viernes, 1 de noviembre de 2013

Romántica playa otoñal



   Romántica Playa otoñal.

Son las 18´09 en uno de los relojes municipales de la Avenida de la Playa de las Canteras, que también anuncia 22º de temperatura en el día de hoy. El cielo presenta un gris cerrado, sin opciones de apertura, hace lo que se conoce como calma chicha, salpicada de un amago de lluvia que no acaba de cuajar, la marea esta a medias, la Peña de La Vieja esta semioculta y por supuesto solitaria, ni siquiera mi conocida gaviota, se ha dignado posarse en su cima para otear el desierto territorio que hoy presenta la arena.
Los viandantes o paseantes son escasos, pueden contarse con los dedos de la mano, pero los hay, se me antoja que son los verdaderos amigos de la Playa, los que la frecuentan a diario como si al hacerlo cumplieran con un rito, con una visita debida a quien tantas y tantas veces ha sido motivo de su esparcimiento y alegría, no importa el clima para ellos. La Playa está ahí.
Un oleaje tímido que bien pudiera servir de música de fondo a una sinfonía, contribuye a crear un ambiente de calma, de quietud espiritual que nos hace contemplarla lentamente desde la árida Isleta hasta la Punta de la Salina, formando una bahía acogedora que en este momento me parece romanticamente invernal.
Las olas al romper sobre la orilla entonan una especie de música de fondo lenta, suave, acariciadora y algo monótona, constituyendo un vehículo en el cual tu mente puede viajar al tiempo y espacio que la sitúes, elaborando los recuerdos de las especies más variadas que te pueden entronizar en situaciones tristes o jocosas, amargas o dulces, dependiendo de tu estado de ánimo, para volver a desembocar en su pertinaz golpeo sobre la sufrida arena costera.
Soy incapaz de elaborar y dedicarle unas merecidas estrofas, pues las consideraría pobres ya que todo mi entorno es poesía, una poesía de la naturaleza que se percibe incrementada cuando apoyado en la barandilla del paseo, cierro los ojos y me envuelvo en tu brisa marina.
No, no hace falta ser vate para admirarte y entenderte, solo hay que pasear lentamente, lanzar la mirada al horizonte y aspirar profundamente tus aromas de yodo y algas.

Si mi voz muriera en tierra
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera. (R. Alberti)                        1- 11-2013








domingo, 22 de septiembre de 2013

Al poeta Natera Mayor

     
Poeta de sal y yodo,

ya viajero a tu pesar,

¿en qué marisma te alojas

para volverte a escuchar...?


20-09-2013.  J.L.G.R.

sábado, 21 de septiembre de 2013

Una experiencia viajera.


  Resulta, que tal vez motivado por mi anterior relato, decidí conocer Valladolid, en la que solo estuve
una vez casi de paso.
   En cosa de una hora, el cómodo ferrocarril me trasladó desde la estación de Chamartín a la de Campo Grande en tierra pucelana. Quedé gratamente sorprendido por la cercanía al centro de la ciudad, su modernidad y la belleza de su Plaza Mayor. Valladolid es para patearla a gusto, tiene entre otras cosas un Museo Nacional de Escultura que quita el hipo y en sus mesones se cocina un cordero inigualable.
   Como era de preveer, no me topé con doña Matilde, a la que supongo entre rejas tras el estropicio cometido con su marido y gato respectivos, y me preguntaba que opinarían los mininos del suceso acaecido
a su congénere. Pero ante mi estupor, no encontré un gato por parte alguna. Me dije si estarían atemorizados o en cuarentena por el suceso. Nada..., que no aparecía ni uno. No pudiendo reprimirme, comenté con el camarero si habían gatos en la ciudad, pues no veía ninguno. El interpelado me miró con cara extraña y me contestó secamente: "Pues haberlos, seguramente haílos..., pero yo le recomendaría pedir
lechazo..."
  Ni que decir tiene que se me subieron los colores a tope.. En cuanto al Pisuerga, que pasa por allí, he de constatar que es un hermoso río con frondosas riberas y un bello parque adosado.

  En resumen que Valladolid es una bonita ciudad, históricamente rica, que merece ser visitada créanme.
  Además sus oriundos gozan de una dicción envidiable de la lengua castellana. Debe de ser por el Pisuerga.
  (más, no...)

martes, 27 de agosto de 2013

Doña Matilde, el gato y el Pisuerga

Doña Matilde, el gato y el Pisuerga.

Doña Matilde era viuda, tenía un gato y vivía en Valladolid, por donde pasa el Pisuerga. Pero ella no tenía culpa de ninguna de estas cosas.
No tenía culpa se ser viuda ya que fué su compañero, don Mauricio, el que se ponía morado de Rivera del Duero y un día cayó a la calle desde un balcón, aterrizando en el otro barrio. Tampoco la tenía de poseer un gato, impuesto por el citado que empeñaba su tesón en querer enseñarle a hablar y menos de vivir en Valladolid, por donde pasa el Pisuerga, por enérgica decisión del susodicho que era pucelano forofo.
El mencionado gato lucía un tomo de pelambre así como parduzco tirando a caca, tenía unos bigotazos enormes y cara de mala leche a tono con su fallecido protector. Doña Matilde, amén de tenerle algo de miedo, intentó abandonarlo en un par de excursiones en las que tomó parte, pero el jodido siempre encontraba la forma de regresar al hogar, por lo que se resignó a su compañía. En este clima de convivencia algo molesta se mantenían cuando un día sucedió algo inesperado. Resulta que tras situar en el platito del animal su ración diaria de leche, y cuando abandonaba la cocina, escuchó una enfadada voz que decía : “No me gusta la leche desnatada...”
Giró la vista hacia el gato que estaba tieso frente al alimento y la miraba descaradamente. Se dijo que lo había imaginado probablemente y que era un lapsus e intentó seguir su camino, pero de nuevo escuchó el aviso: “He dicho que no me gusta la leche desnatada...”. Miró al gato de nuevo y le vió abandonar la cocina sin haber tocado el alimento. Aquello era demasiado..., solo pasaban estas cosas en Valladolid, por donde pasa el Pisuerga.
Pasó la tarde con unas amigas, pero con la cabeza en otro sitio. ¡Mira que si el jodido Mauricio había conseguido hacer hablar al gato...!. Optó por comprar las dos clases de leche y servírsela en dos platos por separado para ver la reacción del animal. Así lo hizo al día siguiente observando con estupor que el minino se zampó de un largo trago la nomal y echó una meada sobre la desnatada. Cuando estaba de espaldas volvió a escuchar. “Menos cachondeo...” Total que la pobre alucinaba. No dándole más importancia a la cosa continuó su trayectoria, pero un día se le escapó una advertencia al chico del super, al que precisó:
No me pongas leche desnatada que a mi gato no le gusta y ya me lo ha dicho dos veces”. Ni que decir tiene que el discreto dependiente se encargó de que la noticia volara mas que corriera por el vecindario, de forma que un día al solicitar un cortado en la cafetería, el camarero con sorna le dijo:
̶ ¿Es para Vd o para el gato...? lo digo por lo de la leche...
Las amigas de Valladolid, por donde pasa el Pisuerga, le visitaron instándola a que hablara el gato, ¿Cómo te llamas guapo...?, ¿cuántos años tienes...?, pero que si quieres arroz..., el minino no tragaba y las miraba sorprendido.
Al parecer el gato solamente hablaba en privado y cada vez era más exigente, poniendo los nervios de punta a doña Matilde, quien un día en el colmo de su amargura a pleno grito y tomando el gato en sus brazos exclamó: “Eres como él y mereces igual fin, cabrón...” y lo tiró por el balcón.

Gracias al gato se descubrió el crimen. Estas cosas solo pasan en Valladolid, por donde pasa el Pisuerga.

domingo, 18 de agosto de 2013

El Maestro del Prado

LECTURA  DE ESTE VERANO.

Recomiendo "El Maestro del Prado" de Javier Sierra.
Aún para los no muy versados en pintura, esta novela es altamente interesante.
Partiendo de las pinturas mas conocidas de Tiziano, Rafael, el Bosco, Juan de Juanes
Botticelli y otros, el autor nos describe una "literatura" implícita en sus obras facilmente
accesible al lector, que descubre el método de observar y leer los cuadros de forma diferente.
Nos traslada a épocas pasadas y es un repaso a la cultura de los pinceles sumamente
agradable. No se lo pierdan...

lunes, 22 de julio de 2013

Huyen ….., huyen y mueren.

Pocos peces quedan ya,
 saltando por nuestras aguas,
 huyen del gancho maldito
que desgarra sus entrañas.

Huyen del agua teñida
                            por mil ácidos que matan,
                            huyen de redes malditas
que sus aletas atrapan.

Nadie respeta su vida,
                           nadie parece gozar,
                          cuando la vista perdida
se place al verlos nadar.

Cuando los veo flotando
                          a causa de muerte extraña,
                          el corazón palpitando
maldice tamaña infamia. 
 
                  ¡Ay madre llevémos luto
                  por nuestros peces de España!.

viernes, 19 de julio de 2013

Asi se escribe la historia

Así se escribe la historia….


Muchas veces cae en nuestras manos algún retazo informativo sobre determinadas situaciones. Por ejemplo no ha mucho en el Paseo de las Canteras un amplio despliegue fotográfico recordaba parte de la historia de la Playa y su Avenida. En él pudimos ver y recordar edificios que ya no existen, el Club de Pala, Las Cuevas, caras de futbolistas del Victoria de aquellos años, peñas de amigos con sus alongados bañadores y un sinfín de exposiciones que nos hicieron recordar con agrado aquellos tiempos, en los que hasta el clima era distinto, pero en el que fuimos felices, pues si nada teníamos nada ambicionábamos. Yo contemplé repetidamente aquel extenso panel, que desgraciadamente ya ha desaparecido y lo hice recreándome en los más nimios detalles. Eso es Historia, puede que para muchos no sea una historia interesante, pero es historia de esta tierra.
Yo me pregunto si pasados algunos años y en algun libreto de anécdotas o en alguna proyección de recuerdos, no se citará a un sencillo público, a un presentador y un ilusionado grupo de escritores, incluso a veces un esporádico cantor, que se reunían en un sencillo pero cómodo local los viernes a la caída de la tarde. Acudían con algo de anticipación porque el aforo se llenaba, muchos se saludaban antes del comienzo sencillamente porque se conocían de vista, de tantas asistencias, y después pasaban una entretenida hora escuchando poemas, relatos, bonitas interpretaciones, amenizadas por el presentador, que a veces no tenía buena cara porque le fallaron sus invitados, pero que lo remediaba con unas acogedoras palabras de bienvenida mostrando su buena voluntad. Siempre y con generosidad se premiaban las actuaciones con abundantes aplausos, entendiendo que los actuantes sólo querían entretener y agradar.
                   Después todos partían con cara de satisfacción hacia sus hogares pensando en el próximo viernes.
   Si así sucede, si esto se rememora aunque sea ligeramente, quiere decir que habremos hemos hecho un poco de historia, porque la historia no es propiedad privada de los grandes acontecimientos, la historia es rebobinar sucesos de cualquier especie.
   Pero hoy yo quería escribir un relato o poesía en el que estuviéramos todos, público, actuantes, aficionados, en fin todos, y me ha salido esto… Vds perdonen. Otra vez será.

Julio del 2013

lunes, 1 de julio de 2013

Guerra a la guerra.


Estoy deseando ver anunciada por un estado, confederación de naciones o fuerza potencial de cualquier tipo, una proclama en la que se declare solemnemente la “ Guerra a la guerra “.
Harto de contemplar imágenes televisivas en las que se muestran familias destrozadas llorando a sus muertos, matanzas indiscriminadas producidas por interpretaciones egoístas de posesión de territorios, de querer implantar ideas propias a la fuerza, incluso de fanatismo arbitrario al querer ser mártires de una u otra religión y por otros motivos, que al carecer de razonamientos acuden a implantar la ley del más fuerte.
Parece ser que no tenemos bastante con los terremotos, maremotos, inundaciones, pestes, accidentes de todo tipo…., no.. , hay que engrosar la cifra de eliminados de la faz de la tierra, en colaboración con los anteriores, hay que cavar más fosas, erigir más panteones o inaugurar más crematorios.
El hombre haciendo uso execrable de las cualidades anímicas de las que ha sido dotado, inventa armas más mortíferas cada vez, investiga y crea artilugios para su propia destrucción.
En la selva, los animales se matan entre si para sobrevivir, es la ley, es su única forma de supervivencia, pero el hombre mata por maldad, por eliminar al competidor, al de otra raza, al que no tiene las mismas creencias, haciendo cada vez más difícil creer que fué creado a imagen y semejanza del Eterno.
Viene a mi mente aquella fábula…:

Un pájaro inocente,
 herido de una flecha
decía en su lenguaje,
 entre amargas querellas:

Oh crueles humanos,              Los unos y otros fraguan,
más crueles que fieras,           armas para la guerra,
con nuestras propias alas        y es dar contra sus vidas
que la Naturaleza                   plumas para las flechas.
nos dió, sin otras armas,
para la propia defensa,
forjáis el instrumento
de la desdicha vuestra,       ¿De quién era esta fábula, de Iriarte..., de
haciendo que inocentes       Samaniego...?
prestemos la materia.

¡Cuántas cosas enseñaba aquel bachillerato...!

lunes, 10 de junio de 2013

La invitación.

Se había empeñado en llevarme a comer al nuevo restaurante.
.- Verás, es un local nuevo que acaban de inaugurar dos esquinas más abajo del multicine. Donde antes había una papelería.
.- Ya se que papelería dices, una que una vez me vendió un periódico de hacía tres días.
.- ¿Y no le dijiste nada, yo habría…?
.- ¿Qué no le dije nada…? Bueno, es que se me escapó. Verás me fui con el diario a mi cafetería habitual y agazapado en la mesa del rincón inicié la lectura mientras el camarero me traía el café. Cuando lo trajo, echó una ojeada al periódico y comentó.
.- ¿Qué, buenas noticias…?-no apartaba la vista del diario-
.- Pschh… las de todos los días. Nada interesante. Es que parece el mismo todos los días…
.- Claro, claro…
Comprobé la “primitiva de ayer” y me llevé el sorpresón de verificar que me habían tocado 150 euros. Pagué y me dirigí al lotero a toda velocidad. Metió el boleto en la maquinita y observé con emoción la pantalla. Tras unos instantes apareció el letrerito: “boleto no premiado”. Me quedé tieso e interpelé al lotero: ¡Oiga eso debe estar equivocado, en el periódico dice que he ganado 150 euros, mire…! Entonces don Antonio, el lotero, que es muy buena persona y tiene más paciencia que un santo, se caló unas gafas mínimas, tomó el periódico y señalándome la fecha agregó: ¡Hombre, no compre usted periódicos atrasados, aunque sean más baratos...! A todo esto, se había formado cola y el cachondeo era de órdago…
.- ¿Volverías a la papelería…, no?
.- Hecho una furia, pero se había ido al médico y estaba un niño tras el mostrador.
.- Me ha dicho mi papá que usted volvería, porque se ha llevado un diario de ese montón que son para devolver y a lo mejor no le gusta…
Me quedé mirándole, sin saber si lanzar un berrido o no, y calmado contesté:
.- Pues dile a tu papá que si, que me ha gustado y además no lo había leído. Pero como no he visto su esquela, se lo devuelvo. Y ahora dame el de hoy…
Llegamos al nuevo restaurante.
.- El local me da mosca, porque todo lo que montan aquí acaba cerrado.
Penetramos en el nuevo local y un solícito camarero, algo oriental, nos acompañó a una mesa. A poco vino el que parecía ser el encargado, boli en mano nos entregó una carta de vinos, que parecía la lista de la lotería.
.- No, tráiganos el de la casa y una Casera.
.- Como manjares tenemos conejo estofado, ternera en salsa Orly, lenguado calabrés…
.- Mire tráiganos el conejo, que parece más hispano… ¿no…?
.- Para los dos, -agregó mi amigo-.
Rematamos el almuerzo con un helado de turrón y tras abonar la minuta, salimos a dar un paseo para bajar la comida, en el que se produjeron sendos eructus Magnus , que según Hipócrates son suspiros de satisfacción.+
.- ¿Qué te ha parecido…, aceptable verdad?
.- Bueno, lo que no sabemos seguro es si era conejo o gato…
.- Pues ahora que lo dices, últimamente no se ve un gato por el barrio.

Mi amigo no sabía que yo era supersticioso, bueno un poco, y aquella salvedad se me quedó dentro y de tal manera, que con disimulo y desde ese momento no hacía más que buscar con la mirada algún gato, que rectificase la opinión de mi amigo.
Al regresar a casa, ya con la tarde avanzada saludé a la portera:
.- Buenas noches doña Mercedes, ¿y su gatito, anda por ahí…?
.- ¡Calle, calle, que Manolo y yo tenemos un disgusto…!
.- ¡No me diga que ha desaparecido…!
.- No, que lo atropelló un taxi y me lo trajeron reventadito…
Yo tenía que cerciorarme:
.- ¿Lo enterrarían, no…? Pobrecito.
.- Pues si, lo metimos en una caja de cartón y lo llevamos a la Casa de Campo. Allí al lado de un olmo a la derecha entierran a muchos…
.- Animalito, pues les doy mis condolencias.
No me quedé tranquilo y me dije: “Mañana voy a comprobar las sepulturas”
A la mañana siguiente y tras el desayuno, en vez de decir “adios” a la familia,
se me escapó un “Miauu…”, que los dejó con cara de haba.
En la Casa de Campo habían puesto un guarda al lado del olmo de marras. Pregunté el motivo y me aclararon:
.- Es que últimamente hay por aquí mucho meneo, sabe...
Fui al mercado y me eché al bolsillo tres sardinas que robé en la pescadería, me senté en un banco del Parque y me las comí crudas. Perseguí entre los arbustos a una gata en celo que me había enseñado el culo y salí de allí despavorido porque un bulldog la tomó conmigo. Me encontré a mi amigo en la cafetería, con la cara llena de arañazos sorbiendo un tazón de leche. Los dos nos mirábamos con tristeza, decidimos que aquel atardecer nos daríamos un paseíto por los tejados del barrio…

lunes, 20 de mayo de 2013

Eso de la libertad...

Pues resulta que estaba citado en la Plaza de Callao con unos amigos y decidí tomar el autobús 51 desde
Serrano, con la sana intanción de trasladarme hasta la puerta del Sol y desde allí alcanzar mi destino a base
 de piernas. Pero héte aquí que al llegar a la Puerta de Alcalá, el conductor nos anunció el desalojo del transporte urbano, por estar cortado el tráfico en adelante. Una vez apeado dirigí la mirada hacia mi castiza calle de Alcalá y pude distinguir una considerable horda humana, que se dirigía, considerablemente empancartada ( de pancarta, lo acabo de inventar), hacia el alojamiento del Kilómetro cero.
Alguien me explicó que haciendo uso de la libertad de expresión, la multitud se expresaba ordenadamente
en franca protesta por alguna de las leyes en proyecto, al parecer.
Total que hube de recorrer el resto de mi camino en penosa cuesta arriba, resintiéndome sensiblemente en mi sistema propio de transporte, no sin ronronear ciertos juramentos en hebreo y demás lenguas afines.
Para colmo, al alcanzar la cúspide una bípeda me arrebato alevosamente un asiento público, dejándome con las ganas. ¡Hombre estas cosas no se hacen con un aborígen en tránsito...!
Parece ser que haciendo uso de la mencionada libertad, este suceso se viene repitiendo cada vez que a los que mandan se les ocurre dictaminar alguna reforma educativa, laboral, social. o lo que sea; después de
haberlos elegido electoralmente por amplia mayoría, pues la verdad no lo entiendo...y mis piernas menos.
Propongo que primero se pongan de acuerdo y si no lo hubiere se autorice el evento en el Cerro del Pimiento, Casa de Campo o algo por el estilo. Con ello se beneficiaría el mobiliario urbano de Madrid,
que se queda hecho un asquito, se protegería el descanso  y el footing quedaría para los voluntarios y no para los ya algo veteranos.        ¿No les parece...?

domingo, 28 de abril de 2013

Estaciones...

La estación. Las estaciones tenían algo entrañable. Posiblemente en mayor o menor grado todas lo tengan, pero ahora me refiero a una estación de ferrocarril muy grande, Madrid Puerta de Atocha. Años ha, podían apreciarse en sus andenes situaciones muy emotivas, despedidas ostentosas a aquellos hijos, que maleta semiacartonada en mano, emprendían la aventura del servicio militar o del trabajo en otra provincia. Las madres se ponían moradas de lagrimeo mientras los padres opinaban : “¡ Déjale que se haga un hombre...! “, frase con profundo fondo filosófico. Yo recuerdo las partidas y arribadas de mi padre, quien por su trabajo viajaba con frecuencia. Acudíamos presurosos a la estación, mi madre y yo de la mano, para recibir al fumigoso ferrocarril, cuya negra locomotora ponía la estación perdida de humo y producía una sensación terrorífica al penetrar. Había que sacar un billete de andén muy barato para acceder a los andenes y allí aguardábamos impacientes la entrada del monstruo, quien con una estruendosa pitada, decía: aquí estoy. Mi progenitor que era de un vestir impoluto, portaba su cuello de camisa, blanco en origen, con un sombreado parecido al techo de la estación, cuyos cristales eran ya impenetrables por los rayos solares. Tras los saludos de rigor y sorteando a los maleteros, que se ganaban la vida bajo boina y portando equipajes a precios módicos, salíamos a la calle para luego volver a bajar por la estación del metro, al otro lado de la plaza. Comodísimo…Siempre nos traía un presente que aceptábamos con cariño, pero la mayor alegría era cuando anunciaba: “ ¡Y ahora tres meses en Madrid...! “. El bendito teatro que nos permitió soportar aquellos años de carestía…. Bueno, no nos salgamos del tema. Las estaciones eran entrañables como he dicho por ser lugares de efusivas despedidas y alegres reencuentros, eran la chispa de la monotonía. Era hasta motivo de alegría decir: “ ¡Mañana voy a la Estación...! “. Pero la cosa ha cambiado. El público ya no accede a los andenes porque existen unos tornos que precisan del billete de viaje. Se acabaron los abrazos a pie de andén, los pañuelos al viento y las manos alzadas. Casi nadie despide a nadie y si lo recibe es en la cafetería. Ha terminado la ilusión, la espontaneidad del abrazo emocionado. También ha terminado, afortunadamente, el copioso humo y los emboinados mozos portamaletas que nos asediaban con sus carritos. Pero que quieren...,¡a mi todo aquello me gustaba …! José Luis.

jueves, 27 de diciembre de 2012

La reunión

La reunión ̶ ¿Y dice Vd que vendrá mucha gente a verme...? ̶ Por supuesto y habrá música, flores, peinetas y mantones de Manila. ̶ Y conoceré a un caballo en una tarde de sol brillante, donde los “olés” poblarán el ambiente. ̶ Por supuesto y al final verá Vd. las estrellas... El Miura subió a la camioneta, pero no las tenía todas consigo...

viernes, 30 de noviembre de 2012

La fuga

La fuga. No podía más, aquel hombre tenía algo que brillaba en su mano, se ponía de puntillas y le miraba fijamente. Dió media vuelta, saltó la barrera y recorrió al trote la andanada. Luego enfiló la puerta principal y a toda velocidad bajó la calle Alcalá, la M-30 y torció por la N II. Pasada la Pedregosa el primer pueblo era Soses, allí ya sin resuello se dirigió al primer mosso d´Esquadra que pilló: ̶ Asil polític, si us plau...

viernes, 16 de noviembre de 2012

El diente

El diente. El almuerzo había sido completamente satisfactorio. Doña Asunción, como todos los jueves, se había esmerado en el cocido familiar al que no había faltado de nada, incluida la famosa carne de morcillo. Como remate el melón sabía a almívar ̶ Así da gusto comer en casa. ¿Dónde ibamos a desgustar esta sopa de cocido y estos garbanzos que se deshacen con mirarlos, y el tocinito y la morcilla que estaba de rechupete...?̶ ,̶ se expresaba don Ramón con cara da angelito de Rubens. ̶ Bueno no habrá sido para tanto, lo que pasa es que una hace las cosas con cariño y a veces salen bien... ̶ replicó modestamente la cocinera. ̶ Bien..., ̶ exclamó el jefe familia ̶ esto es una maravilla... Y sin poderse contener se levantó y aproximándose a su media naranja le proporcionó dos sonoros besos en plena frente. Ante tal expresión de afecto el resto de los comensales, es decir los abuelos Angustias y Marcelo y los pitufos Rosita y Javierín, prorrumpieron en un masivo aplauso. Doña Asun visiblemente emocionada se levantó y anunció: ̶ Voy a calentar el café para después del postre. Regresó con la cafetera echando humo y sirvió media taza a los mayores. Al remover el azúcar, don Ramón paró de repente en seco, sacó la cucharilla y exclamó alarmado: ̶ ¡Un diente..., aquí dentro hay un diente...! Todas las miradas convergieron en la temblorosa cucharilla que se ofrecía a su vista, con un diente náufrago rodeado de café. Rosita exclamó de motu propio: ̶ ¡Puaf que asco...! A la pobre doña Asun no le faltaba mas que llorar, los abuelos se miraron con desconfianza y Javierito salió corriendo. Pero Rosita, dominado la situación exclamó: ̶ Esto lo aclaramos ahora mismo. ¡A ver Abuela...!, abra usted la boca ̶ tras examinarla detenidamente, dijo ̶ completa... ¡Ahora usted...abuelo...! Pero el abuelo ya se había imginado la jugada y sin mas, plantó con energía las dos partes de su dentadura, con algo de morcilla alojada, sobre la mesa. ̶ Estos son mis poderes, ¡con dos...! (era forofo del Cardenal Cisneros...). A don Ramón, del susto se le fueron cucharilla y diente al suelo. ̶ ¡A mi me da algo...! ̶̶ exclamó la cocinera, llevándose las manos al recogido... ̶ ¡Javierito...! ̶ bufió más que chilló el jefe. Javierito desde el umbral con cara de circunstancias se expresó: ̶ Dos semanas se ha pegado bajo la almohada y ni ratoncito Pérez ni madre que lo trajo... Como decís que es de leche me dije que serviría para un cortadito...

martes, 13 de noviembre de 2012

De escaparates. Yo recuerdo que in illo tempore mi progenitora salía con alguna de sus amigas y, honrándome con su compañía, alguna que otra vez fui castigado a algo terrible: “Ir de escaparates”. Se trataba de una lenta procesión cuyo objetivo era contemplar uno a uno, salvo raras excepciones, todos los escaparates a tiro, para lo cual se elegían las calles más comerciales. Generalmente el hecho se prodigaba los lunes, pues los comercios cambiaban los fines de semana sus balcones al público. Como quiera que el horno no estaba para bollos…, constituía una distracción gratisdata al alcance de todos los bolsillos, pero que resultaba un tormento para el que suscribe, que prefería jugar a las chapas. Bien, pues en conmemoración del pasado, el otro día repase los escaparates de una calle de la ciudad que habito. Llamó poderosamente mi curiosidad, el lujo, la pomposidad y boato de un establecimiento dedicado a cocinas. Exhibía el mencionado tres salones-cocina, a cual más relumbrante, armarios de apertura automática, electrodomésticos de tecnología punta, cristales pavonados, acero inoxidable, incluso dos taburetes con forma de setas. El precio, mejor ni preguntarlo, aquello parecía de otra galaxia. Quedé impresionado por tanta belleza doméstica, pero con lo que no estuve de acuerdo era con el rotulado exterior que especificaba “COCINAS”. Eso no era para mis sentidos una cocina, o lugar donde se confeccionaba, muchas veces con más amor que elementos, la comida familiar. Donde en los días invernales muchas veces me refugié, porque se estaba calentito, donde había una mesita con mantel a cuadros rojo y blanco, como banco de trabajo para limpiar lentejas, seleccionar hortalizas, pelar patatas y demás menesteres propios de la faena. Donde enérgicamente ayudaba con el soplillo a avivar el difícil fuego necesario, luchando contra la pillería del carbonero que nos vendía el carbón mezclado. Donde a veces se escuchaban cuentos improvisados, que alguien con más voluntad que imaginación trataba de dar forma, cuentos que siempre acababan bien, como debe ser. Donde a veces se proponía realizar allí mismo la comida, para dejar el comedor impoluto para las visitas. Las cocinas expuestas eran habitáculos de lujo, automatismo, ostentación, cocinas con glamour, lo que se quiera, pero para mi nunca podrían desprender el arrope, el calor de hogar de las de antaño, donde a veces la vida familiar se mostraba más realizada, más evidente. Y para colmo, las expuestas no tenían siquiera, ni calderos colgados en las paredes. ¡Qué ignorancia...! 3.-

sábado, 20 de octubre de 2012

Ordenadores mudos

Ordenadores mudos. Mi ordenador no hace ruido alguno y eso me tiene mosca. Si realizara el tableteo que orquestaban las máquinas de escribir de antaño, seguramente me libraría de ser interrumpido con tanta frecuencia por mis allegados, que pensarían: “dejémosle, que está trabajando…” Incluso pudiera ser que el tecleo instara a pensar a la vecindad, “debe haber un escritor entre nosotros…”. Pero nada de esto acaece, no hace ruido alguno, se limita a reflejar mis relatos sin el más mínimo comentario, acepta sin rechistar mis correcciones y al final me muestra el producto para mi aprobación o deshecho. Es frío e impávido no dice absolutamente nada, ni aplaude ni censura. ¡Hombre…, yo tampoco espero una ovación cerrada a cada intento de relato! Tampoco un abucheo, por supuesto, pero podía estar programado al menos para animar al ejecutante, admitiendo su esfuerzo. Con un “¡adelante que la cosa mejora…!”, o algo así, me conformaría, pero que si quieres arroz… Por eso he decidido escribir bajo la influencia de alguna música, alguna melodía de esas que te levantan la moral y al pairo de sus sones, y tras las oportunas correcciones, estimo correcto pulsar el “guardar”, obviando el “eliminar”. La letra impresa, independiente de la calidad de lo escrito, es fría, insensible, no transmite afecto ni ilusión, Habrá que inventar el libro sonoro. Por todo ello querido lector, si alguna vez te viene bien, te agradecería que me enviaras alguna postal, cualquier postal, escrita a mano… No hace falta que me digas nada interesante, tan sólo quiero ver tu palabra manuscrita. ¡Me haría tanta ilusión…! -------------------------------

El diente

El diente. El almuerzo había sido completamente satisfactorio. Doña Asunción, como todos los jueves, se había esmerado en el cocido familiar al que no había faltado de nada, incluida la famosa carne de morcillo. Como remate el melón sabía a almívar ̶ Así da gusto comer en casa. ¿Dónde ibamos a desgustar esta sopa de cocido y estos garbanzos que se deshacen con mirarlos, y el tocinito y la morcilla que estaba de rechupete...?̶ ,̶ se expresaba don Ramón con cara da angelito de Rubens. ̶ Bueno no habrá sido para tanto, lo que pasa es que una hace las cosas con cariño y a veces salen bien... ̶ replicó modestamente la cocinera. ̶ Bien..., ̶ exclamó el jefe familia ̶ esto es una maravilla... Y sin poderse contener se levantó y aproximándose a su media naranja le proporcionó dos sonoros besos en plena frente. Ante tal expresión de afecto el resto de los comensales, es decir los abuelos Angustias y Marcelo y los pitufos Rosita y Javierín, prorrumpieron en un masivo aplauso. Doña Asun visiblemente emocionada se levantó y anunció: ̶ Voy a calentar el café para después del postre. Regresó con la cafetera echando humo y sirvió media taza a los mayores. Al remover el azúcar, don Ramón paró de repente en seco, sacó la cucharilla y exclamó alarmado: ̶ ¡Un diente..., aquí dentro hay un diente...! Todas las miradas convergieron en la temblorosa cucharilla que se ofrecía a su vista, con un diente náufrago rodeado de café. Rosita exclamó de motu propio: ̶ ¡Puaf que asco...! A la pobre doña Asun no le faltaba mas que llorar, los abuelos se miraron con desconfianza y Javierito salió corriendo. Pero Rosita, dominado la situación exclamó: ̶ Esto lo aclaramos ahora mismo. ¡A ver Abuela...!, abra usted la boca ̶ tras examinarla detenidamente, dijo ̶ completa... ¡Ahora usted...abuelo...! Pero el abuelo ya se había imginado la jugada y sin mas, plantó con energía las dos partes de su dentadura, con algo de morcilla alojada, sobre la mesa. ̶ Estos son mis poderes, ¡con dos...! (era forofo del Cardenal Cisneros...). A don Ramón, del susto se le fueron cucharilla y diente al suelo. ̶ ¡A mi me da algo...! ̶̶ exclamó la cocinera, llevándose las manos al recogido... ̶ ¡Javierito...! ̶ bufió más que chilló el jefe. Javierito desde el umbral con cara de circunstancias se expresó: ̶ Dos semanas se ha pegado bajo la almohada y ni ratoncito Pérez ni madre que lo trajo... Como decís que es de leche me dije que serviría para un cortadito...

martes, 13 de noviembre de 2012

De escaparates. Yo recuerdo que in illo tempore mi progenitora salía con alguna de sus amigas y, honrándome con su compañía, alguna que otra vez fui castigado a algo terrible: “Ir de escaparates”. Se trataba de una lenta procesión cuyo objetivo era contemplar uno a uno, salvo raras excepciones, todos los escaparates a tiro, para lo cual se elegían las calles más comerciales. Generalmente el hecho se prodigaba los lunes, pues los comercios cambiaban los fines de semana sus balcones al público. Como quiera que el horno no estaba para bollos…, constituía una distracción gratisdata al alcance de todos los bolsillos, pero que resultaba un tormento para el que suscribe, que prefería jugar a las chapas. Bien, pues en conmemoración del pasado, el otro día repase los escaparates de una calle de la ciudad que habito. Llamó poderosamente mi curiosidad, el lujo, la pomposidad y boato de un establecimiento dedicado a cocinas. Exhibía el mencionado tres salones-cocina, a cual más relumbrante, armarios de apertura automática, electrodomésticos de tecnología punta, cristales pavonados, acero inoxidable, incluso dos taburetes con forma de setas. El precio, mejor ni preguntarlo, aquello parecía de otra galaxia. Quedé impresionado por tanta belleza doméstica, pero con lo que no estuve de acuerdo era con el rotulado exterior que especificaba “COCINAS”. Eso no era para mis sentidos una cocina, o lugar donde se confeccionaba, muchas veces con más amor que elementos, la comida familiar. Donde en los días invernales muchas veces me refugié, porque se estaba calentito, donde había una mesita con mantel a cuadros rojo y blanco, como banco de trabajo para limpiar lentejas, seleccionar hortalizas, pelar patatas y demás menesteres propios de la faena. Donde enérgicamente ayudaba con el soplillo a avivar el difícil fuego necesario, luchando contra la pillería del carbonero que nos vendía el carbón mezclado. Donde a veces se escuchaban cuentos improvisados, que alguien con más voluntad que imaginación trataba de dar forma, cuentos que siempre acababan bien, como debe ser. Donde a veces se proponía realizar allí mismo la comida, para dejar el comedor impoluto para las visitas. Las cocinas expuestas eran habitáculos de lujo, automatismo, ostentación, cocinas con glamour, lo que se quiera, pero para mi nunca podrían desprender el arrope, el calor de hogar de las de antaño, donde a veces la vida familiar se mostraba más realizada, más evidente. Y para colmo, las expuestas no tenían siquiera, ni calderos colgados en las paredes. ¡Qué ignorancia...! 3.-

sábado, 20 de octubre de 2012

Ordenadores mudos

Ordenadores mudos. Mi ordenador no hace ruido alguno y eso me tiene mosca. Si realizara el tableteo que orquestaban las máquinas de escribir de antaño, seguramente me libraría de ser interrumpido con tanta frecuencia por mis allegados, que pensarían: “dejémosle, que está trabajando…” Incluso pudiera ser que el tecleo instara a pensar a la vecindad, “debe haber un escritor entre nosotros…”. Pero nada de esto acaece, no hace ruido alguno, se limita a reflejar mis relatos sin el más mínimo comentario, acepta sin rechistar mis correcciones y al final me muestra el producto para mi aprobación o deshecho. Es frío e impávido no dice absolutamente nada, ni aplaude ni censura. ¡Hombre…, yo tampoco espero una ovación cerrada a cada intento de relato! Tampoco un abucheo, por supuesto, pero podía estar programado al menos para animar al ejecutante, admitiendo su esfuerzo. Con un “¡adelante que la cosa mejora…!”, o algo así, me conformaría, pero que si quieres arroz… Por eso he decidido escribir bajo la influencia de alguna música, alguna melodía de esas que te levantan la moral y al pairo de sus sones, y tras las oportunas correcciones, estimo correcto pulsar el “guardar”, obviando el “eliminar”. La letra impresa, independiente de la calidad de lo escrito, es fría, insensible, no transmite afecto ni ilusión, Habrá que inventar el libro sonoro. Por todo ello querido lector, si alguna vez te viene bien, te agradecería que me enviaras alguna postal, cualquier postal, escrita a mano… No hace falta que me digas nada interesante, tan sólo quiero ver tu palabra manuscrita. ¡Me haría tanta ilusión…! -------------------------------