jueves, 22 de noviembre de 2018

LA ESTACIÓN



 
La estación.

Aquella antigua estación estaba desierta
Un viejo caserón una trozo de andén,
 unas vías oxidadas y un destartalado
 banco de madera, constituían su esqueleto.
Pero él, situado en el andén,
con un viejo traje de jefe,
gorra roja, silbato y banderita ,
 paseaba arriba y abajo.
Había inventado un puesto de trabajo.

Todo el que pasaba por allí, le daba algo.

lunes, 20 de agosto de 2018

Una herramienta exquisita




                                    Una herramienta exquisita.





   Antes de seguir adelante con mis Divagaciones, quiero expresar el orgullo y lujo que representa para mi y para cualquier autor de esta nuestra tierra y allegadas, el poder utilizar esta preciosa herramienta, este exquisito lenguaje que es la Lengua de Cervantes, la lengua Castellana o lengua Española, a gusto del consumidor.

   A lo largo de muchos años he disfrutado de las lecturas más variadas en nuestro idioma, incluso procedentes de Centro y Sudamérica que han enriquecido un mucho este patrimonio. He verificado la inmensa variedad y riqueza de este idioma nacido en el monasterio de Suso hace más de diez siglos, y en el que Gonzalo de Berceo hizo sus primeros pinitos. La evolución de la lengua visigótica de la primitiva Castilla, las desviaciones de los distintos romances, los cambios fonéticos habidos y la influencia de otras lenguas, han dado lugar a este peculiar lenguaje castellano, cuya repercusión mundial es evidente.

   En una modesta interpretación de su evolución, pienso que Gonzalo descubrió el arroz y Cervantes confeccionó la paella.

   Fruto de su progreso y extensión son los numerosos Institutos Cervantes creados, que no paran de aumentar en todos lo países.

   Un idioma que posee términos tan hermosos como Amor, Gloria, Alba, Fervor, Granada, Posada, y tantas otras que surgen constantemente y cuyo uso produce su introducción en nuestro diccionario

    Es pues una responsabilidad el utilizar lo más adecuadamente posible sus vocablos, su variedad y de vez en cuando descubrir alguna que otra nueva expresión, como muchos de nuestros mejores autores han realizado.

Son utensilios inigualables para un autor, esos diccionarios de antónimos y sinónimos indispensables en cualquier biblioteca.

   No quiere esta retórica, menospreciar en absoluto a otras lenguas regionales minoritarias, de indudable valor histórico y cuya práctica es otra fuente de riqueza, pero si afirmar como lazo común y motivo de orgullo esta lengua, este idioma que utilizan más de 400 millones de personas en todo el mundo.    

     Yo presumo que todo esto es más que conocido y pido perdón por la insistencia, pero nunca está de más valorar algo que a veces pasa desapercibido y que constituye nuestro tesoro más preciado.





                                                                                                        


martes, 7 de agosto de 2018

Para variar un cuento....




                                 El  Genio.



Deambulaba por la orilla del mar. La pequeña bahía estaba completamente desierta, lo que no era nada extraño en aquella época del año, por otra parte ni el día ni el mar se prestaban para florituras. El primero estaba seminublado, con nubarrones de esos negruzcos que presagiaban agua y el segundo irritado con olas furiosas, no incitaba ciertamente ni a navegar, ni mucho menos a sumergirse en sus entrañas. En resumen no hacía día de aventuras marinas.



Nuestro amigo extendió el brazo con la palma hacia arriba para percibir la llovizna incipiente y decidió protegerse bajo el saliente de una roca que servía de pórtico a una especie de cueva del litoral. Se sentó acurrucado en un lateral y decidió permanecer allí en actitud contemplativa hasta que pasara el amago de lluvia. Escrutaba los cielos tratando de descubrir alguna tormenta incipiente, cuando de pronto escuchó una especie de bramido del interior de la gruta y se volvió algo asustado enfocando su vista al interior en el que reinaba la oscuridad más absoluta. Pasado un rato y cuando se había recuperado pensando que habría sido producto de su imaginación, aquel alarmante sonido volvió a percibirse de nuevo, si bien algo más tenue y acompañado de un :

.-    ¿Quién anda por ahí fuera ?....

Se dijo que amilanarse sería peor y contestó:

.-   Soy yo, Roberto, vivo no muy lejos y decidí dar una vuelta por la playa para estirar las piernas.

.-    Ya sé quien eres, te he visto alguna vez rondando por esta playa pero nunca habías osado penetrar en mi morada hasta hoy..

.-    Verá Vd. Don…bueno no sé cómo se llama, el caso es que empezaba a lloviznar y ….

.-     Yo soy el Genio de esta playa y vivo aquí, no intentes verme porque no lo lograrás y además podría herirte le vista. No he venido en una botella al destaparla como algunos de mis colegas hacen, eso es una ordinariez, yo vine en una nube dirigida ya que soy un genio de familia acomodada, me gustó esta playa y voy a pasar una temporada aquí de vacaciones.

.-    Bien señor Genio pues tanto gusto en conocerle, el caso es que se me está haciendo tarde y voy a…

.-    ¡Quieto ahí, no sabes que cuando se encuentra a un Genio existe la posibilidad de pedirle tres deseos…! o ¿es qué crees que no soy un Genio de categoría suficiente para ello...?

.-    No, no señor genio, no quería ofenderle, pero tampoco quería molestarle…

.-    Venga, venga manifiéstame tus tres deseos.

.-    El caso es que así…, de pronto…

Se volvió a sentar en la peña y estuvo meditando un buen rato tras el cual exclamó:                                                                                                        

.-    Bueno en primer lugar me gustaría tener un yate para navegar por todo el mundo y conocer gente de muchos paises, de esta forma aprendería otros idiomas y culturas…

.-   Lo del yate, no hay problema, pero piensa que un yate es muy costoso de mantener, en primer lugar tienes que tener titulación, te haría falta personal para que te ayudase, tendrías que aprovisionarlo bien, no sólo de comida sino también repuestos, combustible, pagar escala en los muelles deportivos, o sea….

.-    Bueno pues dejemos lo del yate, ¿  y si quisiera ser eternamente joven …?

.-    Eso es algo más difícil de obtener, podría hacerse algo, pero tengo que consultar a mis superiores a ver si queda algo del jarabe, ya que Sofía Loren y otras nos tienen fritos con sus pedidos. Pero piensa que serías una ofensa para los demás que verían como te conservas mientras ellos van envejeciendo, no te admitiría en ningún club y sería difícil tener amigos y claro trabajarías toda la vida ya que no tendrías jubilación, en fin…

 .-     Dejemos también lo de la juventud, probemos con ser un gran futbolista, famoso..

.-   Mira eso no está mal, sólo tendrías que entrenar todos los días, viajar constantemente, si estuvieras con familia tu mujer te abandonaría ya que probablemente y al ser famoso tendrías dinero, te harías un golfo, se te arrimarían toda clase de lagartas que amén de chuparte la pasta, te contagiarían con enfermedades vaginales y sabe Dios que más…

.-   Bien, pues si también dejamos lo del fútbol, no sé que podría pedirte ya que todo tiene su vertiente adversa.

.-    Yo te concederé tres cosas que estoy seguro te gustarán y te serán de utilidad, pero ahora déjame que siga durmiendo en el fondo de esta cueva y dentro de un buen rato, verás mis tres dones sobre una peña a la salida de la gruta.



Así se hizo y cuando nuestro amigo alcanzó la luz de exterior vio sobre la peña tres objetos acompañados de tres notas:

El primero era un bañador y en la nota decía “con este bañador aprenderás a nadar y bucear maravillosamente, de forma que serás solicitado por la playa contigua como bañista - socorrista. Salvarás a mucha gente de perecer ahogada lo que te hará inmensamente feliz y serás admirado y querido por todos”.

El segundo objeto era un libro titulado “La vuelta al mundo en ochenta días”, su nota correspondiente decía: “leyendo este libro podrás viajar con la imaginación, conocer gentes y culturas diversas, sabrás de otras religiones que también tienen por base la humildad, la caridad y el obrar bien, lo que te enriquecerá espiritualmente  y sobretodo te aficionará a la lectura que es uno de los mayores placeres del mundo “.

                                                                                                                   



El tercer objeto era un bocadillo liado en una servilleta, la nota decía: “con este bocadillo jamás pasarás hambre ya que al plegar la servilleta volverá a crearse de nuevo, pero con la condición de que siempre habrás de compartirlo con un necesitado, de esta forma te sentirás satisfecho al alimentar a quien tenga necesidades. En efecto al desplegar la servilleta hizo su aparición un hermoso bocadillo de tortilla.

Una nota adicional decía. :

 “De esta forma serás un hombre sano y atlético, querido y admirado, también serás un hombre culto y lo que es más importante, serás solidario y caritativo con quien lo precisare. Estos tres dones son la mayor riqueza conocida.



No te pido que me lo agradezcas, los Genios somos así…,y por favor no cierres la puerta de la gruta al marcharte, me gusta respirar la brisa marina…..”  



  Este y otros similares escuchábamos de pequeños, ¡Qué ilusión…!






miércoles, 25 de julio de 2018

La rueda


                                                  La  rueda.





   El folio en blanco me está mirando con fijeza, como interrogándome acerca del tema o cuestión que proyecto reflejar en su blanca faz. Yo también le miro intentando que no adivine el hecho consumado de que no tengo ni idea del tema a tratar, y que instintivamente me he puesto a escribir buscando algo de compañía, si compañía, como suena, el papel a rellenar me parece un silencioso receptor de mis ocurrencias más o menos cabales y los aguanta sin rechistar, cosa que es de agradecer al fin y al cabo.

   Como quiera que no quiero, ni debo, defraudarle he traído a mi memoria un curioso detalle de mi niñez y que recuerdo de hace poco, es decir de los años cuarenta y tantos.

   Con cierta frecuencia, mi padre solía sacarnos de Madrid a mi madre y a mí para realizar algún viaje a provincias, con motivo de su trabajo. Como era natural, los desplazamientos los realizábamos en tren, en aquellos trenes de máquina de carbón en los que a fuerza de asomarse a la ventanilla terminábamos cambiando de raza... Viajábamos casi siempre de noche, sería por motivos crematísticos digo yo, y como  apenas dormía me asomaba a la ventanilla en todas las estaciones. Observé que alguien que circulaba por los andenes se dedicaba a golpear las ruedas del tren con un martillo.

   A mi aquello me tenía mosca, por lo que un día pregunté por el motivo de aquellos martillazos. Alguien, sin duda abusando de mi ingenuidad, me informó de que por error se había montado en los talleres una rueda de madera en un tren y que trataban de localizarla.

  Durante muchos años se repetía tal operación, pero en mis recientes viajes observé que ya no se realizaba.

     Me encantaría volver a tener la edad apropiada para preguntar a cualquier ferroviario si encontraron por fin la dichosa ruedita.

                                  

                                                                                     






sábado, 14 de julio de 2018

Jugando cpn la memoria


               JUGANDO   CON   LA  MEMORIA.



       (Al recuerdo de aquellos que compartieron mi juventud) 



 Acabo de saludar a un viejo compañero de colegio, M… se llama, creo, y hemos intercambiado recuerdos de aquellos tiempos en el Colegio Arenas de la capital Grancanaria, entonces le llamaban Colegio de don Antonio, gran docente por cierto, en el barrio de Alcaravaneras. Hemos tratado de recordar nombres y domicilios con éxito mediocre, téngase en cuenta que se trata del año 48 o por ahí, cuando los carritos amarillos de helados circulaban por la ciudad.



  De algunos sabemos de su viaje al otro barrio, de otros que desaparecieron de la isla sin más, posiblemente y como por entonces muchos tenían familia en Venezuela y en el Caribe se fueron a hacerles compañía, ya que el país no andaba muy boyante que digamos. En concreto no pudimos localizar a nadie, aunque nos hubiera gustado reunirnos y rememorar viejas batallas. ¡Qué habrá sido de Margot, Maximiliano, Dolores, Carlos Marrero etc….? Tras la despedida de mi colega, invadieron mi memoria recuerdos de aquellos tiempos, principio de mi estancia en las Islas. Nuestro primer aposento fue en la Calle Fontana de Oro, hoy Senador Castillo Olivares, en una casa alquilada de planta baja. Al regresar del colegio, mi nunca olvidado colegio de don Antonio y doña Lucía, cuya fría mirada bajo las gafas te hacía temblar.  Como estaba reciente mi aprendizaje del ajedrez, merced a la bondad y paciencia de mi buen hermano, me dedicaba por las tardes a practicar con Alfonsito, que vivía en la casa de enfrente, la correspondiente partida en la escalera de su casa.

  Los resultados eran compartidos repartiéndonos los triunfos y las derrotas con total cordialidad, hasta que un día se le ocurrió comentar al bueno de Alfonsito que su hermano, tres años mayor, jugaba mejor que nosotros. Yo le contesté que le avisara para medirse conmigo. El match fue duro, pero le gané y a su término se levantó, me dio una cachetada sin más y se marchó.

Yo, inferior en tamaño, masa corporal y desconcertado, tan solo acerté a murmurar: “hay que saber perder, abusón…”

  No comenté con nadie el hecho y me quedé con la torta, pero lo que realmente me dolió fue que Alfonsito, sin duda avergonzado, no volvió a acudir a nuestros encuentros. Él y su tablero desaparecieron de mi vida privándome del entretenimiento y de su amistad, a pesar de que le esperé varios días. Esto me entristeció. Al poco tiempo mudamos nuestro domicilio a la Ciudad Jardín.

  Otra anécdota que recuerdo fue en mi nuevo domicilio en el famoso y ya desaparecido Hotel Bellavista. Cruzando León y Castillo y bajando General Goded, a través de una escalera de piedra semi-partida, ya teníamos el mar a mano.

   Una tarde fui con mis amigos Diego M y Luis N. a las rocas, con marea baja, a intentar pescar algo, enarbolando mi caña recién comprada. El caso es que me introduje demasiado, al parecer, y cuando horas más tarde intenté regresar bajando de la roca, no encontré ninguna vía peatonal y tuve que regresar nadando, lo poco que sabía, y en el mar se quedaron los artilugios de pesca incluyendo la caña y una lata con tres pescaditos algo esmirriados…  Total: profesión rechazada.

   Es curioso que a medida que almacenamos primaveras y al llegar estas a adquirir cierto valor cuantitativo, la memoria hace de las suyas y recuerdas detalles de hace más de 60 años y sin embargo no tienes idea de lo que comiste ayer…

   Aprovechando tal circunstancia relato otro caso de la época.

Existía un solar abandonado en plena Ciudad Jardín al que llamábamos el campo de la Bruja que, una vez despojado de pedruscos y alguna que otra tunera, servía de base para desarrollar un partido de futbol entre nuestro barrio y otro vecino. Un día al ir a tomar posesión del terreno nos sorprendió que en su acceso un letrero explicaba “PROPIEDAD PRIVADA, NO ENTRAR”. Nos dijimos que ahora era privado, después de haberlo limpiado nosotros de escombros un montón de veces. Por lo tanto hicimos caso omiso del anuncio y seguimos utilizándolo. Pero transcurridos unos días y en pleno desarrollo del encuentro, se nos pusieron los ojos como platos al observar que dos guardias municipales, con los brazos cruzados, contemplaban con sorna el partido…

   Ni que decir tiene que se tocó a desbandada, cada uno salió disparado por donde pudo, hasta tal punto que el balón medio pichado se quedó abandonado a su suerte… Lo bueno fue que los agentes ni se inmutaron, limitándose a contemplar la fuga masiva, pero el susto no nos lo quitó nadie…

   Cuando cumplí los 14 regresé a mi tierra para años después establecerme definitivamente aquí. Recorrí la calle Fontana de Oro pero le habían cambiado el nombre (Ay Galdós, Galdós… ¡que frágil es la memoria…!) El cobertizo donde se alojaba la vaca cuya leche merendábamos con gofio, había desaparecido y nadie me dio razón de Alfonsito. El mar ya no llegaba al final de la calle General Goded, lo habían alejado bastante, en pro del progreso. En el campo de la Bruja fabricaron al menos tres viviendas y por más que busqué el balón no pude encontrarlo…

                       Pero yo me sentí satisfecho y emocionado de mis recuerdos, rellenando así modestamente un trocito de la historia de esta isla, que también considero como mía, compartiendo la tierra original.  

  Los Piscis somos así-….





                       
















Sueños


                                    El tren.





   Hace muchos años, bastantes, una  distración para los niños capitalinos era llevarlos a la Estación a ver los trenes. Se pagaba el llamado billete de andén  de precio mínimo y sentados en un banco corrido del fondo de la estación, nos afanábamos por ver las llegadas y salidas de los trenes y el follón en los andenes, entre recibimientos y despedidas.

 Cierto Enero me hicieron creer que unos señores con muchas maletas eran los Reyes Magos con los juguetes, que al día siguiente desfilarían por la ciudad y por supuesto que me lo tragué.


  Aquella noche aprendí a soñar.


  No se me ocurrió preguntar por los camellos…


domingo, 22 de abril de 2018

                                            El señor Felipe

   Me ha venido a la memoria el recuerdo de un personaje, tan singular
 como afectuoso, del viejo Madrid de allá por los años 60, que desarro-
llaba su profesión en el castizo, ya no tanto, barrio de Lavapiés.
   El señor Felipe era de profesión barbero, hijo y nieto de barberos,
 en cuya generación tal vez existió alguno sacamuelas, pues fueron
 profesiones afines. Desarrollaba su cometido en un pequeño habitáculo
 anexo a una tasca, al que se accedía descendiendo tres peldaños que
 a más de uno dieron un susto.
   Siempre tenía un ayudante-aprendiz al que de vez en cuando dejaba
 hacer sus pinitos, amén de las labores de limpieza y que no solía
durarle mucho, ya que solo se nutría de las propinas que recibía de
los clientes al pasarles el cepillo final. Y claro está, en cuanto aprendía
 un poco el muchacho tomaba las de Villadiego, o sea que se evaporaba...
    El señor Felipe sabía un huevo de toros y de futbol no digamos...,
en su local había fotos de los más destacados de la época, a los que
 por supuesto había visto actuar personalmente.
  Daba unas conferencias de órdago a los sufridos clientes, aunque a
 algunos les iba la marcha,   A veces, al ir a recoger un utensilio, se
 adornaba con una manoletina o una chicuelina, que dejaba pasmada
 a la parroquia. A mi me caía muy  bien porque me llamaba chavalín
 y nunca me cobraba, por ser familiar de un amigo, pero yo después
 le invitaba a un chato en la taberna de al lado.

 Son recuerdos del aquel viejo Madrid donde un  duro siempre eran
cinco pesetas....

lunes, 26 de febrero de 2018

La Revista ha muerto, viva el Musical.


             La Revista ha muerto, viva el Musical.

La música en su punto álgido se hacía dueña
del foro teatral. Eran las últimas notas de aquel 
entretenido espectáculo que aglutinaba situa-
ciones cómicas, chistes fáciles, coros de 
bailarinas de cuerpos semivestidos,
canciones de las vedettes (con más voluntad
que acierto), decorados deslumbrantes, orquesta
activa siempre acaparadora y todo ello 
formando parte de un libreto intrascendente,
hábilmente diseñado para rellenar espacios.
La apoteosis final hacía que los entusiastas
del género despidan en pie a los protagonistas
de la función.
Ellos por su parte, y en riguroso orden 
de importancia, aparecen en el escenario 
saludando con profusión al público, se 
inclinan cortésmente extendiendo sus brazos y 
miradas hacia todos los asistentes con la 
sonrisa del agradecimiento iluminando sus
rostros. Por último la espléndida vedette, 
la hembra central del espectáculo, embutida
en un carnavalesco y despampanante bikini
de plumas, recorre, seguida fielmente por
todo el elenco de la compañía, la pasarela
del escenario, enviando amorosamente al
público ostensibles gestos cariñosos que
hacen la delicia del aforo, ella apenas puede
gesticular dada la aparatosidad del traje que
luce, pero en su amplia sonrisa se concentra
la gratitud y simpatía que almacena.
Era la apoteosis final de LA REVISTA. 
Aquel espectáculo, en apariencia carente
de calidad, con diálogos a veces absurdos
y música facilona, que sin embargo llenaba
a rebosar los teatros madrileños con el público
más diverso.
Porque la revista gustaba, sus pegadizos
números musicales se tarareaban por las calles
madrileñas y las bailarinas eran asediadas en 
las puertas traseras de salida de personal de los
teatros. Yo todavía rememoro el Pichi de Celia
Gámez en el Alcázar, Soy madrileña de Maruja
Díaz en el desaparecido Fontalba, y a la novia de
Madrid Ana María, con el encanto de Queta 
Claver, en el teatro Martín, también la simpatía
 arrolladora de Lina Morgan, la reina de La Latina.

La revista ha muerto, desaparecido, sustituida
por grandiosos musicales importados, Mamma mía,
Jesucristo Superstar, El rey León y otros muchos 
de alta calidad. Pero el gracejo, la alegría y el sabor
popular de la revista, dejaron huella entre los que
antaño salíamos con las manos rojas de aplaudir
de los coliseos de la villa del Oso y el Madroño.


La Revista ha muerto, viva el Musical


                   La Revista ha muerto, viva el Musical.

La música en su punto álgido se hacía dueña del foro teatral. Eran las últimas notas de aquel entretenido espectáculo que aglutinaba situaciones cómicas, chistes fáciles, coros de bailarinas de cuerpos semivestidos, canciones de las vedettes (con más voluntad que acierto), decorados deslumbrantes, orquesta activa siempre acaparadora y todo ello formando parte de un libreto intrascendente, hábilmente diseñado para rellenar espacios. La apoteosis final hacía que los entusiastas del género despidan en pie a los protagonistas de la función.
Ellos por su parte, y en riguroso orden de importancia, aparecen en el escenario saludando con profusión al público, se inclinan cortésmente extendiendo sus brazos y miradas hacia todos los asistentes con la sonrisa del agradecimiento iluminando sus rostros. Por último la espléndida vedette, la hembra central del espectáculo, embutida en un carnavalesco y despampanante bikini de plumas, recorre, seguida fielmente por todo el elenco de la compañía, la pasarela del escenario, enviando amorosamente al público ostensibles gestos cariñosos que hacen la delicia del aforo, ella apenas puede gesticular dada la aparatosidad del traje que luce, pero en su amplia sonrisa se concentra la gratitud y simpatía que almacena.
Era la apoteosis final de LA REVISTA. Aquel espectáculo, en apariencia carente de calidad, con diálogos a veces absurdos y música facilona, que sin embargo llenaba a rebosar los teatros madrileños con el público más diverso.
Porque la revista gustaba, sus pegadizos números musicales se tarareaban por las calles madrileñas y las bailarinas eran asediadas en las puertas traseras de salida de personal de los teatros. Yo todavía rememoro el Pichi de Celia Gámez en el Alcázar, Soy madrileña de Maruja Díaz en el desaparecido Fontalba, y a la novia de Madrid Ana María, con el encanto de Queta Claver, en el teatro Martín, también la simpatía arrolladora de Lina Morgan, la reina de La Latina.

La revista ha muerto, desaparecido, sustituida por grandiosos musicales importados, Mamma mía, Jesucristo Superstar, El rey León y otros muchos de alta calidad. Pero el gracejo, la alegría y el sabor popular de la revista, dejaron huella entre los que antaño salíamos con las manos rojas de aplaudir de los coliseos de la villa del Oso y el Madroño.