domingo, 22 de abril de 2018

                                            El señor Felipe

   Me ha venido a la memoria el recuerdo de un personaje, tan singular
 como afectuoso, del viejo Madrid de allá por los años 60, que desarro-
llaba su profesión en el castizo, ya no tanto, barrio de Lavapiés.
   El señor Felipe era de profesión barbero, hijo y nieto de barberos,
 en cuya generación tal vez existió alguno sacamuelas, pues fueron
 profesiones afines. Desarrollaba su cometido en un pequeño habitáculo
 anexo a una tasca, al que se accedía descendiendo tres peldaños que
 a más de uno dieron un susto.
   Siempre tenía un ayudante-aprendiz al que de vez en cuando dejaba
 hacer sus pinitos, amén de las labores de limpieza y que no solía
durarle mucho, ya que solo se nutría de las propinas que recibía de
los clientes al pasarles el cepillo final. Y claro está, en cuanto aprendía
 un poco el muchacho tomaba las de Villadiego, o sea que se evaporaba...
    El señor Felipe sabía un huevo de toros y de futbol no digamos...,
en su local había fotos de los más destacados de la época, a los que
 por supuesto había visto actuar personalmente.
  Daba unas conferencias de órdago a los sufridos clientes, aunque a
 algunos les iba la marcha,   A veces, al ir a recoger un utensilio, se
 adornaba con una manoletina o una chicuelina, que dejaba pasmada
 a la parroquia. A mi me caía muy  bien porque me llamaba chavalín
 y nunca me cobraba, por ser familiar de un amigo, pero yo después
 le invitaba a un chato en la taberna de al lado.

 Son recuerdos del aquel viejo Madrid donde un  duro siempre eran
cinco pesetas....

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