miércoles, 8 de abril de 2020

La Póliza



                                  La Póliza.

 

Acabo de leer una novela, de las antiguas, de las buenas, en las que se hacía referencia a esta palabra, que fue maldita para muchos y durante mucho tiempo.

Siempre que se cursaba alguna solicitud, sea del tipo que fuere, el agrio, por lo general, ocupante de la ventanilla de atención al público, tras calarse a fondo las gafas y leer detalladamente el contenido del escrito, levantaba la vista y lanzaba la pregunta maldita . “¿Y la poliza…?”

Generalmente en los organismos oficiales y para mantener el orden se aposentaban una pareja de  Grises, Policía nacional, que paseo arriba y abajo intimidaban a la concurrencia sin duda con la mejor de las intenciones.

Al recibir la airada pregunta del ventanillero y observar de reojo el vaivén de los antes citados, automáticamente te ponías amarillo y con sensación de diarrea.

    ¡Ay madre que es eso…¡—exclamabas con la voz en un hilo.

    Pero hombre, ¡no sabe usted que las instancias tienen que ir acompañadas de una póliza…!

    ¿Y eso que es…?

    Pues mire es una especie de sello, como los de correos, que venden en los estancos. En la esquina hay uno.

Dirigido al estanco y tras la pertinente cola, ya era la segunda que hacía, el estanquero me inquirió: “¿Una póliza  de cuánto…?

— ¡Sopla…yo que sé…!, mire yo lo que quería es tirar un tabique…

— A mí no me cuente usted su vida. ¿De cuánto …!

—¡Qué precio tienen …?

— Pues de 5, 25, 50 pts…

—No sé …, como el tabique es pequeño, démela de 25, creo bastará.

Personado de nuevo en la oficina relacionada, pretendí saltarme la cola, pero ante el abucheo general uno de los grises me señaló el final de la cola. Tercera.

—Hombre usted otra vez…

—Sí, con la póliza de marras…

      —Aquí sobra dinero…

      Una vez sellada,  recepcionada  y con el resguardo en

     mano, añadí:

    Quédese la vuelta y sonría …¡coño..!.





                                                  



               


domingo, 5 de abril de 2020

ADAS



                   Suplicada  y  Subrayada.     

Aquí tenemos dos “adas” que tienen para mi sus recuerdos. Tiempo ha, pero  mucho ha, hice cola en la venta de sellos de Correos y Telégrafos de mi pueblo y al retirarme de la ventanilla para pegarlos en sus sobres correspondientes, una señora mayor me pidió que escribiera con mayúsculas  “SUPLICADA”  en un sobre que me tendió. Yo, que ignoraba este procedimiento, le ofrecí un sello al efecto pero lo rechazó diciéndome: “no hace falta, con esto llega…” Estoy hablando de los años cincuenta y tantos, claro está que no andábamos muy boyantes. El caso es que yo , recordando aquello y pasados algunos años, ensayé la maniobra. Y funcionó…, la carta llegó a su destino. No sé qué pasaría en la época actual pero me imagino la cara del sellador de aquellos tiempos  al ver que no había sello alguno, se diría: “pobre hombre o mujer…” y, con una sonrisa, sin más la pasaría por alto, estampando el sello correspondiente. Hoy en día, ¿haría lo mismo…? No sé…

   El otro “ada”, subrayada, tiene otra miga. Sobre las 15 ó 16 años yo solía ir los domingos al futbol, a ver a mi Madrid y lo hacía en compañía de algunos amigos, pero un día Iba a llegar un poco más tarde, como mis amigos eran los que sacaban las entradas me dijeron: “tu entrada se la dejamos al portero de la puerta 31, pregunta por Manolo…”

  Total que llegué con 15 minutos de retraso y el tal Manolo me entregó un sobre que anunciaba “para entregar a José Luis Guijarro “. Pero sin subrayar el nombre, aquello me mosqueó…Yo cuando envío algo a alguien subrayo con firmeza el nombre del destinatario. que no quepan dudas. Más que mosca, contemplé el espectáculo y a su término increpé al remitente del sobre…, por la ausencia de la rayita.

Claro…, aquella tarde perdió el Madrid….     J.L.G.R.