He
aquí una expresión que nunca he podido comprender, ¿ cómo puede
uno/a , sentir placer por no dar un palo al agua?. Entiéndase de
provecho.
.-
¿Cuánto tiempo sin verte, a qué te dedicas ?...
.-
Pues a nada, no hago absolutamente nada.
Siguiendo
la conversación me explica que ya está bien de madrugones, de
estudiar como si uno fuera a escribir una enciclopedia, de trabajos
ingratos, de intentar tener más poder adquisitivo, cuando en
realidad si más tienes, más quieres, de sinsabores, etc… Ya es
hora de pasar factura y dedicarse a eso, a no hacer nada.
Bueno,
las afirmaciones contundentes nunca fueron para mi plato de buen
gusto, comprendo en parte su postura pero discrepo.
Una
vez me contaron que un antiguo domador de animales retirado, hacía
en ocasiones que sus decrépitos perros saltasen a través de unos
aros, en posición que requería poco esfuerzo. Día tras día les
hacía practicar su antiguo ejercicio, en condiciones mucho más
sencillas, y a su término les premiaba con alguna golosina.
Preguntado
por esta ya inútil práctica, respondió.
.-
Yo hago ver a mis perros que aún les necesito y ellos que lo
comprenden se sienten orgullosos de seguir siendo útiles para su
amo, de esta forma evito caigan en la abulia y prolongo su vida. ¿Ha
observado usted el último, que a veces se trastabilla un poco…?.
Pues bien, es que además se está quedando ciego.
Ante
la contundente y edificante argumentación de esta narración, quedé
para siempre convencido de que la actividad es muy importante, lo es
hasta para los canes.
Bien
es verdad que ya las obligaciones han pasado a segundo término, pero
hay muchísimas cosas que a lo mejor no pudimos o supimos hacer en su
momento y ahora es la ocasión, se trata de convencer a sujetos como
el descrito en primer lugar y aunque no sea del todo cierto decirle:
.-
Pues mira a mi no me da tiempo a nada. Entre lecturas variadas,
escribir alguna cosa, acudir a menear el esqueleto por ahí, asistir
a conferencias, visitar a algún amigo y desafiar al maldito
ordenador, que siempre me da una paliza al ajedrez, no paro.
Hay
que rechazar con rotundidad el epígrafe expuesto y no tener una
actitud inferior a los perros del domador, pues algo de utilidad
haremos donde menos se piense.