El señor Felipe
Me ha venido a la memoria el recuerdo de un personaje, tan singular
como afectuoso, del viejo Madrid de allá por los años 60, que desarro-
llaba su profesión en el castizo, ya no tanto, barrio de Lavapiés.
El señor Felipe era de profesión barbero, hijo y nieto de barberos,
en cuya generación tal vez existió alguno sacamuelas, pues fueron
profesiones afines. Desarrollaba su cometido en un pequeño habitáculo
anexo a una tasca, al que se accedía descendiendo tres peldaños que
a más de uno dieron un susto.
Siempre tenía un ayudante-aprendiz al que de vez en cuando dejaba
hacer sus pinitos, amén de las labores de limpieza y que no solía
durarle mucho, ya que solo se nutría de las propinas que recibía de
los clientes al pasarles el cepillo final. Y claro está, en cuanto aprendía
un poco el muchacho tomaba las de Villadiego, o sea que se evaporaba...
El señor Felipe sabía un huevo de toros y de futbol no digamos...,
en su local había fotos de los más destacados de la época, a los que
por supuesto había visto actuar personalmente.
Daba unas conferencias de órdago a los sufridos clientes, aunque a
algunos les iba la marcha, A veces, al ir a recoger un utensilio, se
adornaba con una manoletina o una chicuelina, que dejaba pasmada
a la parroquia. A mi me caía muy bien porque me llamaba chavalín
y nunca me cobraba, por ser familiar de un amigo, pero yo después
le invitaba a un chato en la taberna de al lado.
Son recuerdos del aquel viejo Madrid donde un duro siempre eran
cinco pesetas....
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