domingo, 22 de mayo de 2016
Mis calles, mi barrio....
En mi reciente visita a la capital del reino y con motivo de un largo paseo he tenido
la ocurrencia, la desdichada ocurrencia, de recalar en una zona donde transcurrió parte
de mi niñez. Se trata de un barrio tan céntrico como antiguo y que evidentemente ha sido
dejado de la mano de Dios. Comercios desaparecidos, no reemplazados, de los que solo restan
cierres poblados de rasgos grafíticos, menguados bares que no han progresado lo más mínimo.
Barrio de calles estrechas y oscuras que ahora parecen raquíticas, restaurantes económicos desaparecidos y sensación permanente de inseguridad y suciedad.
No existe mi vieja Academia donde hice un año de bachiller, ni la tienda de ultramarinos
donde mi madre solía adquirir alimentos, ni la panadería que regentaba el padre de un compañero
de estudios, ni la fumistería, oficio desaparecido, del padre de otro. Tampoco el almacén donde se
batían los colchones de lana de la época... Nada ha sido sustituido ni mucho menos actualizado,
simplemente abandonado o suprimido. Convertida en zona peatonal se circula esquivando rodantes
de todo tipo. Yo creo que el Sol no se atreve a asomarse por allá ni a tiros.
He acelerado mi huida hacia la próxima Gran Vía en busca de un taxi que me traslade hacia mi residencia provisional y borre de mi vista tan desagradable visión, conteniendo una lágrima de
rabia más que de otra cosa.
Al comentarme el taxista la explendidez del día que parecía establecerse, tan solo acerté a
responder no sin cierta ironía: ¿Usted cree...?
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