viernes, 5 de marzo de 2021

El café del suelo brillante

 

El café del suelo brillante.

¡Os habéis dado cuenta de lo importante que es para un establecimiento de esta clase o similar presentar un suelo brillante…!

Yo frecuento uno de ellos, bueno en realidad no es un café. Se trata de una especie de merendero (creo que les dicen piscolabis), donde se sirven zumos variados, sandwichs, bollería y también café, que por cierto es muy sabroso. No voy a citar su nombre, no precisa mi propaganda, si me lee se reconocerá.

Acudo finalizando la mañana y lo encuentro concurrido, pero a eso de la una del mediodía me quedo prácticamente en familia, que es como a mí me gusta, y entonces tras somera lectura a los periódicos, ( por cierto que con eso de la pandemia los han suprimido, maldición…), dos por lo menos local y nacional, y si estoy inspirado, desarrollo algún relato relacionado con mis impresiones o mi imaginación.

Hoy le ha tocado al local. Pues bien, cuando la afluencia ya es escasa, alguna de sus diligentes empleadas, aprovecha para pasar por los pisos una especie de mopa o gamuza a fin de restaurar el brillo, lo que logra con total certeza. Las luces o cualquier objeto brillante se reflejan en el pavimento, que luce como un espejo para total satisfacción de quien lo contempla.

Esto conlleva una significada atracción que de hecho es un reclamo perfecto. Me gusta este lugar, tanto por su aspecto como por el servicio y soy asiduo concurrente, es un tranquilo lugar donde se está a gusto.

Hay algo que yo cambiaría, el personal viste de negro riguroso y creo que tan áspero color podría ser reemplazado por un verde claro o calabaza, que estaría más a tono con el cometido y con el entorno. El público que aquí se da cita es de lo más variado, amas de casa que hacen una pausa en su compra diaria para saborear un cafetito, muchachos de la tercera edad que alrededor de una mesa relatan las jaquecas del día de la fecha, hombres de negocios que agenda en mano parecen discutir determinados temas, a veces con visible vehemencia. Algunos empleados de la zona realizan su pitanza y también alguna parejita de recién descapullados, que se derriten a golpe de tiernas miradas.

Todo muy variopinto como se aprecia, pero en general gente silenciosa que te permite leer plácidamente y también pensar un ratito, en esos momentos en que te quedas con la mirada en el vacío, buscando las inexistentes musarañas. Y por supuesto puedes dedicarte a escribir este artículo-comentario, aprovechando tres menguadas servilletas que se me ofrecen obsequiosas con total falta de pudor…

Hasta otro día.

 

 

 

 

 

 

 

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