Estabilidad.
Compró monadas de lencería en boutiques, iba hacia otra cuando tropezó con dos amigas.
.- ¡Qué sorpresa…¡ ¿de compras no…?
.- Pues si ya veis, reponiendo la artillería…
.- ¡Qué bien…! Y tu Paco.
.- En el extranjero, haciendo un curso. Ciao guapas…
.- Todos los novios se le van a hacer cursos. No logrará ser estable...
.- ¡Qué tarde es...! Adios.
Corrieron a sus domicilios. Habían bajado al mercado y aún tenían que hacer las camas, limpiar comedor y baños, poner la lavadora, hacer la comida y recoger a los niños del colegio.
¡Como la estabilidad no hay nada…!
martes, 28 de diciembre de 2010
Umbral
Don Francisco y una amiga.
.- ¡Menos mal que hoy me acompañas…! Ya te echaba de menos, te noto más delgada, así como alargada… No hagas caso de consejos de dietas, tu estás bien, bastante bien de silueta. Eso si te da por aparecer, claro, porque a veces te pegas unas vacaciones de órdago y no tengo idea de por donde andas.
Cuando te da por retrasarte, tengo cierta sensación de soledad. En general me gusta tu presencia, nunca discutes, ni vas al Corte Inglés, ni me hablas de la Belén, ni te quejas… Además te puedo hablar de mi libro…
En resumen eres buena gente…
Es muy confortante tener buena sombra…
.- ¡Menos mal que hoy me acompañas…! Ya te echaba de menos, te noto más delgada, así como alargada… No hagas caso de consejos de dietas, tu estás bien, bastante bien de silueta. Eso si te da por aparecer, claro, porque a veces te pegas unas vacaciones de órdago y no tengo idea de por donde andas.
Cuando te da por retrasarte, tengo cierta sensación de soledad. En general me gusta tu presencia, nunca discutes, ni vas al Corte Inglés, ni me hablas de la Belén, ni te quejas… Además te puedo hablar de mi libro…
En resumen eres buena gente…
Es muy confortante tener buena sombra…
lunes, 27 de diciembre de 2010
Espejos
Espejos molestones.
El caso es que la imagen tiene un aire familiar…
La observaba con intensidad en todos sus detalles intentando asimilar los cambios habidos, pero por mucho que lo intentara, yo no era así, al menos yo no me veía así. Todos tenemos una imagen aproximada de cómo somos, de los rasgos que tenemos, de la habitual expresión de nuestra cara y yo al verme desde dentro de una forma determinada, observo con cierta alarma que no coincide con la que el espejo refleja, ¿tanto he cambiado…, o será el espejo que no me traga…?
Pero procedamos al análisis de esta caricatura que no me convence. En primer lugar mi cabellera, si bien no excesivamente, más bien tiraba a oscuro. Y digo no excesivamente ya que siempre lucí, por la parte central de mi cabellera, una especie de reflejo blanco, no de frasco, tal vez producto de un antojo materno, pero que me dotaba de cierta personalidad. Ahora resulta que luce un blanco perfecto, ¡es que no tengo ni un cabello oscuro para muestra…! ustedes dirán que es natural, que el paso del tiempo, etc…Pues a mi no me parece nada natural que una cosa que es negra se vuelva blanca porque sí, ni al revés tampoco claro, aunque creo existirían más probabilidades. De todas formas y aunque sea un hecho consumado, “yo desde mi interior no me veo así” y de esta forma me mentalicé la otra tarde cuando salí de casa a tomar el autobús. Pero hete aquí que recién incorporado al mismo, dos jovencitas se levantaron para cederme el asiento… ¡mi gozo en un pozo…! Menos mal que me sigo peinando con la raya a un lado y la frondosidad, no tan evidente como antaño, no ha disminuido en consideración. Esto de peinarse con la raya a un lado, parece que no, pero ayuda. En primer lugar es señal de que se puede hacer raya…, y por otra parte puede rematarse con un aprendiz de tupé, que algo contribuye al rejuvenecimiento.
Sigamos analizando. Yo tenía un lunar en el pómulo izquierdo, como el actor aquel que subía a las mujeres en brazos por las escaleras…, que ha desaparecido (el actor también). Ahora recuerdo que se puso tonto y el cirujano me aconsejó quitarlo, ¡leñe, pero es que yo me lo sigo viendo! Era resultón... Sin embargo ha aparecido otro semejante encima de la ceja derecha, no habiendo sido invitado al paisaje con toda certeza, que tal vez pretende la sustitución, pero analizado el cotejo no hay color…
Volviendo al norte, en la ceja izquierda las malas compañías van haciendo su incorporación y unos pelillos de tono blanco surgen sorpresivamente, si bien son prestamente eliminados antes de que cunda el mal ejemplo. Pero el caso es que desde dentro yo me las veo morenitas, morenitas…
Bajemos a la mandíbula, la mía, la de siempre, creo denotaba firmeza y la que veo en el espejo la noto así como algo blandengue…y eso va contra mi personalidad. Es decir que me creo algo cabezón. Bueno a lo mejor he cambiado un poco, pero poco…
En resumen que me tiene algo disgustado el espejito de marras. Me muestra una imagen, sin duda con la mejor intención, que no se ajusta a la que siempre me ha acompañado y no tenía necesidad de retocar en absoluto.
Encima no admite retoque alguno como las fotografías, tal como te refleja así te quedas, quieras o no.
Por eso he decidido que los espejos, cuanto más pequeños sean, pues mejor…
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El caso es que la imagen tiene un aire familiar…
La observaba con intensidad en todos sus detalles intentando asimilar los cambios habidos, pero por mucho que lo intentara, yo no era así, al menos yo no me veía así. Todos tenemos una imagen aproximada de cómo somos, de los rasgos que tenemos, de la habitual expresión de nuestra cara y yo al verme desde dentro de una forma determinada, observo con cierta alarma que no coincide con la que el espejo refleja, ¿tanto he cambiado…, o será el espejo que no me traga…?
Pero procedamos al análisis de esta caricatura que no me convence. En primer lugar mi cabellera, si bien no excesivamente, más bien tiraba a oscuro. Y digo no excesivamente ya que siempre lucí, por la parte central de mi cabellera, una especie de reflejo blanco, no de frasco, tal vez producto de un antojo materno, pero que me dotaba de cierta personalidad. Ahora resulta que luce un blanco perfecto, ¡es que no tengo ni un cabello oscuro para muestra…! ustedes dirán que es natural, que el paso del tiempo, etc…Pues a mi no me parece nada natural que una cosa que es negra se vuelva blanca porque sí, ni al revés tampoco claro, aunque creo existirían más probabilidades. De todas formas y aunque sea un hecho consumado, “yo desde mi interior no me veo así” y de esta forma me mentalicé la otra tarde cuando salí de casa a tomar el autobús. Pero hete aquí que recién incorporado al mismo, dos jovencitas se levantaron para cederme el asiento… ¡mi gozo en un pozo…! Menos mal que me sigo peinando con la raya a un lado y la frondosidad, no tan evidente como antaño, no ha disminuido en consideración. Esto de peinarse con la raya a un lado, parece que no, pero ayuda. En primer lugar es señal de que se puede hacer raya…, y por otra parte puede rematarse con un aprendiz de tupé, que algo contribuye al rejuvenecimiento.
Sigamos analizando. Yo tenía un lunar en el pómulo izquierdo, como el actor aquel que subía a las mujeres en brazos por las escaleras…, que ha desaparecido (el actor también). Ahora recuerdo que se puso tonto y el cirujano me aconsejó quitarlo, ¡leñe, pero es que yo me lo sigo viendo! Era resultón... Sin embargo ha aparecido otro semejante encima de la ceja derecha, no habiendo sido invitado al paisaje con toda certeza, que tal vez pretende la sustitución, pero analizado el cotejo no hay color…
Volviendo al norte, en la ceja izquierda las malas compañías van haciendo su incorporación y unos pelillos de tono blanco surgen sorpresivamente, si bien son prestamente eliminados antes de que cunda el mal ejemplo. Pero el caso es que desde dentro yo me las veo morenitas, morenitas…
Bajemos a la mandíbula, la mía, la de siempre, creo denotaba firmeza y la que veo en el espejo la noto así como algo blandengue…y eso va contra mi personalidad. Es decir que me creo algo cabezón. Bueno a lo mejor he cambiado un poco, pero poco…
En resumen que me tiene algo disgustado el espejito de marras. Me muestra una imagen, sin duda con la mejor intención, que no se ajusta a la que siempre me ha acompañado y no tenía necesidad de retocar en absoluto.
Encima no admite retoque alguno como las fotografías, tal como te refleja así te quedas, quieras o no.
Por eso he decidido que los espejos, cuanto más pequeños sean, pues mejor…
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Prensa
Odisea periodística.
Bueno, acabo de aterrizar en la cafetería. Acudo con frecuencia, a eso de las doce y algo, a la misma cafetería anexa a un hotel. Vengo aquí porque dispone de una aceptable variedad de prensa, de forma que mientras saboreo el acostumbrado cortadito mañanero, puedo ojear un par de periódicos, uno local y otro de índole nacional. De esta forma creo encontrarme al cabo de la calle, en cuanto a noticias se refiere. Pero hoy estaban todas las mesas ocupadas así como la prensa, por lo que he optado por sentarme en un taburete de la barra y solicitar mi consumición diaria, consistente en el citado cortado y un buen vaso de agua fresca, esta última para desatascar cañerías, que con motivo de estas Fiestas andan algo atoradillas.
De reojo observaba las mesas en atención a una posible liberación.
Tras unos diez minutos, un caballero se levantó para propiciar la retirada de la silla de su dama acompañante, a la par que dejaba un periódico en el estante al objeto.
Raudo me he desprendido de la banqueta y taza en mano he ocupado la mesa vacante, pero cuando fui a tomar el diario me vi sorprendido de una penetración sprintada (esto no se si me lo pasará la Academia…) por la banda, de un sujeto que se apoderó del artículo en cuestión, dejándome con dos palmos de narices.
Total que vuelta a la mesa y me pongo a revisar la cartera para matar el tiempo.
El sprinter de vez en cuando levanta la vista del diario y me dirige una sonrisa, no se si guasona.
Pasa un buen rato y lanzo una mirada desafiadora a la mesa contigua en la que un matrimonio tiene en su poder un periódico cada uno…¡No hay derecho…!
De pronto deciden levantarse y cierran los diarios posándolos sobre la mesa. Casi sin dejarles respirar echo mano a uno de ellos y mediante un “¡con permiso…!” procedo a incautarlo.
Pero en esto que el caballero musita: “Es que nos marchamos…” y le respondo:
“Pues por eso…”, “Si, pero es que es mio”. Quedo azorado y con un disimulado
“Perdone…” me retiro a mi mesa con el rabo entre las piernas, dispuesto a apurar el café y salir pitando.
En esto varias mesas se desocupan y una tanda de periódicos ocupan su plaza en el estante, no obstante mi dignidad me impide acudir al mismo y lanzando una mirada a mi reloj de pulsera, esbozo un gesto de resignación, como diciéndome: “es algo tarde…”, y me dirijo a la puerta procediendo a su apertura. Pero antes de salir me doy cuenta de que no he pagado y retorno al mostrador para hacerlo.
El sprinter, que todavía estaba dentro, también se levanta para irse y me ofrece el periódico con una sonrisa. Cortésmente le doy las gracias, me dirijo al estante y lo deposito cuidadosamente en el mismo.
Después y puertas afuera muy dignamente, emprendo mi paseo habitual, pensando haber realizado lo correcto pero que en el fondo no he leído la prensa y he hecho algo el canelo…
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