Las alfombras de hojarasca abatida por el viento pueblan las aceras de las calles de Madrid en este
Diciembre terminal, que camina hacia el nuevo año con una lentitud exasperante.
Las estatuas de los Reyes Godos, aquellos que iniciaron la unidad de los habitantes y reinos peninsulares
en pos de la formacion de una nación, vierten lágrimas de marmol desde sus ajados rostros; no se si
debido al frio reinante, al lamentable estado de sus reales efigies,o quizás porque algunos olvidan que son sus descendientes. En todo caso percibo que sufren achaques sus petreos corazones.
Hace frío intenso, las gentes circulan con premura haciendo caso omiso a los vistosos e iluminados escaparates, buscan el abrigo de tiendas y cafeterías, mientras el suelo sigue poblándose de hojas abatidas
por un moderado viento. No me gusta este triste panorama que induce al desánimo, no me resigno y
huyendo de la intemperie he decidido dirigirme hacia un cafetín del viejo Lavapiés, donde antaño paraba
un tal Isidro, un angel castizo que manejando su no menos viejo organillo, solía inundar el ambiente con
las notas de la Verbena o la Revoltosa. Madrid....
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