MELONES
Es
un hecho
y una realidad como un pino que a partir de cierta edad, la
idealización del pasado constituye una especie de recurso frente a
una realidad por la que nos vemos superados. En realidad solo sabemos
con certeza las cosas que empiezan a olvidarse.
Por ejemplo a veces idealizo aquellos puestos de melones, en el que sufridos
campesinos bajo un acondicionado toldo verde, hacinaban habilidosas
pirámides de melones. Generalmente no se situaban en zonas
céntricas de las ciudades o pueblos, sino más bien en los barrios
extremos por aquello de los permisos. Se trataba de una pareja que
cuando echaba el ciere, incluso dormitaba sobre una colchoneta en un
rincón. Se pregonaba la mercancía con voz varonil y autoritaria:
“¡De Villaconejos, los traigo de Villaconejos, como el
almíbar...Prueben, prueben...!”
Ella mientras
tanto, cuchillo en mano , se afanaba en cortar trocitos del producto
que repartía entre los concurrentes, alguna vez añadía: “¡niño vete
por ahí, que ya lo has probado cuatro veces...!”
El uniforme
masculino era el clásico pantalón de pana con gorra al pairo y
camisa blanca y ella vestido floreado con pañuelo en la testa, un
botijo colgaba en alguna parte.
Era todo un
cuadro, para muchos entrañable.
Ahora cuando me dirijo a algún local del barrio y le
solicito un ejemplar, preguntando con total reserva de dónde los
trae, me suelta “del campo,..del campo...”.
Y encima no sabe
pregonar...
J.L.G.R.