martes, 18 de mayo de 2010

Y estuvo Dios en Las Ventas.

Es tarde de Mayo y oro,

vamos corriendo a la Plaza,

que hoy hay corrida de toros

y dicen toros de raza.



Por las calles van las mozas

adornadas con mantillas,

sus caras rosas que lucen

en mantones de Manila.



La Plaza de flores llena

las andanadas repletas,

en las gradas mucha crema...

hoy luce el sol en las Ventas.



Torea hoy tres figuras,

tres altares, tres escuelas,

cordobesa, salmantina,

y un madrileño que empieza.

Dicen que va para grande,

un tal Juli es su nobleza.



¡Qué bonitas las cuadrillas...!

y los trajes ¡que belleza...!

me gusta que al toro jueguen

con esos aires de fiesta.



Que con sus capas le engañen

y esquiven su cornamenta,

pero cuando al toro hieren

yo me lleno de tristeza.



Y el toro sufre y padece

y arremete con violencia,

porque le clavan ardores

que le excitan sin clemencia.



No acabando de entender

en su noble inteligencia,

que en el ruedo ha de morir

para que triunfe la fiesta.



Yo quiero verle correr

cuando pase por su cerca,

jugar con sus ternerillos

y disfrutar de su alberca.



Me gusta ver su perfil

de animal de alta nobleza,

no nació para morir

en una tarde de fiesta.



Quiero que todo termine,

no quiero que nadie muera,

quiero espadas de juguete

y banderillas de menta.



Y que por la puerta grande

salgan toreros y bestias,

en hombros los toreadores

y el ganado en las carretas.



Que todos salgan contentos

y quede sobre la arena,

una alfombre de claveles

en vez de samgre y tristeza.



Que el arte de los toreros

termine en música y fiesta,

porque han expuesto sus vidas

sin maltratar a las bestias.



En el leguaje taurino

Torero se ha de nombrar,

que matador es quien mata

y no es un arte matar.



Si asi sucede y termina,

lo que llamamos La Fiesta,

si que podremos decir

como quien algo celebra.



"Ayer tarde fui a los toros

y estaba Dios en Las Ventas".

martes, 11 de mayo de 2010

El mejor amigo del ...

Estaba cómodamente sentado en su sillón de orejas preferido. Miraba la televisión a la par que ojeaba el periódico. De pronto su fiel mastín Lolo hizo su aparición, entre su fauces portaba un paraguas y una gorra, los depositó en el suelo y se le quedó mirando fijamente, mientras emitía inequívocos aullidos intermitentes.

El hombre quiso hacerse el desntendido, ensimismándose en la lectura. Pero el dogo no apartaba su mirada y los aullidos se hacían cada vez más evidentes. No había más remedio... Tomó el paraguas y se caló la gorra. Se dirigió con desgana hacia la puerta, procediendo a su apertura.


Antes de cerrarla tras de si, giró la cabeza y pudo contemplar que Lolo ya se había instalado confortablemente