchos…

   Animalito, pues les doy mis condolencias

.

No me quedé tranquilo y me dije: << mañana voy a comprobar las sepulturas>>

A la mañana siguiente y tras el desayuno, en vez de decir “adios” a la familia, se me escapó un <<Miauu…>>, que los dejó con cara de haba.

En la Casa de Campo habían puesto un guarda al lado del olmo de marras. Pregunté el motivo y me aclararon:

 — Es que últimamente hay por aquí mucho meneo, sabe..,buscones...

  Fui al mercado y me eché al bolsillo tres sardinas que robé en la pescadería, me senté en un banco del Parque y me las comí crudas. Perseguí entre los arbustos a una gata blanca en celo que me había enseñado el culo y salí de allí despavorido porque un bulldog la tomó conmigo. Me encontré a mi amigo en la cafetería, con la cara llena de arañazos sorbiendo un tazón de leche. Los dos nos mirábamos con tristeza, decidimos que aquel atardecer nos daríamos un paseíto por los tejados del barrio para pasar el rato…

 

                                                        J.L.G.R.