La
Revista ha muerto, viva el Musical.
La música en su punto álgido se hacía dueña del foro
teatral. Eran las últimas notas de aquel entretenido espectáculo que aglutinaba
situaciones cómicas, chistes fáciles, coros de bailarinas de cuerpos
semivestidos, canciones de las vedettes (con más voluntad que acierto),
decorados deslumbrantes, orquesta activa siempre acaparadora y todo ello
formando parte de un libreto intrascendente, hábilmente diseñado para rellenar
espacios. La apoteosis final hacía que los entusiastas del género despidan en
pie a los protagonistas de la función.
Ellos por su parte, y en riguroso orden de
importancia, aparecen en el escenario saludando con profusión al público, se
inclinan cortésmente extendiendo sus brazos y miradas hacia todos los
asistentes con la sonrisa del agradecimiento iluminando sus rostros. Por último
la espléndida vedette, la hembra central del espectáculo, embutida en un
carnavalesco y despampanante bikini de plumas, recorre, seguida fielmente por
todo el elenco de la compañía, la pasarela del escenario, enviando amorosamente
al público ostensibles gestos cariñosos que hacen la delicia del aforo, ella
apenas puede gesticular dada la aparatosidad del traje que luce, pero en su
amplia sonrisa se concentra la gratitud y simpatía que almacena.
Era la apoteosis final de LA REVISTA. Aquel
espectáculo, en apariencia carente de calidad, con diálogos a veces absurdos y
música facilona, que sin embargo llenaba a rebosar los teatros madrileños con
el público más diverso.
Porque la
revista gustaba, sus pegadizos números musicales se tarareaban por las
calles madrileñas y las bailarinas eran asediadas en las puertas traseras de salida
de personal de los teatros. Yo todavía rememoro el Pichi de Celia Gámez en el Alcázar, Soy madrileña de Maruja Díaz en el desaparecido Fontalba, y a la
novia de Madrid Ana María, con el
encanto de Queta Claver, en el teatro Martín, también la simpatía arrolladora
de Lina Morgan, la reina de La Latina.
La revista ha muerto, desaparecido, sustituida por
grandiosos musicales importados, Mamma mía, Jesucristo Superstar, El rey León y
otros muchos de alta calidad. Pero el gracejo, la alegría y el sabor popular de
la revista, dejaron huella entre los que antaño salíamos con las manos rojas de
aplaudir de los coliseos de la villa del Oso y el Madroño.
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