miércoles, 24 de marzo de 2021

La invitación

 

La invitación.                  

 

Se había empeñado en llevarme a comer al nuevo restaurante.

— Verás, es un local nuevo que acaban de inaugurar en la esquina al lado de los multicines. Donde antes había una papelería..

— Ya sé que papelería dices, donde una vez me vendieron un periódico de hacía tres días.

 — ¿Y no le dijiste nada, yo habría…?

.— ¿Qué no le dije nada…? Bueno, es que verás me fui con el diario a mi cafetería habitual y agazapado en la mesa del rincón inicié la lectura mientras el camarero me traía el café. Cuando lo trajo, echó una ojeada al periódico y comentó.

   ¿Qué…, buenas noticias…?-no apartaba la vista del diario-

   Pschh… las de todos los días. Nada interesante. Es que parece el mismo siempre

   Claro, claro…

Comprobé la “primitiva de ayer” y me llevé el sorpresón de verificar que me habían tocado 150 euros. Pagué y me dirigí al lotero a toda velocidad. Metió el boleto en la maquinita y observé con emoción la pantalla. Tras unos instantes apareció el letrerito: “boleto no premiado”. Me quedé tieso e interpelé al lotero: ¡Oiga eso debe estar equivocado, en el periódico dice que he ganado 150 euros, mire…! Entonces don Antonio, el lotero, que es muy buena persona y tiene más paciencia que un santo, se caló unas gafas mínimas, tomó el periódico y señalándome la fecha agregó: ¡Hombre, no compre usted periódicos atrasados, aunque sean más baratos...!

 A todo esto, se había formado cola y el cachondeo era de órdago…

— ¿Volverías a la papelería…, no?

 — Hecho una furia, pero el jefe se había ido al médico y estaba un niño tras el mostrador.  Me ha dicho mi papá que usted volvería, porque se ha llevado un diario de ese montón que son para devolver y a lo mejor no le gusta…

Me quedé mirándole, sin saber si lanzar un berrido o no, y calmado contesté:

 —Pues dile a tu papá que sí, que me ha gustado y además no lo había leído. Pero como no he visto su esquela, se lo devuelvo. Y ahora dame el de hoy…

Llegamos al nuevo restaurante.

  El local me da mosca, porque todo negocio que montan aquí acaba cerrado.

Penetramos en el nuevo local y un solícito camarero, algo oriental, nos acompañó a una mesa. A poco vino el que parecía ser el encargado, boli en mano nos entregó una carta de vinos, que parecía la lista de la lotería.

   No, tráiganos el de la casa y una Casera.

— De manjares tenemos conejo estofado, ternera en salsa Orly, lenguado calabrés…

  Mire, tráiganos el conejo, que parece más hispano… ¿no…?

— Para los dos,—-agregó mi amigo.

Rematamos el almuerzo con un helado de turrón y tras abonar la minuta,  salimos a dar un paseo para bajar la comida, en el que se produjeron sendos eructus Magnus , que según Hipócrates son suspiros de satisfacción.

 — ¿Qué te ha parecido el menú…, aceptable verdad?.—  Bueno, lo que no sabemos seguro es si era conejo o gato…

  Pues ahora que lo dices, últimamente no se ve un gato por el barrio.

 

Mi amigo no sabía que yo era supersticioso, bueno un poco…, y aquella salvedad se me quedó dentro y de tal manera, que con disimulo y desde ese momento no hacía más que buscar con la mirada algún gato, que rectificase la opinión de mi amigo.

Al regresar a casa, ya con la tarde avanzada saludé a la portera:

 —Buenas noches doña Mercedes, ¿y su gatito, anda por ahí…?

 —¡Calle, calle, que Manolo y yo tenemos un disgusto…!

 —¡No me diga que ha desaparecido…!

 —No, que lo atropelló un taxi y me lo trajeron reventadito…

    Pero yo tenía que cerciorarme:

    ¿Lo enterrarían, no…? Pobrecito.

 —Pues sí, lo metimos en una caja de cartón y lo llevamos a la Casa de Campo. Allí en la entrada, al lado de un olmo a la derecha entierran a muchos…

   Animalito, pues les doy mis condolencias

.

No me quedé tranquilo y me dije: << mañana voy a comprobar las sepulturas>>

A la mañana siguiente y tras el desayuno, en vez de decir “adios” a la familia, se me escapó un <<Miauu…>>, que los dejó con cara de haba.

En la Casa de Campo habían puesto un guarda al lado del olmo de marras. Pregunté el motivo y me aclararon:

 — Es que últimamente hay por aquí mucho meneo, sabe..,buscones...

  Fui al mercado y me eché al bolsillo tres sardinas que robé en la pescadería, me senté en un banco del Parque y me las comí crudas. Perseguí entre los arbustos a una gata blanca en celo que me había enseñado el culo y salí de allí despavorido porque un bulldog la tomó conmigo. Me encontré a mi amigo en la cafetería, con la cara llena de arañazos sorbiendo un tazón de leche. Los dos nos mirábamos con tristeza, decidimos que aquel atardecer nos daríamos un paseíto por los tejados del barrio para pasar el rato…

 

                                                        J.L.G.R.

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 5 de marzo de 2021

El café del suelo brillante

 

El café del suelo brillante.

¡Os habéis dado cuenta de lo importante que es para un establecimiento de esta clase o similar presentar un suelo brillante…!

Yo frecuento uno de ellos, bueno en realidad no es un café. Se trata de una especie de merendero (creo que les dicen piscolabis), donde se sirven zumos variados, sandwichs, bollería y también café, que por cierto es muy sabroso. No voy a citar su nombre, no precisa mi propaganda, si me lee se reconocerá.

Acudo finalizando la mañana y lo encuentro concurrido, pero a eso de la una del mediodía me quedo prácticamente en familia, que es como a mí me gusta, y entonces tras somera lectura a los periódicos, ( por cierto que con eso de la pandemia los han suprimido, maldición…), dos por lo menos local y nacional, y si estoy inspirado, desarrollo algún relato relacionado con mis impresiones o mi imaginación.

Hoy le ha tocado al local. Pues bien, cuando la afluencia ya es escasa, alguna de sus diligentes empleadas, aprovecha para pasar por los pisos una especie de mopa o gamuza a fin de restaurar el brillo, lo que logra con total certeza. Las luces o cualquier objeto brillante se reflejan en el pavimento, que luce como un espejo para total satisfacción de quien lo contempla.

Esto conlleva una significada atracción que de hecho es un reclamo perfecto. Me gusta este lugar, tanto por su aspecto como por el servicio y soy asiduo concurrente, es un tranquilo lugar donde se está a gusto.

Hay algo que yo cambiaría, el personal viste de negro riguroso y creo que tan áspero color podría ser reemplazado por un verde claro o calabaza, que estaría más a tono con el cometido y con el entorno. El público que aquí se da cita es de lo más variado, amas de casa que hacen una pausa en su compra diaria para saborear un cafetito, muchachos de la tercera edad que alrededor de una mesa relatan las jaquecas del día de la fecha, hombres de negocios que agenda en mano parecen discutir determinados temas, a veces con visible vehemencia. Algunos empleados de la zona realizan su pitanza y también alguna parejita de recién descapullados, que se derriten a golpe de tiernas miradas.

Todo muy variopinto como se aprecia, pero en general gente silenciosa que te permite leer plácidamente y también pensar un ratito, en esos momentos en que te quedas con la mirada en el vacío, buscando las inexistentes musarañas. Y por supuesto puedes dedicarte a escribir este artículo-comentario, aprovechando tres menguadas servilletas que se me ofrecen obsequiosas con total falta de pudor…

Hasta otro día.