El ruido de los motores era imperceptible
El azul del mar, timidamente, comenzó a reflejar nuestra sombra amiga.
Las pálidas nubes se perdieron en la lejanía.
Y de pronto el azul de cielo y el azul de mar nos rodearon.
Pero el verde acabó inundándolo todo
Verde de campiña sonriente,
verde de olivar y de zarzal.
Aldeas blancas en fondo verde se asomaban buscando el mar.
Colinas verdes ascendían al cielo
Entre montañas, pequeños burgos adornaban el paisaje.
Y descendimos lentamente, con dulzura,
con alas de mariposa en verde prado.
Habíamos llegado a Mallorca...
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miércoles, 6 de octubre de 2010
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