lunes, 30 de octubre de 2017

Mi barrio



Casi sin querer he percibido una conversación, en la mesa vecina del café que frecuento, que me ha hecho pensar sobre su grado de certeza. Intentaré describir lo mejor posible los comentarios escuchados.
  Decía uno de ellos:
―A mí esto de las nacionalidades, de las regiones, de las provincias, etc. que hacen a muchos sacar pecho y provocan la consiguiente discusión comparativa, así como el afán desmedido de exaltar la propia idiosincrasia, con el evidente fin de ponerla un peldaño superior a las ajenas, me parece ridículo. Es más creo que lo verdaderamente importante es el concepto de barrio.
―¿Cómo de barrio…? — interrumpía el otro — explícate…
―Verás, a mí lo importante, lo que me interesa es mi hábitat, la zona en que vivo, el ambiente que me rodea.
  Y para definirlo, no hay nada más sencillo que la palabra barrio.
  No importa donde se haya nacido, o vivido largo tiempo sin llegar a echar raíces, lo que importa es lo que te rodea habitualmente, lo que respiras a diario y eso es mi barrio.
―Bien, pero el concepto barrio es un término poco…, digamos técnico. Así de pronto, parece referirse a unas manzanas de viviendas, más o menos definidas, que formando un núcleo y cuyas agrupaciones dan lugar a las ciudades, entonces…
—Te equivocas, verás, mi barrio empieza en mi casa, en mi familia, en mis amigos presentes o ausentes, en los vecinos que saludo a diario al cruzármelos en la escalera o en la calle.
  El barrio no está compuesto solo por casas. Mi barrio es la cafetería en la que tomó un cortadito todos los días, es el puesto de periódicos que visito, es la vendedora del cupón de ciegos a quien a veces me dirijo. Mi barrio es el corto camino que me conduce a la cercana playa, e incluso su Avenida, que por su amplitud también pertenece a otros barrios.
  Mi barrio son las palmeras, algunas algo decrépitas, que pueblan las calles adyacentes es el olor que desprende el pan caliente del horno cercano.
  También es mi barrio, ese extranjero que se sienta frente al super, accionando un acordeón de aires tristones y solicitando una ayuda, el perro perteneciente a cierto paseante, con el que a veces me cruzo y nunca me saluda y que por cierto me mira con aire de desconfianza (conocerá que platico contra las meadas caninas).
  Mi barrio es el supermercado, que cada día cambia los anuncios de sus ofertas. Es la tienda de todo un poco, que a veces recorro sin fin alguno.
  Mi barrio es la humedad ambiental en los días de calima y ese fresquito que circula en los atardeceres en primavera.
  También mi barrio son esos bancos que se me ofrecen, y utilizo a veces, para alivio de las articulaciones y el estanco de las quinielas donde la ilusión se estrella tantas y tantas veces.
 En fin mi barrio son muchas cosas, supongo que como el de cada uno, y que constituyen mi vagar diario. El barrio no tiene dimensiones, puedes extenderlo hasta donde tu necesidad de campo vital precise, admite cambios de decoración y de personajes.

  Mi barrio es todo eso, mi juventud y mi patria es todo eso y mucho más....

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