La espera.
La yegua dormitaba placidamente, cuando el caballo se acercó a su lado arrimándole el hocico. Empezó a lamerle los párpados, las orejas, el morro…
Luego lanzó un relincho cariñoso y se situó a retaguardia en busca de la recompensa.
Tanta caricia acabo despertándola, giró la cabeza asegurando con firmeza:
.- Llegas tarde bigotito, te esperé largo tiempo pero has tardado demasiado y aquel me ha hecho el amor.
.- ¡Pero si es un burro…!
.- ¡No lo sabes tu bien…!
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Me gusta José Luis. En este tiempo hasta las yeguas son casquivanas y libertinas.
ResponderEliminarUn abrazo. Conchi