La copla.
Hay recuerdos y
recuerdos, pero algunos se han quedado impresos en esta mente que tenemos por
ordenador personal y que en determinadas ocasiones saltan a la palestra y nos
producen una agradable y tierna evocación.
Para aquel que
ahora aludo, tengo que situarme en el patio de butacas del Teatro Calderón de
Madrid, un atardecer. Cierro los ojos, las luces se van extinguiendo poco a
poco y el silencio se apodera del local. Una guitarra muy lentamente va
percutiendo sus cuerdas y el escenario se ilumina con acusada lentitud, acompañando unos sones andaluces que
pueden ser seguidillas, alegrías o
peteneras, no sé…, a mi me suenan a España.
De entre las extintas sombras va apareciendo
una figura sobre el escenario, es un hombre bajito con un sombrero cordobés en
la mano que al cesar la guitarra entona con su armónica voz una canción que
suena algo así… “como una mare no hay ná…, un hijo la pone buena…, con un
beso…, con un beso nada más…”
Al percatarse de
su aparición el público se pone en pié, le reconocen, le aplauden a rabiar, es
el Gran Juan Valderrama, el rey de la copla española, y la ovación atronadora inunda
de alegría a los asistentes y pone al descubierto alguna que otra lágrima sentimental. Es lo mejor de la copla
española que en nada tiene que envidiar al folklore de cualquier país. Tiene
raíz andaluza, pero es acusadamente nacional, cien por cien, y sus letras llegan adentro.
Juanito se ha
lucido, El emigrante, La mare mía, Cortijo de los mimbrales, Pena mora, todo un
repertorio. Nunca un cantaor tan menudo levantó ovaciones tan grandes.
Abro los ojos y
vuelvo a la realidad, un recuerdo emocionante.
¡Qué me quiten
lo bailao….!
J.L.G.R.
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