La peña.
Me entusiasma cuando contemplo a los “old seniors”, sentados alrededor de una mesa a la hora del cafetito medio-mañanero, departir sobre sus temas de actualidad. Siempre me sitúo en sus aledaños a disfrutar del mío y con la prensa desplegada a modo de disimulo, pongo la antena en servicio.
Aclararé que en un principio son dos los que toman posiciones en el local, en una zona que permita la incorporación de sucesivos asientos para los que vayan viniendo. A medida que se van incorporando tres o cuatro más, les saludan con un amago de alzamiento como deferencia y alguno que otro tiende la mano en señal de bienvenida, sin demasiado entusiasmo.
Entonces llega el camarero, por tercera vez pues ya le dijeron que estaban esperando, y block en mano toma nota de las peticiones de descafeinados, poleos-menta, tónicas, etc…
Don Ramón (no se si se llama así, pero a mi me gusta) comienza el parloteo:
.- ¿Qué pasa Antoñito, cómo te salió la foto…?
.- No se de que me hablas, pureta…
.- No decías que te iban a hacer una radiografía, por lo del dolor…
.- ¡Ah, pero eso fue la semana pasada! No me vieron nada. Ahora donde me
duele es …
.- La cartera, a ti donde te duele es en la cartera, porque no pagas ni amarrao
. ¿Habéis visto la tía esa del Paraguay, que dice que si ganan nos enseñará
todo…?- irrumpe el más bajito con cara de picaruelo-.
.- A mi ya me puede enseñar lo que quiera, que no me inmuto…
.- Como que ya has sobrepasado la fecha de caducidad…- añade el de la
visera, que es el más salao-.
.- ¡Mira éste…! habrás de saber que sin ir más lejos la semana pasada…
.- Pues yo todos los días hago algo de gimnasia…-comenta el del bastón-
.- Lo que tenéis que hacer es levantar la plancha con …
.- Con la vista, yo la levanto con la vista…
.- Mis memorias, voy a escribir mis memorias…
.- ¿Pero tú te acuerdas de algo…?
.- Ese es el problema, de anteayer para adelante algo…
.- Pues yo me voy a ir a los baños de Archena, dicen que allí se endereza uno
que es un gusto.
.- Pregunta si son de escayola, si no, no pierdas el tiempo…-¡el de la visera es la leche…!-
Y así, entre picardías, dolencias, ilusiones y demás ocurrencias, con un humor envidiable, se lo pasan bomba. Pienso que a no mucho tardar, igual yo disfruto de una peña semejante. Me dan ganas de invitarles, pero me contengo no sea que se acostumbren…
Mañana vuelvo.
martes, 20 de julio de 2010
Viva la revista
La música en su punto álgido se hace dueña del foro teatral. Son las últimas notas de aquel entretenido espectáculo que aglutinaba situaciones cómicas, chistes fáciles, coros de bailarinas de cuerpos semivestidos, canciones de las vedettes (con más voluntad que acierto), decorados deslumbrantes, orquesta activa siempre acaparadora y todo ello formando parte de un libreto intrascendente, hábilmente diseñado para rellenar espacios. La apoteosis final hace que los entusiastas del género despidan en pie a los protagonistas de la función.
Ellos por su parte, y en riguroso orden de importancia, hacen su aparición en el escenario saludando con profusión al público, se inclinan cortésmente extendiendo sus brazos y miradas hacia todos los asistentes con la sonrisa del agradecimiento iluminando sus rostros. Por último la espléndida vedette, la hembra central del espectáculo, embutida en un carnavalesco y despampanante bikini de plumas, recorre, seguida fielmente por todo el elenco de la compañía, la pasarela del escenario, enviando amorosamente al público ostensibles gestos cariñosos que hacen la delicia del aforo, ella apenas puede gesticular dada la aparatosidad del traje que luce, pero en su amplia sonrisa se concentra la gratitud y simpatía que almacena.
Era la apoteosis final de LA REVISTA. Aquel espectáculo, en apariencia carente de calidad, con diálogos a veces absurdos y música facilona, que sin embargo llenaba a rebosar los teatros madrileños con el público más diverso.
Porque la revista gustaba, sus pegadizos números musicales se tarareaban por las calles madrileñas y las bailarinas eran asediadas en las puertas traseras de salida de personal de los teatros. Yo todavía rememoro el Pichi de Celia Gámez en el Alcázar, Soy madrileña de Maruja Díaz en el desaparecido Fontalba, y a la novia de Madrid Ana María, con el encanto de Queta Claver, en el teatro Martín, también la simpatía arrolladora de Lina Morgan, la reina de La Latina.
La revista ha muerto, desaparecido, sustituida por grandiosos musicales importados, Mamma mía, Jesucristo Superstar, El rey León y otros muchos de mejor calidad. Pero el gracejo, la alegría y el sabor popular de la revista, dejaron huella entre los que antaño salíamos con las manos rojas de aplaudir, de los coliseos del Oso y el Madroño.
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Ellos por su parte, y en riguroso orden de importancia, hacen su aparición en el escenario saludando con profusión al público, se inclinan cortésmente extendiendo sus brazos y miradas hacia todos los asistentes con la sonrisa del agradecimiento iluminando sus rostros. Por último la espléndida vedette, la hembra central del espectáculo, embutida en un carnavalesco y despampanante bikini de plumas, recorre, seguida fielmente por todo el elenco de la compañía, la pasarela del escenario, enviando amorosamente al público ostensibles gestos cariñosos que hacen la delicia del aforo, ella apenas puede gesticular dada la aparatosidad del traje que luce, pero en su amplia sonrisa se concentra la gratitud y simpatía que almacena.
Era la apoteosis final de LA REVISTA. Aquel espectáculo, en apariencia carente de calidad, con diálogos a veces absurdos y música facilona, que sin embargo llenaba a rebosar los teatros madrileños con el público más diverso.
Porque la revista gustaba, sus pegadizos números musicales se tarareaban por las calles madrileñas y las bailarinas eran asediadas en las puertas traseras de salida de personal de los teatros. Yo todavía rememoro el Pichi de Celia Gámez en el Alcázar, Soy madrileña de Maruja Díaz en el desaparecido Fontalba, y a la novia de Madrid Ana María, con el encanto de Queta Claver, en el teatro Martín, también la simpatía arrolladora de Lina Morgan, la reina de La Latina.
La revista ha muerto, desaparecido, sustituida por grandiosos musicales importados, Mamma mía, Jesucristo Superstar, El rey León y otros muchos de mejor calidad. Pero el gracejo, la alegría y el sabor popular de la revista, dejaron huella entre los que antaño salíamos con las manos rojas de aplaudir, de los coliseos del Oso y el Madroño.
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