El café del suelo brillante.
¡Os
habéis dado cuenta de lo importante que es para un establecimiento de esta
clase o similar presentar un suelo brillante…!
Yo
frecuento uno de ellos, bueno en realidad no es un café. Se trata de una
especie de merendero (creo que les dicen piscolabis), donde se sirven zumos
variados, sandwichs, bollería y también café, que por cierto es muy sabroso. No
voy a citar su nombre, no precisa mi propaganda, si me lee se reconocerá.
Acudo
finalizando la mañana y lo encuentro concurrido, pero a eso de la una del
mediodía me quedo prácticamente en familia, que es como a mí me gusta, y
entonces tras somera lectura a los periódicos, ( por cierto que con eso de la
pandemia los han suprimido, maldición…), dos por lo menos local y nacional, y
si estoy inspirado, desarrollo algún relato relacionado con mis impresiones o
mi imaginación.
Hoy
le ha tocado al local. Pues bien, cuando la afluencia ya es escasa, alguna de
sus diligentes empleadas, aprovecha para pasar por los pisos una especie de
mopa o gamuza a fin de restaurar el brillo, lo que logra con total certeza. Las
luces o cualquier objeto brillante se reflejan en el pavimento, que luce como
un espejo para total satisfacción de quien lo contempla.
Esto
conlleva una significada atracción que de hecho es un reclamo perfecto. Me
gusta este lugar, tanto por su aspecto como por el servicio y soy asiduo
concurrente, es un tranquilo lugar donde se está a gusto.
Hay
algo que yo cambiaría, el personal viste de negro riguroso y creo que tan
áspero color podría ser reemplazado por un verde claro o calabaza, que estaría
más a tono con el cometido y con el entorno. El público que aquí se da cita es
de lo más variado, amas de casa que hacen una pausa en su compra diaria para
saborear un cafetito, muchachos de la tercera edad que alrededor de una mesa
relatan las jaquecas del día de la fecha, hombres de negocios que agenda en
mano parecen discutir determinados temas, a veces con visible vehemencia. Algunos
empleados de la zona realizan su pitanza y también alguna parejita de recién descapullados,
que se derriten a golpe de tiernas miradas.
Todo
muy variopinto como se aprecia, pero en general gente silenciosa que te permite
leer plácidamente y también pensar un ratito, en esos momentos en que te quedas
con la mirada en el vacío, buscando las inexistentes musarañas. Y por supuesto
puedes dedicarte a escribir este artículo-comentario, aprovechando tres
menguadas servilletas que se me ofrecen obsequiosas con total falta de pudor…
Hasta
otro día.
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