Las sillas de Recoletos.
El Paseo de Recoletos es la prolongación del Paseo
del Prado hacia el Paseo de la Castellana,
limitado en
sus extremos por la Fuente de la Cibeles
y la estatua de Colon respectivamente, formando
en su conjunto una de las Avenidas más bellas y
grandes de
Europa.
El trío constituye un equipo complementario si bien
son distintos, con
personalidad propia cada uno.
El Prado desmpeñaba antaño el Paseo señorial
donde se exhibían las modas y las berlinas,
hoy en día podríamos llamarle Paseo Cultural,
dotado de dos importantes Museos, el Real Jardín
Botánico y en su
entorno el templo de San Jerónimo
el Real, umbral de bodas de los aludidos.
Es
un paseo que tira hacia la imaginaria Viena.
La Castellana es más bien parisina
con mezclas de
museos y prominentes edificios..., más actual.
Pero yo ahora voy a referirme a ciertas sillas
metálicas que el
Ayuntamiento tuvo a bien situar,
allá por los años cincuenta o así, en pleno
Paseo de
Recoletos y que, previo pago de una cantidad nimia,
permitía a los
viandantes disfrutar de “la fresca”
en los atardeceres de los terribles veranos,
a la par que se contemplaba el paseo de los osados
peatones ajenos a la
calima reinante.
Mi madre me condujo más de una vez a las
citadas sillas donde
permanecíamos sentados
por espacio de cerca de una hora, allí la gente
hablaba
muy bajito,sin querer ser protagonista.
Era un entorno modesto y señorial
donde se hacían
evidentes los valores cívicos de la época.
Acudir a Recoletos
era importante, se saludaba
a la gente a la que solo se conocía de vista
con
ligeras inclinaciones de cabeza o mano
al ala del sombrero, Me explicaban que
aquellas
gentes sin tener nada tampoco carecían de nada,
eran gente educada y
corriente, enamorada de
aquel paseo que contaba con tres de los más
importantes palacios madrileños, con iglesia y
Biblioteca Nacional.
No se toleraban tómbolas gritonas ni canciones
estridentes, y cuando se
exponía la Feria
del Libro, Recoletos aguantaba estoicamente
las multitudes en
pro de la cultura.
Yo entonces no lo entendía, pero ahora cuando
lo recorro, he pasado a
valorarlo como se merece.
Son cosas de
Madrid….
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