miércoles, 3 de febrero de 2021

El naipe coquetón

El naipe coquetón.

Estaba decidido a dejarlo. Si con un enorme derroche de voluntad había prescindido del pernicioso vicio de fumar, si se había prometido no acudir jamás a un estadio, para evitar enfermizas discusiones que nada bueno le reportaban. Si había prescindido de cuanto se había propuesto, como no iba a ser capaz de dominar su pasión por el juego de las cartas.

Pensó que había otras muchas cosas en la vida que merecían más la pena. Las mujeres, por ejemplo. Habían pasado por su vida como el rayo de luz por el cristal, sin romperlo ni mancharlo. Cuando veía una película con un tema amoroso, disfrutaba mientras lo hacían los protagonistas. Pero después ni se acordaba del asunto, ni se le ocurría pensar por asomo que él podía ser actor de  una pasión semejante. Decidió que le dedicaría más atención al tema en cuestión y así tal vez eludiera el recuerdo de la dichosa baraja. El caso es que no se trataba de un ávido jugador de póker o similar, era un forofo del tute, con la simple baraja española.  

Cuando circulaba por las calles, evitaba la vista hacia los escaparates que mostraban juegos de cartas, cuando entraba en algún bar lo hacía retiradamente de los posibles jugadores de las mesas. Eliminó de su domicilio todos los naipes que tenía, evitaba…, en fin la declaración de guerra era absoluta.

Tomó por objetivo la viuda del tercero derecha, que era un jamón con chorreras y que le dirigía, al cruzarse con él en la escalera, unas miradas de cordero degollado que derretían a cualquiera. Un día la vio en el mercado escogiendo zanahorias y sus miradas se cruzaron mientras ella sopesaba una de regular tamaño, él la guiñó un ojo con intención haciendo que retirara la vista avergonzada, pero esbozando una sonrisa. Otra vez la sorprendió en el escaparate de una tienda de ropa íntima femenina y situándose a su lado, la volvió a guiñar el ojo. Ella sonrió de nuevo, pero emprendió la huida.

¡Tenía que decidirse, estaba en el bote! Y empezó a soñar con ella un día tras otro, es más procuraba acicalarse antes de acostarse, para acudir a su sueño lo más atractivo posible. Una vez soñó que había penetrado en su casa y se disponía a curiosear en el cajón de su ropa íntima, las tomaba una a una y aspiraba sus perfumados olores. Apareció en el umbral de la puerta y le preguntó si la deseaba:

.-   Seré tuya, pero aguarda a que me vista de forma apropiada para el evento.

Desapareció tras un vestidor, mientras él aguardaba sentado a los pies de la cama. Apareció embutida en una minifalda azulada, con una chaquetilla verde y un gracioso gorrito rojo con dos alitas de adorno. Tomó del vestidor una especie de batidor de béisbol apoyándolo sobre su hombro derecho y se dirigió hacía él con pasos coquetones. Él por su parte se aprestó al combate, pero aquella imagen le recordaba algo, fijó su vista en el centro de su pechera y entre las protuberancias de sus senos, distinguió el emblema de Heraclio Fournier. Se despertó de golpe y quedó sentado en la cama horrorizado.

Había estado a punto de meterle mano a la Sota de Bastos…              

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 El naipe coquetón.

Estaba decidido a dejarlo. Si con un enorme derroche de voluntad había prescindido del pernicioso vicio de fumar, si se había prometido no acudir jamás a un estadio, para evitar enfermizas discusiones que nada bueno le reportaban. Si había prescindido de cuanto se había propuesto, como no iba a ser capaz de dominar su pasión por el juego de las cartas.

Pensó que había otras muchas cosas en la vida que merecían más la pena. Las mujeres, por ejemplo. Habían pasado por su vida como el rayo de luz por el cristal, sin romperlo ni mancharlo. Cuando veía una película con un tema amoroso, disfrutaba mientras lo hacían los protagonistas. Pero después ni se acordaba del asunto, ni se le ocurría pensar por asomo que él podía ser actor de  una pasión semejante. Decidió que le dedicaría más atención al tema en cuestión y así tal vez eludiera el recuerdo de la dichosa baraja. El caso es que no se trataba de un ávido jugador de póker o similar, era un forofo del tute, con la simple baraja española.  

Cuando circulaba por las calles, evitaba la vista hacia los escaparates que mostraban juegos de cartas, cuando entraba en algún bar lo hacía retiradamente de los posibles jugadores de las mesas. Eliminó de su domicilio todos los naipes que tenía, evitaba…, en fin la declaración de guerra era absoluta.

Tomó por objetivo la viuda del tercero derecha, que era un jamón con chorreras y que le dirigía, al cruzarse con él en la escalera, unas miradas de cordero degollado que derretían a cualquiera. Un día la vio en el mercado escogiendo zanahorias y sus miradas se cruzaron mientras ella sopesaba una de regular tamaño, él la guiñó un ojo con intención haciendo que retirara la vista avergonzada, pero esbozando una sonrisa. Otra vez la sorprendió en el escaparate de una tienda de ropa íntima femenina y situándose a su lado, la volvió a guiñar el ojo. Ella sonrió de nuevo, pero emprendió la huida.

¡Tenía que decidirse, estaba en el bote! Y empezó a soñar con ella un día tras otro, es más procuraba acicalarse antes de acostarse, para acudir a su sueño lo más atractivo posible. Una vez soñó que había penetrado en su casa y se disponía a curiosear en el cajón de su ropa íntima, las tomaba una a una y aspiraba sus perfumados olores. Apareció en el umbral de la puerta y le preguntó si la deseaba:

.-   Seré tuya, pero aguarda a que me vista de forma apropiada para el evento.

Desapareció tras un vestidor, mientras él aguardaba sentado a los pies de la cama. Apareció embutida en una minifalda azulada, con una chaquetilla verde y un gracioso gorrito rojo con dos alitas de adorno. Tomó del vestidor una especie de batidor de béisbol apoyándolo sobre su hombro derecho y se dirigió hacía él con pasos coquetones. Él por su parte se aprestó al combate, pero aquella imagen le recordaba algo, fijó su vista en el centro de su pechera y entre las protuberancias de sus senos, distinguió el emblema de Heraclio Fournier. Se despertó de golpe y quedó sentado en la cama horrorizado.

Había estado a punto de meterle mano a la Sota de Bastos…