martes, 23 de noviembre de 2010

Aquellas visitas...

Aquellas visitas de la infancia.

Una de las torturas más despiadadas de tiempos pasados era ir de visita.

Cuando una buena madre decía : “esta tarde vamos a hacer una visita“, era para echarse a temblar. Aquello significaba un baño a fondo, el agua caliente no estaba muy disponible, pulcra vestimenta, con probable corbatita
estranguladora, zapatos de charol brillando a rabiar y ¡ojo con rozarlos…! manos y uñas inmaculados, yo no se por que las uñas eran una batalla, claro que en aquellos tiempos comíamos otras cosas, pero el caso era que las susodichas se ponían de luto y debían presentar un aspecto inmaculado.
La cosa empezaba cuando el niño conducido, más bien arrastrado, por la mamá se trasladaba al domicilio de la concertada, Las visitas se hacían previo acuerdo, pues había quien alquilaba una sirvienta con cofia y todo para la ocasión, la vivienda en cuestión, no se por qué, estaba de un cuarto piso para arriba y sin ascensor, ¡no había ni una que viviera en un bajo o en un primero, leches...! Cuando se llamaba a la puerta mediante una palomilla giratoria, se percibía un “riiing, riiing…“ de lo más cursi, una mirilla interior giratoria se ponía en marcha y tras una detallada inspección, se oía un “ ¡ya voy…!” lejano, como si viniera de Burgos la visitada.
.- ¡Que sorpresa, de visita y has venido con el niño….!
Como si no supiera de antemano que iba a ser visitada.., seguramente llevaba desde por la mañana limpiando la casa y sacando brillo a la plata del comedor.
En cuanto al niño, exclamaba previo aleccionamiento .
.- ¿Cómo está Vd, señora?...
.- ¡Qué bien educado está…! -buenos capones le costaba al pobre-….
A continuación venía la incógnita, ¿la señora tendrá perrito o gatito… ?.
Si se trataba del primer caso, existía la probabilidad de que fuera un baboso de esos que te ponen perdido y te olfatean hasta el …, o bien uno de esos que tienen cara de buena persona y tras los dos primeros aulliditos no se meten contigo para nada, no obstante se podía aparentar miedo insuperable para que la visitada en cuestión lo pusiera a buen recaudo. Pero la cosa variaba si era gatito, que era aceptable para las señoras en general, pero no en mi caso, que no me fío un pelo de los felinos y parentela. Por tanto si existía el tal gatito, no había que perderlo de vista ni un momento y más si era negro.
Generalmente se acomodaba a la víctima en el mismo cuarto de estar donde se celebraba el evento, en una mesita aparte donde se había dispuesto de sendas galletas María y un par de onzas de chocolate y un vasito de naranjada, a la vez que un montoncito de cuentos de Roberto Alcazar y Pedrín o el Guerrero del Antifaz , muy atrasados por supuesto, esperando con tales presentes hacer las delicias del impúber.

Las torturadoras empezaban con la amiga más querida y terminaban con la portera, poniéndolas a todas a parir y hablando casi a la vez, lo peor era cuando eran tres o más, entonces se armaba tal guirigay, que si aparecía algún familiar salía disparado por la primer puerta que encontrara.
-“Qué jodidos, ¿y yo qué ..?” – pensaba el infante, mientras se estaba meando y no se atrevía a interrumpir.
Alguna que otra misericordiosa propietaria le indicaba a veces
.- Nene, el baño es la segunda puerta del pasillo, por si…
Entonces el penado aprovechaba la ocasión para escabullirse un rato, desfogarse y de paso hacer buches en el lavabo, ya que el chocolate sabía a rayos.

Cuando abatidas por el parloteo, la bandeja de pastitas a cero grados, la tetera escurrida y rostros desmadejados, decidían levantar la sesión, alguna comentaba:
.- ¡Ay que ver el niño, ni se ha notado que estaba ahí! – “si no has parado de hablar tía loro“– pensaba el peque.
.- ¿Has leído los cuentos guapo...?, ¿te han gustado…?.
El aludido movía la cabeza afirmativamente, cuando en realidad quería contestar: “cinco veces señora y son de hace tres meses“.

Tras darte un clamoroso besuqueo y conducidas las visitas en tropel hasta la puerta, se escuchaba un poco convincente:
.- Volver cuando queráis, ¡qué bien lo hemos pasado...Pero qué niño más rico!

Créanme, los niños de aquella época no se apuntaban a la Legión Extranjera por que no sabían que existía…..





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1 comentario:

  1. José Luis no se que pasa, que algunos comentarios que pongo en tu blog no salen.
    Te decía que yo tambíen odiaba las visitas, sobre todas, las de una maestra mayor que tenía unos bigotes como los de Tejero
    me gustan tus escritos y muchas veces me identifico con ellos

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