lunes, 23 de agosto de 2010

Despertares chungos...

¡Despertares chungos…!

Me levanté algo raro. Debía ser porque no había dormido de un tirón la noche transcurrida y yo cuando duermo por etapas, me levanto fatal. Pero había que sobreponerse. Fui al cuarto de baño y me dispuse a tomar una ducha, empecé a accionar los grifos del agua para lograr la temperatura deseada y no logré mi objetivo. O salía muy fría o hirviendo, el caso es que no recordaba haber encendido el termo. Me duché con la fría y en lugar de espabilarme como es preceptivo, salí de la ducha más atontado todavía. Vestido de una forma ligera e informal, ya que estamos en verano y el calor es pegajoso, tomé la dirección de la parada de la guagua al objeto de dirigirme a la Biblioteca y al Parque de San Telmo a escuchar el concierto de la banda Municipal como todas las semanas. El bono de la guagua no estaba en su lugar habitual de la cartera y tenía que pagar en metálico, pero el metálico tampoco estaba en su sitio y pidiendo excusas me bajé del vehículo. Nada más pisar la acera me percibí de que el metálico si estaba, pero en otro bolsillo posterior, donde debió ir a parar por error. Volví a la parada y aguardé de nuevo la llegada del transporte.
Al subir me pareció que el conductor era el mismo de la guagua anterior y tras sentarme en mi plaza favorita, tras la mampara y a su espalda, quede meditando que no podía ser, a lo mejor tenía algún hermano gemelo también conductor, pero el mismo no podía ser. El caso es que antes de bajarme le pregunté con educación:
.- Perdone, ¿tiene usted algún hermano gemelo trabajando también en esta Empresa?
El conductor con cara de molesto, me respondió:
.- A usted que le importa…
.- Está bien, en todo caso su otro hermano es más educado.
Y me bajé sin más. Mientras me dirigía a la Biblioteca y subía los escalones, que son la tira…, volví a repetirme, como siempre, que debería haber un ascensor para los parroquianos veteranos. (Ya se lo he dicho al vigilante y a tres bibliotecarios, pero que si quieres arroz…)
Al llegar a la cúspide me percaté de que no había traído libro alguno para devolver y que en realidad no me tocaba devolver nada. O sea ¿qué coño había ido yo a hacer allí…?. Como ya estaba dentro me puse a revolver sin ton ni son en las revistas, descansé un poco y me fui al Parque a oír la música.
A medida que me acercaba, observé que allí no había nadie. Naturalmente, en verano no hay actuaciones de la Municipal. ¡Qué día llevo…!
Me fui a dar una vuelta por Triana para matar el tiempo y curiosear un poco cuando ví en un escaparate a mi amigo Florencio con su familia señalando unos artículos. Estaba algo pálido. No quise interrumpir el coloquio familiar y me introduje en un café. Solicité uno solo, cargadito, a ver si me espabilaba y algo más avivado continué el paseo. De pronto me puse a meditar. ¿pero que coño Florencio…, si se murió hace un año?. ¡Uff…, esto va de mal en peor…!
Con inusitada ligereza me dirigí a la parada de la guagua de regreso, por fortuna apenas tardó. No miré la cara del conductor, me senté en el fondo y en cuanto llegué a mi zona, me dirigí a casa a todo trapo.
Corrí escaleras arriba, es sólo un piso, abrí la puerta y me dirigí a mi cuarto poniéndolo en absoluta oscuridad. Me metí en la cama en calzoncillos musitando: “Seguiré durmiendo, no se puede ir por ahí sin despertarse…”



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