domingo, 29 de julio de 2012

Compañera imprescindible

Compañera imprescindible. Salió con paso decidido, en tres zancadas amortizó los escalones que le separaban de la acera y dejó que la puerta de la calle se cerrara a su aire, tras de si. Pero en cuanto dio unos cuantos pasos por la Avenida, percibió que le faltaba algo. No podía percibir de qué se trataba, pero algo le faltaba y empezó a sentirse incómodo. El sol brillaba en las alturas y se detuvo desorientado, miraba a derecha e izquierda, se sentía descolocado y se puso a observar a cuantos se cruzaban con él. De pronto y con gran asombro descubrió el enigma. Todos la tenían y él no tenía sombra. Cuantos circulaban arriba y abajo proyectaban sobre el pavimento una sombra más o menos aceptable, pero él no tenía sombra alguna. Atemorizado emprendió con prestancia el regreso a su vivienda. Algo había pasado en su persona, vivo estaba seguro de estar, ya que un vecino le había saludado al cruzársele en la escalera, pero algo pasaba. Accedió con prestancia a su domicilio y comenzó a registrar con minuciosidad cajones, armarios, cómodas, cuarto trastero, en fin, registró cuanto se ofreció a su vista, pero la dichosa sombra no aparecía. Al fin la descubrió acurrucada debajo de la cama. Le dijo con energía: ̶ ¡Sal de ahí…! ¿Qué haces escondida…?, menudo susto me has dado. ¿Puede saberse a qué estás jugando?. La sombra, desde un rincón le respondió: ̶¡Déjame…, no me necesitas, siempre renegando de mi!, ¡qué sombra puñetera…! ¡Se necesita tener mala sombra…! ¡Anda y búscate otra que te guste más…! La sombra comenzó a sollozar débilmente. ̶¡Bueno, no te pongas así, mujer…! Sólo son expresiones que no encierran resentimiento alguno…Tu sabes que yo te apreció y de hecho no he tenido en mi vida más sombra que tú… ¡Anda sal de ahí preciosa…! La sombra parece que poco a poco se fue consolando y se asomó lentamente. Su dueño la tomó de un pequeño sombrajo que se ofreció a su mano y la sacó de su escondite. Le dio un beso volado. ̶ Bueno, pero no me desprecies más… –arguyó mansamente- Levantándola se la echó a la espalda con dulzura y aclaró. ̶ No te preocupes, no volverá a pasar. Puesto de nuevo en circulación bajo la soleada Avenida, dirigió la mirada al pavimento y contempló con orgullo, una hermosa sombra que le perseguía a todas partes contoneándose. No pudiendo contenerse exclamó: ̶ ¡Viva la madre que te….! La sombra se emocionó, pero no dijo nada. Ya se sabe que las sombras nunca hablan en público…