Sevilla…
Me pides que te describa las
impresiones de mi reciente viaje por Sevilla y la verdad es que no se
como empezar.
Si tuviera que encabezar mi humilde descripción con un
título diría que Sevilla de noche es un hermoso lucero en mitad del campo
andaluz y de día es la fusión de la belleza, la tradición, la música y la
alegría en un aroma embriagador de naranjos.
Sevilla es el Guadalquivir que se contonea entre sus
avenidas, saluda a la Torre
del Oro, bailando por Sevillanas bajo sus puentes galanes.
Sevilla es la Maestranza , la Catedral del toreo, desde cuyo
museo nos saludan: Joselito, el Gallo, Belmonte, Machaquito, Paco Camino,
Ordóñez y tantos y tantos, que levantaron aquellas clamorosas ovaciones que
rebotando en el cielo andaluz, se derramaban sobre el barrio de Triana, de
Santa Cruz, de La Macarena ,
de los Remedios, de Nervión, de Heliópolis, con una cascada de Olés… que hacen
mecerse a la Giralda.
Media Sevilla es Curro Romero, el faraón de Camas, y
la otra media no lo es, pero las dos son
devotas del arte de Cúchares.
Sevilla es su Giralda, veleta que alegra al cielo y su
maravillosa Catedral de belleza indescriptible.
Sevilla es su Plaza de España, donde hay un recuerdo
para cada capital, una evocación a sus vecinos, porque sobretodo Sevilla es
solidaria.
En los márgenes del Guadalquivir hay juncos que bailan
por peteneras y lloran por alegrías, pidiendo al cielo veranos más suaves y
lluvias para sus embalses.
Sevilla es la
tierra del naranjo y del pescaíto frito, donde la gente te saluda sin
conocerte, donde los días se te hacen cortos al pasear sus calles, al visitar
sus museos.
Sevilla también es flor y poesía al recorrer su parque
de Maria Luisa, del Alamillo, de la
Cartuja , al recrearte en los jardines de Murillo, de San
Telmo, de Cristina, del Prado ó del Real Alcázar.
Como toda Andalucía, Sevilla es sol y luz
resplandecientes y cuando sale la luna es un espejo de plata.
Amigo, seguiría y no pararía, Sevilla es orgullo de
Andalucía y de España entera, dice la canción que tiene un sabor especial, yo
creo que tiene numerosos sabores fundidos en crisol, del que ha emanado una
sustancia etérea, que invade el ambiente y que se llama Alegría.
Por
eso cuando la despedía alejándome en el autobús, no pude evitar levantarme, y
con la vista puesta en sus calles, exclamé con todas mis fuerzas: ¡OLEee…!