Comentarios sobre la naturaleza del barrio.
A veces decimos la palabra barrio sin percatarnos de
lo que engloba.
Mi barrio son las palmeras, algunas algo decrépitas,
que pueblan las calles adyacentes, es el olor que desprende el pan caliente del
horno cercano. También es mi barrio, ese extranjero que se sienta en un banco
frente al supermercado, accionando un acordeón de aires tristones y solicitando
una ayuda, el perro perteneciente a
cierto paseante, con el que a veces me cruzo y nunca me saluda y que por cierto
me mira con aire de desconfianza (conocerá que platico contra los depósitos
caninos).
Mi barrio es el supermercado, que cada día cambia los
anuncios de sus ofertas. Es la tienda de todo un poco, que a veces recorro sin
fin alguno.
Mi barrio es la humedad ambiental en los días de
calima y ese fresquito que circula en los atardeceres en primavera. También mi
barrio son esos bancos que se me ofrecen, y utilizo a veces, para alivio de las
articulaciones y el estanco de las quinielas donde la ilusión se estrella
tantas y tantas veces.
En fin mi barrio son muchas cosas, supongo que como el
de cada uno, y que constituyen mi vagar diario. El barrio no tiene dimensiones,
puedes extenderlo hasta donde tu necesidad de campo vital precise, admite
cambios de decoración y de personajes. No es un territorio cerrado. Amigo mío,
el barrio es lo verdaderamente importante para cualquiera de nosotros.
No hace falta ponerle un nombre, da igual. Cuando
alguien requiere mi origen, yo contesto simplemente:
“Yo soy de mi barrio, y en cuanto a mi patria, con
toda certeza, mi patria empieza en mi barrio, es mi infancia, mi deambular
diario, mi barrio ampliado…, muy ampliado y muchas cosas más.”
Bien, pues creo que me adhiero plenamente a este
comentario.
J.L.G.R.
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