jueves, 25 de marzo de 2010
Campanero, que repiquen...
Campanero que repiquen
con fuerza tus tres campanas,
que la he mirado y me ha visto
cuando en la plaza paseaba.
Que en su boca una sonrisa
ha dibujado su cara,
y un espasmo de alegría
ha recorrido mi estampa.
Que sus ojos diamantinos
perlas en rostro engarzadas,
han brillado de ilusión
al sostener mi mirada.
Que su mano levemente
una seña me enviaba,
mientras con porte garboso
hacia la ermita cruzaba.
Que su cuerpo de amazona,
espiga al viento lanzada,
suspiros de mil caricias
mi mente loca soñaba.
Que cuando dejo de verla
parece que el Sol se apaga,
que no hay verano ni invierno,
ni atardecer ni alborada.
Que no hay vida en este ser,
sin su presencia sultana.
¡Dale fuerte campanero,
que echen fuego tus campanas...!
J. L. G. R.
sábado, 20 de marzo de 2010
Vecinos incómodos
Vecinos incómodos.
Mi vecino el del quinto tiene un perro y el del octavo tiene otro, bueno no se si serán perros o perras pero el caso es que los tales, también son vecinos míos.
No creo que haya nada escrito sobre “Derechos y obligaciones de los perros vecinales”, pero debería haberlo. En primer lugar, no debían oler a perro. Y ustedes se dirán y ¿cómo describir el olor a perro?, pues es una mezcla entre orín caducado y ron barato. Cuando me tropiezo con algún vecino portador del animalito en el ascensor, porque los meten en el ascensor y no debían, y como salutación me dirige:
-“Buenos días , parce que hoy va a hacer buen día…”-
Me dan ganas de contestarle
.- Si, pero huele a perro…,-pero uno como quiere ser diplomático, le musita-
Estupendo día para dar una vuelta con el perrito…
Y el cuadrúpedo enano, que parece que entiende, se me acerca y me da un lametón en un zapato de Lurueña, (lo que faltaba para el duro…).
.- ¡Quieto Lolo, eso no se come…!-¡encima..!-
Yo me apresuro a tomar la dirección contraria a mi vecino, aunque me apeteciera charlar con él, pero Lolito no me deja andar a gusto y acabo con la correa entre los…
Tengo por seguro que antes de llegar a la esquina, Lolo habrá elegido la llanta mas costosa de todo el barrio, el cabrito las mira una a una, para prodigarle la primera meada de la mañana, la fuerte, la que se usa para el análisis…
Cuando están a distancia respiro aliviado y en el fondo compadezco a mi contiguo, que tres veces al día con ganas o sin ellas, tiene que enfilar la calle con una hoja de periódico en la mano, a lo mejor ni lo ha leído, para recoger las expulsiones sólidas del peludo.
¡Caramba, si tanto los quieren porque no les enseñan a hacer sus cosas en casita..! Como por otra parte las autoridades competentes, salvo casos concretos, no están por la labor de crear parques para perros, con los medios adecuados de limpieza, los caninos tienen las ciudades hechas un asquito, pies de árbol, farolas y esquinas sirven de perico para sus olorosas aguas menores. ¡Y esto no lo remedia nadie…! Pero peor es el del inquilino del octavo, que no se como se llama, ni pajolera falta que hace. Ese o esa, es romántico y cuando los propietarios se largan de belingo nocturno, entona un Te Deum inacabable que hace las delicias de todos los vecinos con ventana al patio. Hay quien, fuera de si, exclama:
.- ¡Cállate cabri…!, terrorista...
Pero el pobre gime hasta que cae agotado o llegan sus cariñosos…dueños.
A mi no me desagradan los perros, algunos tienen hasta mirada humana, como decía Umbral, y sentimientos envidiables, pero los inconvenientes expuestos hacen que no sean unos vecinos deseables y más adecuados para una casita en el campo o algo así…
Si algún lector tiene perro…,que me perdone.
Mi vecino el del quinto tiene un perro y el del octavo tiene otro, bueno no se si serán perros o perras pero el caso es que los tales, también son vecinos míos.
No creo que haya nada escrito sobre “Derechos y obligaciones de los perros vecinales”, pero debería haberlo. En primer lugar, no debían oler a perro. Y ustedes se dirán y ¿cómo describir el olor a perro?, pues es una mezcla entre orín caducado y ron barato. Cuando me tropiezo con algún vecino portador del animalito en el ascensor, porque los meten en el ascensor y no debían, y como salutación me dirige:
-“Buenos días , parce que hoy va a hacer buen día…”-
Me dan ganas de contestarle
.- Si, pero huele a perro…,-pero uno como quiere ser diplomático, le musita-
Estupendo día para dar una vuelta con el perrito…
Y el cuadrúpedo enano, que parece que entiende, se me acerca y me da un lametón en un zapato de Lurueña, (lo que faltaba para el duro…).
.- ¡Quieto Lolo, eso no se come…!-¡encima..!-
Yo me apresuro a tomar la dirección contraria a mi vecino, aunque me apeteciera charlar con él, pero Lolito no me deja andar a gusto y acabo con la correa entre los…
Tengo por seguro que antes de llegar a la esquina, Lolo habrá elegido la llanta mas costosa de todo el barrio, el cabrito las mira una a una, para prodigarle la primera meada de la mañana, la fuerte, la que se usa para el análisis…
Cuando están a distancia respiro aliviado y en el fondo compadezco a mi contiguo, que tres veces al día con ganas o sin ellas, tiene que enfilar la calle con una hoja de periódico en la mano, a lo mejor ni lo ha leído, para recoger las expulsiones sólidas del peludo.
¡Caramba, si tanto los quieren porque no les enseñan a hacer sus cosas en casita..! Como por otra parte las autoridades competentes, salvo casos concretos, no están por la labor de crear parques para perros, con los medios adecuados de limpieza, los caninos tienen las ciudades hechas un asquito, pies de árbol, farolas y esquinas sirven de perico para sus olorosas aguas menores. ¡Y esto no lo remedia nadie…! Pero peor es el del inquilino del octavo, que no se como se llama, ni pajolera falta que hace. Ese o esa, es romántico y cuando los propietarios se largan de belingo nocturno, entona un Te Deum inacabable que hace las delicias de todos los vecinos con ventana al patio. Hay quien, fuera de si, exclama:
.- ¡Cállate cabri…!, terrorista...
Pero el pobre gime hasta que cae agotado o llegan sus cariñosos…dueños.
A mi no me desagradan los perros, algunos tienen hasta mirada humana, como decía Umbral, y sentimientos envidiables, pero los inconvenientes expuestos hacen que no sean unos vecinos deseables y más adecuados para una casita en el campo o algo así…
Si algún lector tiene perro…,que me perdone.
jueves, 18 de marzo de 2010
Memorias de un colchón romántico
En realidad yo nunca quise ser un colchón. Yo era un cojincillo, casi almohadón, que vivía placidamente ubicado en la esquina de un sofá, el cual prácticamente no era usado por nadie, excepto cuando un tipejo con cara de primo visitaba a la señorita de la casa. El citado, de vez en cuando, la tomaba de las dos manos y, mirándola fijamente a través de sus quevedos, (llevaba unos aumentos de siete a ocho dioptrías), la decía con voz lánguida que era su media naranjita.
La nena, que era bastante salidilla, estuvo un par de veces a punto de cogerme, y de un manotazo plantarme bajo sus riñones para ponerse panza arriba, y ver si el cegato se arrancaba por peteneras, pero yo creo que tenía miedo de que el aludido apuntara mal, y la sacara un ojo….El caso es que nunca lo intentó.
Tras esta aburrida experiencia, pasé a ser cedido junto a otros cachivaches, sofá incluido, a una sobrina de mis propietarios recién matrimoniada, y que tenía carencia de mobiliario, tras su unión con una guardia civil.
Aquí pasé por una época digamos non grata, ya que el del tricornio cogió por costumbre situarme sobre una mesita, para a continuación endiñarme sus dos pezuñas encima, con el fin de aliviar la fatiga habida durante el servicio diurno realizado. Por ello fui sometido a notable presión, así como obsequiado con un aroma indescifrable.
Como siempre fui un cojín educado, le disculpaba ya que al pobre al ser novato, le asignaban patrullas pedáneas de transporte de presos de aquí para allá y regresaba tullidito al hogar. A mi me daba pena y soportaba estoicamente su peso y emanaciones adjuntas, así un día tras otro, pensando que de alguna forma tiene uno que ganarse el cielo.
Pero de la noche a la mañana y sin explicación alguna, me vi postergado y eliminado junto a mi entorno, al ser substituidos por un moderno tresillo, sin duda adquirido en cómodos plazos, y al decir retirado, quiero decir transportado a otra plaza. Tratábase de una planta de reciclaje de lanas; olvidé decir que yo era de una lana excelente, procedente de una notable familia de ovejas de Valladolid, y descendiente de un linaje de tiempos de Fernán González, con lo que el tal reciclaje y posterior mestizaje, no me agradaron en demasía. Como digo, fui reciclado y transformado, junto a otros semejantes, en un abultado colchón de lanas de mil leches, teniendo la desgracia de quedar ubicado en la zona central, que como se verá posteriormente es la zona de los vapuleos.
Por tanto quedé incluso en aquel cacareado y primitivo colchón, todo lana.
Del almacén, donde apilado con otros semejantes las pasé canutas, sin tomar el aire en dos meses, me transportaron al domicilio de unos hippies y arrojado, más que depositado, a un extremo de una habitación.
Allí, habitaban un par de colchones más con un aspecto horroroso. Lucían quemaduras por varias zonas y tenían un tono algo chungo, así como amarillento tirando a caca.
Mi estancia, en esta desdichada morada, fue de pena. Poblada por bípedos/as, en pelota picada, que no sé por qué todos se llamaban coleguitas, cabalgaron sobre mis carnes, digo sobre mis lanas, y hubo noches irrespirables, en las que fui sometido a un constante vapuleo. Asimismo, varias colillas dejaron su huella impresa en mi epidermis, y quedé impregnado de algo así como olor a ron caducado. Total una desgracia.
Un día, agentes del orden entraron a saco en el apartamento, y se llevaron a todo bicho viviente escaleras abajo, mientras cantaban eso de: “qué será lo que tiene el negro…”. Mis compañeros y yo llorábamos de alegría.
¡Habíamos logrado la libertad!, pero acompañada de una inmensa soledad…
Quedamos allí abandonados, hasta que un buen día, entró en mi vida don Felipe.
Don Felipe era un sin techo que vivía de la caridad y dormía donde podía, era una buena persona a la que la vida le había sacudido un buen palo, dejándole en la indigencia más absoluta. Penetró en el apartamento casi a escondidas, nos echó una mirada y tras realizar su elección, me echó en su hombro, emprendiendo la fuga con toda cautela. Me salvó la vida ya que a los tres días se incendió la casa.
Ahora, soy feliz, don Felipe ha cepillado con agua jabonosa toda mi extensión, ha cerrado mis heridas colocando amplias tiras de esparadrapo, me ha dotado de una sábana, algo usada, pero sábana al fin y al cabo; también tengo una manta, un poco rajadilla eso si, a cuadros, así como escocesa... Me airea todas las mañanas y se comporta como un verdadero compañero. Vivimos bajo un puente en San Fernando de Henares, es un puente de un arroyo secundario, muy tranquilo.
También me ha bautizado, me llama “piltra”, por lo cual le estoy muy agradecido, y cuando se despide de sus colegas, por las noches, dice: “Me voy a la piltra“.
Cuando amanece, se levanta, mira al cielo y con los brazos alzados grita:
, “Piltra somos libres…”
¡Es un sol..! Uno es un romántico, ¡qué se le va a hacer!
Esta es mi corta historia. Mañana, Dios dirá…
--------------------------
J.L.G.R
La nena, que era bastante salidilla, estuvo un par de veces a punto de cogerme, y de un manotazo plantarme bajo sus riñones para ponerse panza arriba, y ver si el cegato se arrancaba por peteneras, pero yo creo que tenía miedo de que el aludido apuntara mal, y la sacara un ojo….El caso es que nunca lo intentó.
Tras esta aburrida experiencia, pasé a ser cedido junto a otros cachivaches, sofá incluido, a una sobrina de mis propietarios recién matrimoniada, y que tenía carencia de mobiliario, tras su unión con una guardia civil.
Aquí pasé por una época digamos non grata, ya que el del tricornio cogió por costumbre situarme sobre una mesita, para a continuación endiñarme sus dos pezuñas encima, con el fin de aliviar la fatiga habida durante el servicio diurno realizado. Por ello fui sometido a notable presión, así como obsequiado con un aroma indescifrable.
Como siempre fui un cojín educado, le disculpaba ya que al pobre al ser novato, le asignaban patrullas pedáneas de transporte de presos de aquí para allá y regresaba tullidito al hogar. A mi me daba pena y soportaba estoicamente su peso y emanaciones adjuntas, así un día tras otro, pensando que de alguna forma tiene uno que ganarse el cielo.
Pero de la noche a la mañana y sin explicación alguna, me vi postergado y eliminado junto a mi entorno, al ser substituidos por un moderno tresillo, sin duda adquirido en cómodos plazos, y al decir retirado, quiero decir transportado a otra plaza. Tratábase de una planta de reciclaje de lanas; olvidé decir que yo era de una lana excelente, procedente de una notable familia de ovejas de Valladolid, y descendiente de un linaje de tiempos de Fernán González, con lo que el tal reciclaje y posterior mestizaje, no me agradaron en demasía. Como digo, fui reciclado y transformado, junto a otros semejantes, en un abultado colchón de lanas de mil leches, teniendo la desgracia de quedar ubicado en la zona central, que como se verá posteriormente es la zona de los vapuleos.
Por tanto quedé incluso en aquel cacareado y primitivo colchón, todo lana.
Del almacén, donde apilado con otros semejantes las pasé canutas, sin tomar el aire en dos meses, me transportaron al domicilio de unos hippies y arrojado, más que depositado, a un extremo de una habitación.
Allí, habitaban un par de colchones más con un aspecto horroroso. Lucían quemaduras por varias zonas y tenían un tono algo chungo, así como amarillento tirando a caca.
Mi estancia, en esta desdichada morada, fue de pena. Poblada por bípedos/as, en pelota picada, que no sé por qué todos se llamaban coleguitas, cabalgaron sobre mis carnes, digo sobre mis lanas, y hubo noches irrespirables, en las que fui sometido a un constante vapuleo. Asimismo, varias colillas dejaron su huella impresa en mi epidermis, y quedé impregnado de algo así como olor a ron caducado. Total una desgracia.
Un día, agentes del orden entraron a saco en el apartamento, y se llevaron a todo bicho viviente escaleras abajo, mientras cantaban eso de: “qué será lo que tiene el negro…”. Mis compañeros y yo llorábamos de alegría.
¡Habíamos logrado la libertad!, pero acompañada de una inmensa soledad…
Quedamos allí abandonados, hasta que un buen día, entró en mi vida don Felipe.
Don Felipe era un sin techo que vivía de la caridad y dormía donde podía, era una buena persona a la que la vida le había sacudido un buen palo, dejándole en la indigencia más absoluta. Penetró en el apartamento casi a escondidas, nos echó una mirada y tras realizar su elección, me echó en su hombro, emprendiendo la fuga con toda cautela. Me salvó la vida ya que a los tres días se incendió la casa.
Ahora, soy feliz, don Felipe ha cepillado con agua jabonosa toda mi extensión, ha cerrado mis heridas colocando amplias tiras de esparadrapo, me ha dotado de una sábana, algo usada, pero sábana al fin y al cabo; también tengo una manta, un poco rajadilla eso si, a cuadros, así como escocesa... Me airea todas las mañanas y se comporta como un verdadero compañero. Vivimos bajo un puente en San Fernando de Henares, es un puente de un arroyo secundario, muy tranquilo.
También me ha bautizado, me llama “piltra”, por lo cual le estoy muy agradecido, y cuando se despide de sus colegas, por las noches, dice: “Me voy a la piltra“.
Cuando amanece, se levanta, mira al cielo y con los brazos alzados grita:
, “Piltra somos libres…”
¡Es un sol..! Uno es un romántico, ¡qué se le va a hacer!
Esta es mi corta historia. Mañana, Dios dirá…
--------------------------
J.L.G.R
Dándole a la lengua.
Doña Presentación, la señá Presen como la llamaban en su barrio, gustaba de entablar triviales conversaciones con todo quisque y perorar hasta debajo del agua. Ya de amanecida ponía la tele y ante las noticias y cotilleos de los programas al efecto, exclamaba en tono de soprano:
“¡Qué barbaridad!“, “Si ya me parecía a mi “, “¡Vaya usted a saber!”, Jesús”
“Menuda gentuza“, “Conmigo que no cuenten “,…. y demás exclamaciones que le brotaban a chorros.
Claro está que los niños se iban al colegio disparados, huyendo del chapurreo y su castísimo esposo, a pesar de los tapones en los oídos contra petardos, acababa saltando del lecho como una liebre y tras desayunar frugalmente, tomaba las de Villadiego.
Un buen día tomó el metro en la estación de Antón Martín y bajó las escaleras blasfemando porque eran estrechas, y no se movían como las del Corte Inglés.
Una vez arrellanada en un asiento del vagón, al que accedió por abandono de un buen hombre al que casi le puso el culo en un hombro y le aplastó el periódico contra las gafas, tuvo la chanza de escuchar la conversación de sus vecinas de asiento que se lamentaban de sus respectivos yernos, al parecer por causa de la ligereza de sus también respectivos cascos. Doña Presen fue almacenando información y calentando motores, hasta que ya no pudo más y estalló encarándose a una de ellas, escupiendo ,más que diciendo:
.- Eso a mi no me lo hacen, y menos siendo el piso de usted, como dice. Vamos que le pongo su ropa en un saco y se lo tiro por la ventana, ¡será tío jeta…!
La otra contertulia, al encajar el aluvión musitó tenuemente :
.- No, si ya le aconsejaba yo a mi amiga que….
.- ¡Qué consejo ni que gaitas!, yo es que lo cojo por los cataplines y ese pide agua por señas… Pero…, y el suyo, llegar a esas horas y tener a su pobre hija contándoselo a su antiguo novio por teléfono para confortarse. A ese le ponía yo unos cuernos de jabalí, si es que la nena no se los ha puesto ya…
.- ¡Oiga que mi niña es muy decente y eso no lo haría nunca!.
.- ¿Decente?..., su niña lo que es, es gili…
.- Bueno señora, muchas gracias por sus consejos, nos bajamos en la próxima que es La Plaza de Castilla.
.- ¿La Plaza de Castilla?, pero si yo iba a Bilbao…..
.- Pues se ha tragado usted nueve estaciones nada más…
Las tres parlantes se bajaron del vagón y mientras las dos amigas salían a la calle, doña Presen cruzó para tomar el metro en sentido contrario, mientras musitaba para sus adentros: “tengo que elegir cotilleos más cortitos...”
J.L.G.R
Doña Presentación, la señá Presen como la llamaban en su barrio, gustaba de entablar triviales conversaciones con todo quisque y perorar hasta debajo del agua. Ya de amanecida ponía la tele y ante las noticias y cotilleos de los programas al efecto, exclamaba en tono de soprano:
“¡Qué barbaridad!“, “Si ya me parecía a mi “, “¡Vaya usted a saber!”, Jesús”
“Menuda gentuza“, “Conmigo que no cuenten “,…. y demás exclamaciones que le brotaban a chorros.
Claro está que los niños se iban al colegio disparados, huyendo del chapurreo y su castísimo esposo, a pesar de los tapones en los oídos contra petardos, acababa saltando del lecho como una liebre y tras desayunar frugalmente, tomaba las de Villadiego.
Un buen día tomó el metro en la estación de Antón Martín y bajó las escaleras blasfemando porque eran estrechas, y no se movían como las del Corte Inglés.
Una vez arrellanada en un asiento del vagón, al que accedió por abandono de un buen hombre al que casi le puso el culo en un hombro y le aplastó el periódico contra las gafas, tuvo la chanza de escuchar la conversación de sus vecinas de asiento que se lamentaban de sus respectivos yernos, al parecer por causa de la ligereza de sus también respectivos cascos. Doña Presen fue almacenando información y calentando motores, hasta que ya no pudo más y estalló encarándose a una de ellas, escupiendo ,más que diciendo:
.- Eso a mi no me lo hacen, y menos siendo el piso de usted, como dice. Vamos que le pongo su ropa en un saco y se lo tiro por la ventana, ¡será tío jeta…!
La otra contertulia, al encajar el aluvión musitó tenuemente :
.- No, si ya le aconsejaba yo a mi amiga que….
.- ¡Qué consejo ni que gaitas!, yo es que lo cojo por los cataplines y ese pide agua por señas… Pero…, y el suyo, llegar a esas horas y tener a su pobre hija contándoselo a su antiguo novio por teléfono para confortarse. A ese le ponía yo unos cuernos de jabalí, si es que la nena no se los ha puesto ya…
.- ¡Oiga que mi niña es muy decente y eso no lo haría nunca!.
.- ¿Decente?..., su niña lo que es, es gili…
.- Bueno señora, muchas gracias por sus consejos, nos bajamos en la próxima que es La Plaza de Castilla.
.- ¿La Plaza de Castilla?, pero si yo iba a Bilbao…..
.- Pues se ha tragado usted nueve estaciones nada más…
Las tres parlantes se bajaron del vagón y mientras las dos amigas salían a la calle, doña Presen cruzó para tomar el metro en sentido contrario, mientras musitaba para sus adentros: “tengo que elegir cotilleos más cortitos...”
J.L.G.R
martes, 16 de marzo de 2010
El ruiseñor y la rosa,
Un ruiseñor trovador
cantaba de rama en rama,
sus trovas eran de amor
y su presencia galana.
Una perla de un rosal
de esos jardines de ensueño,
prendose de aquel galán
y quiso hacerle su dueño.
Y al percibir el tenor
los suspiros de la rosa,
trinaba con todo amor
en su balada amorosa.
"Rosa, reina del rosal,
de todas la más harmosa,
quisiera ser manantial
de tu fragancia amorosa.
Quisiera beber la brisa
de tus pétalos divinos,
y juntos morir sin prisa
en un arroyo escondido"
"Eres rosa, mi ilusión
eres mi sueño cautivo,
¿por qué nací ruiseñor
y no flor de tallo altivo,
para ser sombra costante
de tu brillar purpurino?"
"El gran Dios repartió dones
y erró al hacernos dispares,
soy el rey de los cantores
tu reinas en los rosales".
Pasaron días y días
el ruiseñor ronco estaba,
gastó sus trinos más bellos
en cortejar a su amada.
La rosa, siempre encendida,
perfumes al viento daba,
al sol su capullo abría,
Rosa-flor enamorada.
Y en una noche avanzada
en un remanso perdido,
bajo una luna rosada,
rodeados de mil flores,
un ruiseñor abatido
y una rosa deshojada,
flotaban soñando amores.
Y en el cielo quedó escrita
esta frase por hermosa:
"quisiera ser manantial
de tu fragancia amorosa"...
¡Sólo puede un ruiseñor
amar así a una rosa...!
--------------------------
cantaba de rama en rama,
sus trovas eran de amor
y su presencia galana.
Una perla de un rosal
de esos jardines de ensueño,
prendose de aquel galán
y quiso hacerle su dueño.
Y al percibir el tenor
los suspiros de la rosa,
trinaba con todo amor
en su balada amorosa.
"Rosa, reina del rosal,
de todas la más harmosa,
quisiera ser manantial
de tu fragancia amorosa.
Quisiera beber la brisa
de tus pétalos divinos,
y juntos morir sin prisa
en un arroyo escondido"
"Eres rosa, mi ilusión
eres mi sueño cautivo,
¿por qué nací ruiseñor
y no flor de tallo altivo,
para ser sombra costante
de tu brillar purpurino?"
"El gran Dios repartió dones
y erró al hacernos dispares,
soy el rey de los cantores
tu reinas en los rosales".
Pasaron días y días
el ruiseñor ronco estaba,
gastó sus trinos más bellos
en cortejar a su amada.
La rosa, siempre encendida,
perfumes al viento daba,
al sol su capullo abría,
Rosa-flor enamorada.
Y en una noche avanzada
en un remanso perdido,
bajo una luna rosada,
rodeados de mil flores,
un ruiseñor abatido
y una rosa deshojada,
flotaban soñando amores.
Y en el cielo quedó escrita
esta frase por hermosa:
"quisiera ser manantial
de tu fragancia amorosa"...
¡Sólo puede un ruiseñor
amar así a una rosa...!
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lunes, 15 de marzo de 2010
Canto a la guitarra herida
Ya mi guitarra no suena
está rota, desarmada,
tiene las venas partidas
y el corazón se le salta.
¡Madre traiga el traje oscuro
el de las penas amargas...!,
que quiero llevar buen luto
por mi amiga destrozada.
Que adornen negros crespones
soportales y ventanas.
Que todas las mozas lleven
señuelos negros en mangas,
las mantillas de azabache
y sin pintura las caras...
Que mi guitarra devota
la que conmigo cantaba,
muy quedito y sin remedio
en un rincón se desangra.
¡Ay que pena me da la pena...
y que tristeza en el alma,
mi guitarra malherida
ya no es cristal ni campana...
martes, 9 de marzo de 2010
A mis amantes encuadernados.
---------------------------
Firmes y mudos,siempre erguidos
lucis en mis estantes ordenados,
nacísteis sin clamores ni gemidos
de papel y cartón aglutinados.
Os contemplo lentamente, sin premura
me sorprende la actitud y la firmeza,
¿cómo podéis mostrar tanta cordura
si albergáis tanto saber, tanta belleza?
Nada pedís, sólo el cuidado,
la atención, limpieza y cortesía,
y atender vuestro estilo de ordenados,
pues también la pulcritud es armonía.
Os seré fiel, os lo prometo,
no seréis de mis cuitas olvidados,
merecéis mi cariño y mi respeto.
El saber por vosotros otorgado,
os titula sin obstáculo ni veto,
ser amigos por siempre venerados.
Libros, amigos libros...
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Firmes y mudos,siempre erguidos
lucis en mis estantes ordenados,
nacísteis sin clamores ni gemidos
de papel y cartón aglutinados.
Os contemplo lentamente, sin premura
me sorprende la actitud y la firmeza,
¿cómo podéis mostrar tanta cordura
si albergáis tanto saber, tanta belleza?
Nada pedís, sólo el cuidado,
la atención, limpieza y cortesía,
y atender vuestro estilo de ordenados,
pues también la pulcritud es armonía.
Os seré fiel, os lo prometo,
no seréis de mis cuitas olvidados,
merecéis mi cariño y mi respeto.
El saber por vosotros otorgado,
os titula sin obstáculo ni veto,
ser amigos por siempre venerados.
Libros, amigos libros...
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