miércoles, 27 de julio de 2011

Los Sánchez

La Familia Sánchez.

El caso es que el día se presentaba más que agradable, el sol resplandecía, si bien no estaba todavía en su punto álgido, un ligero calorcillo se apropiaba del ambiente y ante la perspectiva de un buen día, la familia Sánchez decidió ir a pasar el día en la costa. Bueno esto lo decidió la señora Sánchez, que era quien decidía la mayor parte de las cosas, el señor Sánchez dio su aquiescencia, poco convencido pero siempre amable, y los niños Dorita y Javier, pues, ¡qué remedio...!
El problema era el abuelo, es decir el señor Sánchez senior, quién tras desayunar a gusto se estaba empezando a pegar la siesta del burro, es decir de diez a una de la tarde.
Sánchez senior había sido marino, bueno más bien marinero, pues durante treinta años había conducido la barcaza que daba vueltas al estanque del Retiro para holganza y regocijo de infantes, servicio doméstico y módulos de Infantería del cercano Ministerio. Conservaba su gorra de Capitán de barcaza y una especie de guerrera, que en vez de galones tenía cintas de colorines. Tenues ronquidos comenzaban a emerger de las profundidades de su garganta, cuando fue agitado por los hombros por el Sánchez más tierno, a la par que le gritaba:
.- ¡Despierta abuelo que nos vamos a la costa!,- lo que produjo la natural sorpresa del durmiente y la exclamación del pureta:
.- ¡El volcán, si ya os decía yo que cualquier día éste nos la jugaba…¡- dijo a la par que se agarraba al nieto para levantarse con evidente cara de susto.
.- ¡Pero que volcán ni que niño muerto…! si es una montañita de diez metros apenas…, padre que usted ya ve visiones…!
.- Si, ¿y el humo que se veía anteayer qué…?
.- Eso eran unos labriegos quemando zarzas, ya se lo dije.
.- Entonces para qué vamos a la costa, ¿vais a pescar algo?.
.- No abuelo, que vamos a pasar el día al lado del mar, respirando la brisa marina.
.- Si, y poniéndonos de arena hasta el culo.., por cierto que no se olvide llevar mi almohada Donut, para las almorranas.
.- No se preocupe usted, que le pondremos sentadito de lo más confortable, para que disfrute usted del día. – le aclaró la nuera.
.- ¿Y de comida qué…, tortilla como siempre?
.- Pues si señor, he hecho tempranito tres tortillas la mar de ricas y he frito unos pimientos para compaña que os vais a chupar los dedos, por cierto una es con cebollita como a usted le gusta.- Luego dirá que están duras como

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siempre, ¡este viejo…!dijo para si.-
.- Mami, lleva bicarbonato para el abuelo, que se lo toma de postre como refresco….- saltó Dorita.
.- Niña, deja tranquilo al padre que parió a tu padre,- le dijo la madre por lo bajini.
Mientras tanto el sufrido defensa central, es decir el señor Sánchez, preparaba los bañadores, la sombrilla, las sillas plegables, las toallas, la baraja y los gorritos para el sol, ayudado por un diligente Javier que admiraba la paciencia de su progenitor, ¡ah,…! y la crema Nivea solar para ponérsela a la nena, que al aire se ponía roja como un tomate.
Entretanto Sánchez senior se encasquetó la guerrera de cintitas y la gorra de lobo de mar.
Organizada la expedición a la playa que distaba unos treinta kms. del pueblo, procedieron a incrustarse, más que acomodarse, en el reducido habitáculo del Renault paterno, ya veterano, y que al experimentar la carga de cinco personas, el bagaje y un bastón, se situó a pocos centímetros del suelo, a la vez que exhalaba un profundo quejido en lenguaje mecánico. Menos mal que arrancaba a la primera propiciando la acostumbrada exclamación paterna:
.- ¡Coches así ya no se fabrican….!
.- Así de cutres desde luego que no, añadió la tortillera, ya podías comprarte otro más cómodo, rácano.
.- Todo se andará mujer, dale tiempo al tiempo.
.- Si estáis esperando a que yo me muera, lo tenéis claro- musitó Sánchez senior- porque no vais a ver una perra.
.- Abuelo, nadie quiere que te mueras ni que nos des dinero, no hagas caso de las lenguas viperinas – y dirigió una mirada superficial a su madre y a su hermana.
.- Tengamos la fiesta en paz.
El pobre Renault cumplía su cometido, entre algún que otro chirrido de suspensión y una saeta que entonaba una puerta que no cerraba bien.
A mitad de trayecto, se detuvo en una gasolinera.
.- Voy a repostar y comprar el periódico- dijo Sánchez bajando del auto.
.- Yo quiero mear,- dijo con gracia la nena.
.- Se dice orinar niña,- corrigió su hermano.
.- Bueno se dice orinar cuando sea poquito, pero yo me estoy meando.
.- Anda niña sal, sal - . Hubo que desalojar al abuelo con dificultades, correr el asiento hacia delante, sacar a la mamá , que no era moco de pavo, y poner a la niña en circulación. El Renault suspiró de alivio.
.- Papi, me da miedo entrar sola.
.- Pues vete detrás de aquellos arbolitos, que es más higiénico.
.- A mi traes un paquete de chicles- dijo el abuelo.

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.- No, que cuando los escupe se le va la dentadura detrás- añadió la mami.
.- ¡Tu te callas, terrorista culinaria…!- añadió Sánchez señor-, que te he visto pelar las patatas con un hacha….
Al cabo del ratito volvió el conductor todo amabilidad…
.- Un paquete de chicles para papá, un revista para mamá, un paquete de pipas para Javier y unas gominas para Dorita y encima no hay periódico…, la leche.
Todos contentos, menos el Renault, prosiguieron su marcha hacia la costa.
Al momento apareció la línea azul en el horizonte, bajo un sol que empezaba a ponerse pesadito.
.- ¡El mar, el mar!, gritaron los niños alborozados, a la par que despertaron de nuevo al abuelo que estaba frito.
.- Mi gorra, ¿dónde está mi gorra?- resolló el abuelo, palpando el asiento trasero.
.- ¡Eso no es su gorra, que es mi culo caballero…! su gorra está en el suelo.
.- Ya decía yo, que no podía ser una ballena, a estas horas…
.- No sé cómo aguanto a tu padre, cualquier día….
.- Y la casa donde vive… ¿de quién es la casa...?
.- Pues a mi me cae muy bien, es muy divertido…
.- Porque te da dinero de vez en cuando, ¿ que yo lo he visto ?.- dijo la nena, y a mi nada…
.- ¡Hágase la paz!, que ya hemos llegado.
Aparcaron el vehículo y procedieron a establecerse a prudente distancia de la costa. Los niños corrían por la orilla tras unas gaviotas en ciernes, la señora tras despojarse del vestido ofreció tumbada al sol su amplia efigie, sin pensar que a lo mejor el sol también se asusta. El abuelo saludó militarmente a la mar Océano, desplegó su hamaca, centró el Donut, y embutido en unos shorts, procedió a iniciar su siesta marinera.

Mientras el señor Sánchez, sin tabaco por olvido y sin periódico, daba vueltas de un lado para otro, parecía que algo balbuceaba entre dientes y no se sabe a quien daba un recital de cortes de manga.

Se preguntaba si aún quedarían plazas en la Legión…

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