Sin poder
definir exactamente el motivo, lo cierto es que siempre me atrajo el nombre e
historia de esta calle madrileña, por ello me gusta recorrerla como hacía en mi
juventud, desde su inicio, en la Plaza de Tirso de Molina, hasta la Ronda de
Valencia donde finaliza.
Para situar
al lector, puntualizaré que es una de las calles del más castizo Madrid, del
barrio de Lavapiés, donde por desgracia los usos y costumbres han cambiado
mucho. A ella van a parar sucesivamente otras típicas callejuelas madrileñas
como la calle de Juanelo, la de la Esgrima, la de la Encomienda, Dos hermanas,
la calle del Oso, Cabestreros, Caravaca y Tribulete. Todo un repertorio en el
que se ha basado gran parte de la leyenda, la zarzuela y el cuplé del Madrid de
antaño.
Parece ser
que allá por el siglo XVII, un tal Simón Miguel Paredes fundó en la misma un
mesón de lo mejorcito de por entonces y desaparecido el mismo, vinieron a dar a
la calle el nombre del mesonero.
Es un calle estrecha del Madrid de capa y espada, que
baja, en acusada cuesta desde su origen hasta la Ronda y un barrio de gente
humilde, en su origen pasteleros, carboneros, lañadores y demás profesiones,
por cierto sus antiguos pasteles de carne no se sabía exactamente de que clase
de carne eran, y por donde seguramente andaba el famoso Alatriste, quien a
juzgar por sus andanzas no sería de extrañar. En el Madrid de entonces había
muchos Alatristes sin otro oficio ni beneficio. También fue calle de nodrizas,
exuberantes y bien dotadas amas de cría procedentes del agro, quienes tenían un
medio de vida ofreciendo sus servicios a quien los precisara. En ella se
encuentra la Plaza de la Corrala, la de las zarzuelas y en mi juventud alguna
que otra churrería era punto de parada y degustación.
Los vecinos
podían hablarse desde sus casas, desde una acera a la de enfrente en muchas
zonas, dada su estrechez y antaño, según dicen, la lengua de Arniches pululaba
en cada esquina.
Allí, casi
al principio estaba, no sé si seguirá, la Peña Mariano, una de las más antiguas
y conocidas Peñas del Real Madrid.
Pero de lo
que más me acuerdo es de la barbería del Sr. Felipe, familiar de un amigo mío.
En realidad la barbería era de tres socios, el Sr. Felipe parlanchín y forofo
del Madrid te ponía al tanto de todos los dimes y diretes del Club mientras te
cortaba el pelo, era mi preferido; luego estaba don Roberto, de edad más
avanzada y experto en el arte de Cúchares que enriquecía sus cortes de pelo con
ostentosos pases de pecho o chicuelinas en el centro de la barbería, se lo
sabía todo en tauromaquia. Por último el señor Sebastián era experto en vinos,
Valdepeñas era la mayor productora, la Rioja era sublime y La Ribera del Duero
el colmo del éxtasis, conocía todas las cosechas y cuando pillaba a otro
experto en el tema bajo sus tijeras, no dejaba descansar a la sinhueso.
Era una
barbería de lo más divertido, yo diría que las tijeras de aquellos barberos
tenían música de organillo en sus chasquidos. La minuta que me pasaba por sus
servicios, era invitar al Sr. Felipe a un vaso de vino en el bar de enfrente.
Si existiera
el título, yo incluiría a la calle Mesón de Paredes en el Patrimonio Histórico
Callejero de la Comunidad de Madrid, por su historia, su casticismo y
representar a unas gentes que eran de lo más guapo, simpático y generoso de la
villa.
Hoy en día
ha cambiado mucho, dada su antigüedad y bajo precio en alquileres, ha servido
de asiento a variados inmigrantes que la pueblan, que también tienen derecho…y
como ya los castizos no circulan…
El caso es
que a mi me sigue oliendo a churros calientes cuando la recorro, e imagino
algún que otro barquillero en sus esquinas, dándole vueltas a la ruleta bajo las notas alegres de
la Verbena de San Cayetano.