Cosas de Madrid : El camarero de la Plaza de Oriente.
Como siempre los cuatro matrimonios
íbamos de aquí para allá, trotando por nuestro Madrid sin decidirnos a aparcar
en algún establecimiento o terraza, el intentar ponernos de acuerdo sobre el
sitio a elegir hubiera sido tarea inútil.
Así pedaleando nos encontramos de
golpe y porrazo en una plaza que tenía en medio una estatua con un señor a
caballo.
—Ese debe ser un Felipe…,—dijo C.
—Bueno, yo sé que en
la Plaza Mayor hay un Felipe pero no puedo precisar los palitos, puede ser el
III o el IV, añadió R.
—Desde luego
Espartero no es, lo digo por el tamaño de los cataplines del caballo. — agregué
convencido.
Las damas, ajenas a nuestro cultural comentario, ya no podían
más y estallaron:
—¡No podemos más, no
me siento las piernas, parecen de corcho…!
Las tres restantes acudieron en su auxilio:
—¡Aquí mismo nos
sentamos…!
Y dicho y hecho, en la primera terraza que pillaron se
derrumbaron sin miramientos. Un vez encajados en los asientos atendimos a un
solícito camarero, quién block en mano procedió a escucharnos.
—¡Las señoras
primero por favor…!
¡Anda éste, nos ha salido redicho…!
—A, —con voz cansina
objetó — Para mí una manzanilla templadita, por favor, se me sale el cocido…
—G, —más decidida
añadió— un riojita me caerá bien.
—B, —fue más
original— una Coca Light.
—A (II),—siempre
prudente— Un té con limón, por favor.
El camarero, esgrimiendo las herramientas, ya tenía cara de circunstancias, se veía que la
variedad y escribir no eran lo suyo…
—Bien ahora los
caballeros…
—C, —adelantándose—
yo quiero un cubata con hielo
—R, un refresco de
lo que sea, pero bien frío.
—M. ¿tendría algo de coco…?
(Aparte de la
cara,—pensé yo…)
—Por mi parte una Mahou.
El
camarero, tomando aire, comenzó:
—O sea que una Mahou, un té, un lo que sea
…,¡jóder…! (Menos mal que me jubilo el mes que viene…)
—Compadre… ¿qué te juegas a que el nota no atina en
los autores de
los encargos...?
Y al cabo de un rato apareció con una
bandeja repleta de vasos y
botellas que depositó con determinación en el centro
de la mesa.
—Bueno, aquí tienen, procedan ustedes mismos…—y con los
brazos
cruzados contempló nuestras elecciones.
—Ahí veis lo que es tener mili…—comenté.
Cuando
tras pagarle se alejaba me pareció que decía entre dientes: “Si
estos vuelven otro
día, me da algo…”
.
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