Espejos molestones.
El caso es que la imagen tiene un aire familiar…
La observaba con intensidad en todos sus detalles intentando asimilar los cambios habidos, pero por mucho que lo intentara, yo no era así, al menos yo no me veía así. Todos tenemos una imagen aproximada de cómo somos, de los rasgos que tenemos, de la habitual expresión de nuestra cara y yo al verme desde dentro de una forma determinada, observo con cierta alarma que no coincide con la que el espejo refleja, ¿tanto he cambiado…, o será el espejo que no me traga…?
Pero procedamos al análisis de esta caricatura que no me convence. En primer lugar mi cabellera, si bien no excesivamente, más bien tiraba a oscuro. Y digo no excesivamente ya que siempre lucí, por la parte central de mi cabellera, una especie de reflejo blanco, no de frasco, tal vez producto de un antojo materno, pero que me dotaba de cierta personalidad. Ahora resulta que luce un blanco perfecto, ¡es que no tengo ni un cabello oscuro para muestra…! ustedes dirán que es natural, que el paso del tiempo, etc…Pues a mi no me parece nada natural que una cosa que es negra se vuelva blanca porque sí, ni al revés tampoco claro, aunque creo existirían más probabilidades. De todas formas y aunque sea un hecho consumado, “yo desde mi interior no me veo así” y de esta forma me mentalicé la otra tarde cuando salí de casa a tomar el autobús. Pero hete aquí que recién incorporado al mismo, dos jovencitas se levantaron para cederme el asiento… ¡mi gozo en un pozo…! Menos mal que me sigo peinando con la raya a un lado y la frondosidad, no tan evidente como antaño, no ha disminuido en consideración. Esto de peinarse con la raya a un lado, parece que no, pero ayuda. En primer lugar es señal de que se puede hacer raya…, y por otra parte puede rematarse con un aprendiz de tupé, que algo contribuye al rejuvenecimiento.
Sigamos analizando. Yo tenía un lunar en el pómulo izquierdo, como el actor aquel que subía a las mujeres en brazos por las escaleras…, que ha desaparecido (el actor también). Ahora recuerdo que se puso tonto y el cirujano me aconsejó quitarlo, ¡leñe, pero es que yo me lo sigo viendo! Era resultón... Sin embargo ha aparecido otro semejante encima de la ceja derecha, no habiendo sido invitado al paisaje con toda certeza, que tal vez pretende la sustitución, pero analizado el cotejo no hay color…
Volviendo al norte, en la ceja izquierda las malas compañías van haciendo su incorporación y unos pelillos de tono blanco surgen sorpresivamente, si bien son prestamente eliminados antes de que cunda el mal ejemplo. Pero el caso es que desde dentro yo me las veo morenitas, morenitas…
Bajemos a la mandíbula, la mía, la de siempre, creo denotaba firmeza y la que veo en el espejo la noto así como algo blandengue…y eso va contra mi personalidad. Es decir que me creo algo cabezón. Bueno a lo mejor he cambiado un poco, pero poco…
En resumen que me tiene algo disgustado el espejito de marras. Me muestra una imagen, sin duda con la mejor intención, que no se ajusta a la que siempre me ha acompañado y no tenía necesidad de retocar en absoluto.
Encima no admite retoque alguno como las fotografías, tal como te refleja así te quedas, quieras o no.
Por eso he decidido que los espejos, cuanto más pequeños sean, pues mejor…
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